Los correos filtrados de Clinton y el sabotaje a Venezuela

Si bien Hillary Clinton acogió públicamente la mejora de las relaciones con Venezuela como secretaria de Estado, lejos del ojo público ridiculizó al país y siguió apoyando los esfuerzos de desestabilización, así lo revelan los correos que filtró Wikileaks.

En 2010 Clinton consultó a Arturo Valenzuela, su entonces asistente de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, sobre cómo “controlar a Chávez»; Valenzuela respondió: “Debemos considerar seriamente las consecuencias de confrontarlo públicamente, pero debemos buscar oportunidades para que otros en la región nos ayuden”.

Su respuesta se ajusta a la línea estratégica de la embajada estadounidense en 2006, la cual fue revelada en los cables filtrados por Wikileaks: “Un acercamiento inusual a los pares regionales de Chávez en la región logrará una brecha entre él y ellos”, así lo enunciaba un cable confidencial de la embajada. “Si no tomamos en serio cada uno de sus arrebatos, lo frustramos aún más, consolidando el camino a mayores errores de juicio del bolivarianismo. También dejamos sitio para que otros actores internacionales respondan”.

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España fue uno de los países entusiastas en ayudar a Estados Unidos en su estrategia subversiva de relaciones internacionales. La ex secretaria de Estado Madeleine Albright envió un mensaje de la administración del Gobierno conservador de Mariano Rajoy en 2012, en el cual exponía sus intenciones de “reorientar la política exterior española para que trabaje de la mano con Estados Unidos hacia América Latina, especialmente para Venezuela y Cuba…Como transición para Cuba y de forma significante para Venezuela (y quizá en la región andina), un reforzamiento de las relaciones entre España y Estados Unidos será de gran ayuda”.

Al mantenerse vigilante frente a a encuentros regionales, Clinton prestó especial atención a Venezuela. Al responder a una declaración de Naciones Unidas contra el Golpe en Honduras en 2009 – el cual ella apoyó – Clinton distrajo la atención pública con Venezuela dicendo: “Ok, pero alguna vez ¿han condenado a Venezuela por negar la libertad de expresión?”, en un comunicado dirigido al subjefe del gabinete Jake Sullivan. Este respondió: “lo dudo mucho, y eso es solo la punta del iceberg”, a lo que ella recalcó: “Oh, el famoso iceberg”.

Clinton fue cautelosa al no responder a todas las excentricidades de Chávez, pero su equipo siempre insistió que la política venezolana era una amenaza para los intereses de Estados Unidos.

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Un correo en el que se sugería como invertir los fondos del USAID fue específico en abstenerse de apoyar a estados izquierdistas como Venezuela,Ecuador, Nicaragua o Cuba porque ese dinero podría “debilitar el desarrollo democrático y el entregar el control a los populistas”.

Clinton usó palabras como “propiedad local” de forma matizada y así evitar que sus discursos fueran “usados en su contra por demagogos y kleptócratas”, decía en el mismo correo. Los fondos canalizados hacia estos estados no confiables deben acompañarse por “cambios humanos de comportamiento”. La ayuda internacional para Venezuela se cortó, pero las transmisiones para contrarrestar la “propaganda” se amplificaron.

La Junta de Gobernadores de Transmisiones (Broadcasting Board of Governors) – la cual dirige Radio Martí, La Voz de América, Radio Free Europe/ Radio Libertad, Radio Libre de Asia y las Redes Difusoras de Oriente Medio – pidió más fondos en un email reenviado a Clinton en 2010, con el fin de “combatir los esfuerzos diplomáticos de los enemigos de Estados Unidos”, los cuales su director Walter Isaacson explicitó que eran: Iran, Venezuela, Rusia y China.

Esta Junta, con un presupuesto anual de 700 millones de dólares – hoy día de 750 millones, aunque no a causa de Clinton – se encontraba con “mucha competencia de incursiones de otros gobiernos en el espectro de transmisión internacional…incluyendo la venezolana TeleSUR”.

Un mes después, cuando la Junta tuvo que hacer ajustes presupuestarios, la Senadora cubano-estadounidense de Florida Ileana Ros-Lehtinen sugirió enfocar los recursos en países de alta prioridad como Cuba, Venezuela y Ecuador. “Que comience la diversión – y sigamos con nuestros planes”, fue la respuesta de Clinton ante esta propuesta.

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En otro correo de Stratfor se describe a la Junta como responsable de “las agresiones contra Cuba en radio y TV”, las cuales recibieron su propia categoría de fondos del Estado calculados en 40 millones de dólares. La Junta se separó del Departamento de Estado en 1999, con lo que se convirtió en una agencia independiente. “El congreso acordó que la credibilidad internacional de las transmisiones estadounidenses eran cruciales para su efectividad como herramienta diplomática”, así se estima en el presupuesto de operaciones internacionales del Congreso estadounidense en 2008.

Al ignorar a Venezuela, Clinton se dedicó a estrechar relaciones con otros actores latinoamericanos opuestos a la política izquierdista del gobierno.

Su consejera y jefa de gabinete Cheryl Mills le reenvió una recomendación para nombrar a Mari Carmen Aponte como embajadora estadounidense en El Salvador. Aponte, decía el correo, “ha luchado constantemente contra los esfuerzos de Cuba y Venezuela por ganar influencia en Centroamérica y como resultado de sus estrategias de negociación, Estados Unidos y El Salvador inaugurarán un nuevo centro de monitoreo electrónico, financiado por ambas partes, el cual será una herramienta fundamental para combatir el crimen”. Aponte fue designada y luego se convirtió en la asistente de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental.

Clinton también echó fuego al decir “¡Estamos ganando!”, cuando la oposición venezolana ganó la mayoría de los curules en la elección parlamentaria de 2015 y al servir como secretaria de Estado mientras la Administración de Seguridad Nacional de su país espiaba regularmente a Venezuela.