La promoción y ejecución de episodios de violencia callejera en el país no sólo tiene signos de una operación política específica. Tres años de guerra abierta contra el país también tienen un saldo que contar, y se narra a partir del desgaste y las infinitas agresiones a los aspectos más íntimos de la población, en sus rutinas básicas, tanto económicas como culturales, que la componen.
Ahí donde la muerte física o moral muestra sus mayores márgenes de rentabilidad, de aprovechamiento político, de gestoría, por parte de quienes sin manejar el poder real hacen efectivo su condición de notaría para arreglar los papeleos del caos y sus efectos tangibles. La guerra es un negocio, y el vuelto siempre pagan los muchos. No importan nombres ni vidas, sino las mortíferas estadísticas que puedan ser bachaqueadas en el marco de una agenda mayor.
Mientras más se satura la agenda política, económica y mediática en torno a saqueos y disturbios focalizados en distintas zonas del país, la frontera entre acciones de relleno y aquellas que describen un plan sistemático de calle en contra del chavismo se difuminan.
Esa agenda tiene los siguientes rasgos:
No creer en ONGs y medios de comunicación
- Los saqueos, disturbios y «protestas por comida» que se han suscitado en los últimos meses han servido para inflar la retórica del «estallido social» y del colapso generalizado, administrada políticamente por los principales partidos de la derecha y exponentes del fascismo criollo. Su papel como gerentes locales de la guerra contra el país en sus diversos frentes, los ubica como los «elegidos» para capitalizar y conducir el grueso de estas acciones, con el objetivo prioritario de destituir al chavismo del poder.
- Sin embargo, estos acontecimientos también han servido para que ONGs (Provea y Observatorio Venezolano de Conflictividad Social -OVCS-, principalmente), abulten su expediente de criminalización contra el Estado venezolano, ahora con el aliño de la «crisis humanitaria» vía alimentación. Los medios, tanto extranjeros como locales, completan la fracción del relato que necesita exportarse con rapidez, donde Venezuela es ubicada como un país al borde de una explosión social por culpa del chavismo.
- Medios como El Pitazo, Runrunes (que editorializa el tema como «la guerra del hambre») y «los informes» del OVCS, hablan de aproximadamente 254 saqueos en lo que va de año, los cuales van encontrando su punto clímax en el mes que transcurre. Así como estos «informes» y registros omiten las complicidades políticas verificadas en la gran mayoría de estas acciones irregulares, también sirven como materia prima para que medios corporativos como Reuters, AFP, BBC, entre otros, mundialicen la matriz de Estado fallido en Venezuela. Así como Dólar Today, entre más especulativa sea la cifra, mejor. Así los abultados y manipulados datos del OVCS y de medios digitales escuálidos se convierten en un objetivo en sí mismo, en una maniobra de intoxicación y en una conmoción meramente numerológica.
Al César lo que es del César
- En Misión Verdad se han dado claves y señales que ponen de manifiesto el papel de dirigentes escuálidos en el financiamiento, organización y coordinación de acciones irregulares relacionadas con saqueos y disturbios. Voluntad Popular lleva la delantera mediante las gestiones de sus dirigentes,Gaby Arellano y Lester Toledo, y de los alcaldes que gobiernan en municipiosdonde se han generado acciones de violencia callejera. Alcaldes, por cierto, de esa misma tolda política. Según el diputado Ricardo Molina, dirigentes de Primero Justicia también estarían detrás de los saqueos en Cumaná.
- Colocar todos los casos en un mismo saco nos haría coludir con medios y ONGs. El saqueo de una panadería (como en La Urbina, en Caracas), de uncamión de carne (Palo Verde) y otros tantos que se han suscitado en comercios privados en distintas regiones del país, no debe generarnos asombros ni reacciones desproporcionadas. Una cosa es asumir que estas acciones buscan generar un clima propicio para operaciones más agresivas en la calle, y otra muy distinta es defender a los comerciantes porque sí, como si no tuvieran nada que ver con la guerra económica. Las dinámicas propias de la guerra, no la que se compone desde los medios sino la callejera, también los expone.
