Es importante identificar que las ONGs, aquí y en la Conchinchina, son administradores del sistema global, agentes no-estatales que funcionan como centros incubados de formación, propagación e incluso involucramiento en materia legal.
Sus cordones umbilicales con el Departamento de Estado y sus organizaciones corporativizadas, que financian y forman en cuestiones organizativas, jurídicas y políticas, evidencian el orden con que se alinean para cumplir funciones dentro de los recursos asimétricos de la guerra imperial que abraza todo el planeta.
La NED y el Departamento de Estado, que cuentan con entidades públicas que funcionan como centros de operación y despliegue de líneas y fondos como la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF, sus siglas en inglés), Freedom House y la Agencia del Desarrollo Internacional de Estados Unidos (Usaid, sus siglas en inglés), son los principales entes actores que reparten directrices y reciben resultados concretos.
Open Society Foundations pertenece al megaespeculador George Soros, que también apoya, mediante el trabajo jurídico y la mediatización del relato construido, el corretaje del gobierno global en todos los puntos neurálgicos del mundo, por ser él mismo parte de la estructura financiera apoderada por el 1%. Eso sí, el dinero y los recursos explotables y explotados de esa operación por favor que se encaucen hacia una cuenta de Soros en cualquier paraíso fiscal o en su fondo de inversiones.
Las ONGs se plantean como entidades de influencia en los órdenes administrativos-burocráticos del Estado (repetimos, de aquí a la Conchinchina) para empujar cada vez más el aparato estatal hacia el curso de los objetivos estratégicos. Se insertan en los espacios oscuros o deshabitados por el Estado, que abarcan desde lo jurídico hasta lo simbólico social. Por eso es tan importante el alcance mediático, que en Venezuela se soporta por la SIP y los «medios independientes» que adhieren las líneas narrativas de estos agentes no-estatales.
Como agentes privilegiados por mantener línea directa con instituciones importantes del aparato político-jurídico influenciado por el 1%, sea el Estado privatizado de Estados Unidos o fundaciones dirigidas por sicarios financieros de alto nivel, lo cierto es que el comportamiento de virus anclado es característico de las ONGs, siempre en pro de las interesadas intervenciones humanitarias pasadas, presentes y futuras de la OTAN o del Comando Sur. No en balde responden a instituciones ligadas a Washington como la OEA.
Organizaciones como Provea y Control Ciudadano venden espejitos por oro al tratar de imponer la agenda que deriva de las oficinas decisorias en Washington, con una narrativa que busca la intervención tanto de organismos multilaterales como militares. El caso libio en 2011 es paradigmático.
En Venezuela se autoproclaman como los representantes de la «sociedad civil», en «defensa de los derechos ciudadanos», pero las ONGs no son más que instrumentos de la política exterior estadounidense. Desde 1999, han sido fachadas para el recibimiento de financiamiento extranjero y se han erigido como elementos «ciudadanistas» que desafían la soberanía nacional, toda vez que muchas de ellas no son más que canales para distribuir recursos logísticos y financieros, con otros propósitos muy lejos del catecismo humanitario, ambiental, político o laboral que predican. A esto le llaman «iniciativa filantrópica», un eufemismo para la intervención imperial.