ROGER CAPELLA
PUBLICADO EN 22 MAYO, 2017
Comenzando el año 1979, por múltiples razones, 89 cuadros y militantes del MAS de Carabobo suscribimos un documento de renuncia a esta organización política. La información salió en el cuerpo D del periódico El Nacional. Al día siguiente me llamó José Lira, extraordinario y dilatado militante revolucionario y gran amigo, hoy ausente. Me preguntó qué pretendía hacer después de la renuncia. Le dije, trabajar, ejercer la profesión. No, joda Roger, ni tú mismo te lo crees, dicen que perro que come manteca, mete la lengua en tapara. Después de discutir, me convenció a asistir a una conversación en Caracas, con Alfredo Maneiro. Ya nos conocíamos y sabía de su capacidad de argumentar. Fue una tarde en El Castelinhno. Estaban José, Alfredo y alguien más. No resultó difícil discutir apasionadamente: “todavía estás con un poco de grupitos en una parte del país†Es verdad –me dijo- pero no me equivoque cuando te dije que el socialismo no estaba a la vuelta de la esquina. Ese estilo de construir un partido a la medida de cada militante es muy fácil, cómodo, como lo hace esa cúpula “dañada†del MAS, pero no es en lo absoluto ni revolucionario ni justo ni nada, es una farsa. La propuesta de la causa R es a mediano o largo plazo, y hay que trabajar mucho y duro, pero no engañamos a nadieâ€, resumió. En fin acepté incorporarme a la Causa R de Alfredo.
Conocí a Hugo Chávez en el año 1985, después de lo cual se estableció una relación política y personal muy fecunda. El triunfo de Chávez en Diciembre del 99, mostró de manera indiscutible su liderazgo, su capacidad política y luego su calidad revolucionaria.
Toda la historia política de Chávez y luego del Chavismo ha estado enfrentada, casi que por naturaleza dialéctica, a los significados y significantes de la cultura rentística en cuyo marco se desarrolló la IV República, cuya partida de nacimiento había que ubicarla en el inefable Pacto de Punto Fijo. Ha sido difícil pero no imposible su germinación el en el imaginario popular. Ciertamente, también es mucho lo que hemos remado contra la corriente, pero sin naufragar, y siempre con un triunfo detrás de otro. Sorprendió a muchos cuando su gestión de gobierno comenzó cumpliendo con lo que había prometido durante la campaña electoral del 98: convocar al pueblo venezolano a una Asamblea Nacional Constituyente y dotar al pueblo y a su gobierno de un orden jurídico que liberase las cadenas para que Venezuela pudiese avanzar y sentar las bases para un cambio social, económico y político profundo.
Consciente el conductor de ese proceso, y quizás sin conocer la ley de la dialéctica, negación de la negación, comprendió que en el futuro se presentarían nuevos retos a la sociedad venezolana para vencer a la vieja oligarquía y a una burguesía parasitaria, nacional importadora y rentista (porque era el sector que más se beneficiaba de la renta petrolera). Chávez comprendió que esta constitución Bolivariana negaba implícitamente el pleno desarrollo de esta Revolución. Había que renovarla, hacerla de un contrafuerte, adaptarla a los nuevos retos, consolidando los logros y sentando las bases para una sociedad socialista futura, ahora en franco proceso de una pugnacidad de clases. A esta revolución había que dotarla de principios que le confirieran un rostro propio, con sus propias características, con su autenticidad.
Así el artículo 347, señala que una nueva Asamblea Nacional Constituyente tendrá por objeto transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y crear una nueva constitución. El artículo 348 establece claramente quién o quiénes pueden convocarla y el 349 ordena taxativamente al Presidente y a los poderes constituidos respetar las decisiones de la nueva constitución. Por cierto que no dice en ninguna parte que debe ser sometida a referéndum una vez aprobada. Esto supone que será potestad de dicha Asamblea proponer esa consulta.
El llamado a convocar una Asamblea Nacional Constituyente, desaparecido físicamente nuestro líder, queda en manos y en el peso del liderazgo de Nicolás Maduro y el pueblo venezolano. Maduro ha mostrado su capacidad política y calidad Revolucionaria para tal empresa. En estos momentos en que una vez más la derecha fascista bajo la tutela y sometida a la complicidad con el imperio norteamericano, intentando ensangrentar, destruir, liquidar la sociedad Venezolana, la respuesta Revolucionaria ha sido convocar una constituyente como espacio donde la sociedad, la que no abraza la violencia y respeta la Patria de Bolívar, mediante el diálogo fecundo siente las bases para el nuevo estado, constitucionalice los logros de esta Revolución y genere instrumentos que garanticen la PAZ.
Esto debe quedar bien claro. No puede ser una constitución que declare el socialismo a ultranza y para ya, y tampoco un retroceso a los importantes logros del proceso Bolivariano. No puede ni se debe engañar a nadie que esta constituyente será una varita mágica que vendrá a resolver todos y cada uno de los problemas de los 30 millones o más de seres que convivimos en esta hermosa y amada Venezuela. No puede haber demagogia de derecha, pero tampoco de izquierda. La constituyente no puede ser un traje a la medida de cada quien. Tengo la convicción que se establecerá un debate de mucha calidad, porque en estos 18 años, gracias al esfuerzo politizador de Hugo Chávez y de la magnífica manera que Maduro lo ha interpretado, el pueblo a alcanzado un nivel de cultura política extraordinario. Demostraremos al mundo que alcanzaremos nuestro socialismo, profundizando la condición democrática y libertaria de nuestra Revolución, y que lograremos la PAZ, con el PUEBLO HEROICO, que resiste y lucha, trabaja, estudia y ama.
Pero no quiero dejar dudas, conozco el pensamiento de Chávez, somos parte de una Revolución pacífica, civilizada, incluyente, pero también armada. Todo Chavista debe ser un soldado de la CONSTITUYENTE.