Después de haber propagandizado la «desobediencia civil» como eje fundamental de la «Toma de Caracas», la MUD da dos pasos hacia atrás a escasas horas del evento.
Hay que recordárselos a ellos y a nosotros: los principales voceros de la oposición venezolana (sobre todo Voluntad Popular) durante más de una semana propagandizaron el evento como un «antes y un después», un «punto de no retorno», una marcha que «marcaría la historia política del país».
En estos momentos la realidad comienza a superar su propia ficción. Los esteroides mediáticos y discursivos que habían invertido en la «Toma de Caracas» comienzan a desinflarse. En cuestión de horas, y eso sí que marca para ellos un «antes y un después» en lo político, parecen regresar por la senda de meses anteriores: el 1 de septiembre es transformado en una movilización más como aquellas capitaneadas por Henrique Capriles y que terminaron en un rotundo fracaso.
Porque lo cierto es que la MUD tiene serios problemas para dar el salto cualitativo tan propagandizado en torno al 1 de septiembre: su principal exigencia para la movilización -la fecha de recolección de firmas del 20%- ya es un hecho según lo comentado por la rectora principal del CNE, Socorro Hernández. Entre el 24 y 30 de octubre se iniciará el proceso de recolección de firmas de acuerdo a lo estipulado por la legislación electoral venezolana, la cual está sujeta también a lapsos de impugnaciones y revisiones por las partes involucradas en la activación del proceso.
Y quizás es eso lo que más les duele en estos momentos: la fecha es producto del cronograma del CNE establecido desde el 9 de agosto por su presidenta Tibisay Lucena y no por la «presión ciudadana» del 1 de septiembre. No existe ni heroísmo ni grandes sacrificios que puedan ser propagandizados para darle a su gente una sensación de victoria.
Es simple y llanamente la institucionalidad del Estado venezolano actuando sin presiones ni chantajes de algún tipo, de acuerdo a un cronograma previamente establecido.
A esa debilidad política para movilizar a su gente se le suma una dificultad mayor: durante los últimos cuatro días han invertido cuantiosos recursos mediáticos y políticos en defender a sus dirigentes (Daniel Ceballos, Yon Goicoechea, entre otros) y no en consolidar una narrativa alterna para solidificar políticamente la marcha del 1 de septiembre.
Gastando tiempo en hablar de sus políticos presos y en sus pugnas de poder interno, dejaron de hablarle a su gente. Rompieron el vaso comunicante, la estrategia de convencimiento y el relato político que debe tener un evento tan inflado por el márketing. Es una «Toma de Caracas» sin narrativa de peso, sin músculo discursivo, sin exigencias concretas.
¿Construirán esa narrativa en caliente ese día al mejor estilo de una revolución de color con aditivos de golpe de Estado? Ahí sí debemos estar alertas, ya que los medios internacionales (mejor dicho, los aparatos de propaganda de la oligarquía global) estarán atentos a fabricar falsos positivos mediáticos y operaciones psicológicas para escalar la tensión mediática y la conflictividad en la calle que aguarda Voluntad Popular.
A continuación cinco titulares de medios venezolanos -ninguno es chavista- que evidencian un dramático punto de giro: la «Toma de Caracas» pasó de ser su evento cumbre y definitorio a una movilización más. La burbuja mediática explota en su punto clímax y sus principales voceros no les queda otra opción que controlar los daños y los exabruptos discursivos cometidos, por si las cosas no salen como estaban previstas.
Chúo Torrealba se le impone a Freddy Guevara (quien dijera que la marcha sí iba a Miraflores). Afirma que la marcha no terminará en Miraflores y que «cuando vayan» -nadie sabe cuándo ni cómo- será para quedarse. Muere el verbo de la «desobediencia civil» para el 1 de septiembre y la «Toma de Caracas» se ubica como una movilización ordinaria en la percepción pública:
Henrique Capriles elimina de su repertorio discursivo aquello del «estallido social» y pide no desvirtuar la marcha para que no afecte el revocatorio. La marcha pierde la connotación de punto de quiebre y de carácter definitorio que él mismo le había endilgado:
Freddy Guevara, para evitar que se sigan evidenciando las fisuras a lo interno de la MUD, recalca que la unidad está de acuerdo con ir a movilizarse para que haya voto. El paladín de la «desobediencia civil» y de ir a Miraflores para juramentar a un nuevo presidente el 1 de septiembre da dos pasos para atrás:
Henry Falcón pide que nadie los saque de su camino de progreso y paz, lo que más bien podría entenderse como una punta para Voluntad Popular. Hay que leerlo entre líneas: si es un camino lo que ve Falcón, es porque el 1 de septiembre para ellos mismos es un día más en ese largo peregrinaje hacia el «progreso». No hay «un antes y un después»:
El medio Runrunes replicó una nota de AP sobre la «incertidumbre» del 1 de septiembre. El titular es más explicativo que el resto de la nota: las principales preocupaciones e incertidumbres de la MUD radican en que la marcha chavista se cruce con la de ellos y que el revocatorio quede para el 2017. Pasaron del márketing de la ofensiva y la desobediencia al verbo reactivo y defensivo:
Bonus Track
Si alguien sirve para medir verdaderamente las intenciones de la ultra es Rafael Poleo. Este incendiario de los medios, casi siempre viral por sus extremistas opiniones, afirma que el 1 de septiembre no se va a tumbar al Gobierno, sino a mostrar que la gente quiere referendo revocatorio.
La marcha del 1S no es para propiciar golpe ni cambiar gobierno, sino para demostrar fuerza y valor de quienes exigen referendo revocatorio.