- Sin embargo, los saqueos adquieren una carga política y mediática distinta cuando observamos que los que de mayor envergadura tienen a Mercal, Pdval, CVAL y rutas de distribución del Estado venezolano en el punto de mira. Esta infraestructura no sólo representa los típicos puntos de venta de alimentos con precios regulados, sino que han cobrado otro papel estratégico de unos meses para acá: servir de base operativa y logística para la distribución de alimentos mediante los CLAP para la población.
- Como vemos a continuación, los saqueos más relevantes y de mayor envergadura, sobre todo por lo operacional y su proyección mediática, no se han dado en comercios privados, aunque hayan existido destrozos focalizados. Han sido Mercal, Pdval y CVAL los objetivos atacados, dato que evidencia el perfil político de estas operaciones: impedir a toda costa el desenvolvimiento de los CLAP y la generación de un sistema de distribución que medianamente rompa con la lógica acaparadora, bachaquera y dolarizante del sector privado nacional y extranjero, hoy en fase de agudización extrema. El actor fundamental a nivel general al frente de dichas acciones son grupos irregulares con conocimiento preciso en el terreno y de las rutas de distribución, capaces de interceptar y afectar la infraestructura de la red pública de alimentos, tanto en su despliegue como en sus terminales. Son grupos preparados, financiados tras bastidores y con información privilegiada para ejecutar estas operaciones, que utilizan tácticas de desinformación, confusión y falsas convocatorias para utilizar escudarse y aumentar el poder de daño.
- Estas operaciones, que se nutren mediáticamente de conatos y hechos consumados de violencia callejera, cierran el cuadro de la guerra económica que había sido inaugurada hace tres años con las patentes del acaparamiento, contrabando y desvío de alimentos: impedir, al mismo tiempo que se agudizan las cosas, que la población pueda acceder a productos regulados básicos para el consumo. Para esta tarea, Voluntad Popular ha demostrado ser vanguardia.
Final de fotografía
Estas acciones irregulares ponen la mesa para que la gran mayoría de la dirigencia del fascismo criollo y la mediocracia global radicalicen su discurso contra el país, en pleno apogeo de la agenda golpista y de la retórica del «estallido social». Tanto ha escalado que incluso la Asamblea Nacional designó un parapeto de comisión para hostigar a los CLAP, donde supuestamente recibirá «denuncias» de la «ciudadanía» para demostrar su carácter discriminatorio.
El liriqueo anti-CLAP forma parte sustancial del discurso de lo más granado del fascismo criollo: Maricori dice que «Los CLAP son el último instrumento que Maduro empleó para doblegar a Venezuela»; José Guerra, que «los CLAP ocasionarán corrupción y confrontación»; y Capriles, que «llamó a los venezolanos a rechazar los CLAP». Profecías que buscan cumplirse y rápido, en el marco de una agenda de demonización total y agresiva contra el chavismo, ubicándolo de un día para otro como el responsable de la grave situación alimentaria. Pero esta situación tiene responsables directos y verificables en la putrefacta clase comercial venezolana.
Y más allá del discurso, de la mera verborrea exagerada y agresiva, está en plena operatividad un organigrama de operaciones, financiamientos, despliegue y complicidades políticas que coluden en el asedio permanente hacia toda estructura que intente frenar los aspectos más agresivos de la guerra económica, focalizados en los rubros estratégicos para el consumo nacional.
No son hechos aislados ni espontáneos. Se corresponden a una mecánica política y económica que tiene tres años aceitándose y que hoy demuestra cómo se distribuye en zonas estratégicas del territorio. El chavismo sigue siendo el objetivo a vencer. Su existencia como una fuerza en permanente movimiento, armada con una solidez política que nos ha permitido resistir tres años de guerra por todos los frentes, es lo que posibilita que en su propio desboque podamos comprender cómo opera políticamente el enemigo.
El chavismo sabe lo que sucede y cómo se desenvuelven las agresiones contra el país. No necesita que le expliquen los acontecimientos como si fuera un carajito que acaba de abrir los ojos. Ese país despierto, vivo, en plena ebullición, forma parte de la reserva política a la cual siempre debemos remitirnos a la hora de interpretar la guerra en curso.