Nueva York.- Desde que comenzó la gira de la Orquesta Juvenil de Venezuela, Nueva York era un punto en la agenda que causaba ansiedad y gran expectativa. Pero la prueba fue superada con creces de manera exitosa.«Es una plaza difícil», comentó el maestro José Antonio Abreu. Pero hoy (ayer domingo) acabó la ansiedad. Los «muchachos» y Dudamel lo lograron. Arrancaron ovaciones, bravos, vítores, aplausos y más aplausos.
En tres oportunidades, el público se levantó y entre ellos, en el primer balcón del Carnegie Hall, el tenor Plácido Domingo fue parte de ese público emocionado por la magia de los venezolanos. El cantante de ópera más famoso de habla hispana, sólo vino a Nueva York a ver a Gustavo Dudamel y a la Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar,.
«Es un fenómeno. Simplemente sensacional, un superdotado», indicó Domingo, luego de acercarse hasta el camerino de Dudamel a felicitarlo y darle un fuerte abrazo. Sus primeras palabras para el director fueron: «¡Brillante, simplemente brillante!» Además, le dijo al joven venezolano que esperaba que pudiesen trabajar juntos, cuando Dudamel vaya en 2009 a dirigir en Los Ángeles, pues ambos estarán haciendo su labor en el ambiente cultural de esa ciudad. «Creo que podríamos hacer un gran trabajo para la comunidad hispana de Los Ángeles», indicó Domingo.
El público que asistió a la sala dio su visto bueno. Es música clásica sí, pero con sabor venezolano. Y es allí donde está la diferencia. La primera parte del concierto paso por lo formal, el virtuosismo y vitalidad de Gustavo Dudamel, dirigiendo el sonido impecable que genera la orquesta. En esta parte interpretaron La caravana romana de Héctor Berlioz, el Concierto de piano No. 2 de Chopin y la Sinfonía N° 5 de Beethoven.
La segunda parte fue simplemente Venezuela. El repertorio Danzón No.2 de Márquez, el Mambo de Berstein y la estancia Malambó de Ginastera fue interpretado de tal manera que sólo parecieron decir «mírennos. Esto es Venezuela». Comenzó la música y cuando tocarón la pieza Mambo de Berstein pareció que una onda se apoderase de los instrumentos. La rumba se armó. Se levantaron los chelos, al rato brincaron de sus sillas los violines. De repente todo, las trompetas dieron vueltas, los bajos rotaron sobre sus ejes y bailaron al ritmo de ¡maaaambo!
La diseñadora venezolana Carolina Herrera, quien también se encontraba entre el publico asistente, aseguró sentirse enloquecida con lo que acababa de ver. «No hay muchas palabras para describir lo que pasoâ€, aseguró conmovida la compatriota de Dudamel y del resto de la orquesta.
Definitivamente, los venezolanos se comieron entera la Gran Manzana. ¡¡¡Bravo!!!