Usted es el objetivo de las sanciones gringas

Augusto Márquez

Estados Unidos, que es algo así como el partido político de grandes empresarios y militares dedicados al negocio de la guerra, acaba de darnos un golpe agresivo, directo al corazón de la economía del país: Pdvsa. Uno que está diseñado para no dejar los moretones en lo inmediato sino a mediano y largo plazo. Pasaron la raya definitivamente.

Rápidamente para cuidar las formas y tapar el pasado reciente ante la gravedad del asunto, la dirigencia antichavista, sea en su capítulo Almagro, María Corina Machado o Julio Borges, comentan que las sanciones financieras -que solicitaron- son contra «el régimen» (el Gobierno de Maduro).

Sin salida de emergencia para que escapen las contradicciones, mientras la fragmentada MUD en su comunicado refiere que «los venezolanos no pedimos sanciones» (negando la reunión de McMaster con Julio Borges y las de Florido con Marco Rubio, entre otras tantas no públicas), Luis Almagro dice contento que son «instrumentos de defensa de la democracia y derechos humanos».

Por más que los medios operen en pro de quitarle peso a las sanciones, en omitir a sus patrocinantes, hay un hecho innegable: por primera vez en la historia republicana de Venezuela actores políticos internos piden a una potencia extranjera tomar acciones que devasten el país donde nacieron. Dato que más allá de decirnos que son miserables, jalabolas y apátridas, que sí lo son, expresa algo mucho más profundo: les importa poco lo que le pase a Venezuela, a su gente y a su territorio. No son venezolanos. Sólo representan la versión criolla de McMaster y Donald Trump.

Son gringos en espíritu y estructura mental, en visión de mundo. Un producto fiel de eso que llaman globalización: la destrucción de toda cultura, símbolo y relato que se oponga a la macdonalización cultural que encarna Freddy Guevara.

Por qué el objetivo es la destrucción podría preguntarse. Los bonos e instrumentos financieros de Pdvsa o del país, los mercados de deuda y el riesgo-país, atacados con estas sanciones gringas pueden sonarnos lejanos.

Y es precisamente esa brecha es utilizada por los medios y opinadores antichavistas para decir «no se preocupe por las sanciones, que si usted no tiene bonos de Pdvsa o del Banco Central entonces no le afecta, Trump está con usted»:

Pero porque el tema sea alejado en términos de lenguaje, no quiere decir que no tenga efectos y consecuencias para nuestra vida cotidiana. Incluso usted cuando le pide prestado dinero a alguien por una urgencia, o cuando va al banco a pedir un crédito por la misma razón, usted hace lo mismo que Pdvsa o el Banco Central: endeudarse para resolver una situación difícil y urgente.

Sólo que usted no le dan un bono o un papel que diga cuánto debe pagar por lo que le prestaron. Simplemente le fijan una tasa de interés y unos pagos mensuales en caso de ser un préstamo bancario, y en el caso de un prestamista, los telefonazos y las presiones que le recuerdan diariamente la deuda contraída.

Venezuela es una familia de más de 30 millones de venezolanos. Vive de un único sueldo que es el petróleo. De ese sueldo el 95% lo genera Pdvsa. Con ese dinero que nos pagan por vender petróleo se importan alimentos y medicinas, se pagan las deudas, y se le venden dólares a empresas privadas para que sean los intermediarios entre los puertos del país y las fábricas del extranjero. Lo único que han hecho en los últimos 100 años.

En los últimos tres años nuestro sueldo como país se redujo en un 55%: cayeron los precios del petróleo y por ende la inmensa cantidad de productos básicos que abarrotaban los anaqueles a precios cómodos. No fue culpa del Gobierno como algunos dicen, sino de quienes desde hace 100 años (los amos del valle) establecieron que esa era el único sustento que debía tener Venezuela.

Es lógico entonces, así como lo haría usted en su vida cotidiana si lo botan del trabajo o le rebajan el sueldo, que Pdvsa y el país busque dinero afuera para resolver la urgencia del momento como es la importació  de alimentos y medicinas.

Ahora imagine que ni el prestamista ni el banco le presta dinero cuando más lo necesita y que le montan una campaña de propaganda con familiares y amigos de «mala paga». ¿La situación se pone color de hormiga, no?

Es eso lo que a solicitud de la dirigencia antichavista acaba de hacer EEUU con sus sanciones contra Pdvsa: limitar que pueda pedir prestado afuera para sostener y ampliar los CLAP e importar medicinas básicas, acomodar hospitales y escuelas, comprar repuestos para la industria y realizar inversiones sociales que nos benefician a todos. El tema como que comienza a escucharse menos lejano.

Con esas acciones empresas o prestamistas estadounidenses, u otros que tengan negocios en el país, la justicia de EEUU los amenaza con perjudicarlos si le prestan dinero a Venezuela. Y es con ese dinero que el país subsiste.

Las sanciones no son contra «el régimen», sino contra usted, se declare chavista o foribundo opositor. El objetivo es elemental y también bastante criminal: deteriorarnos la vida con mayor inflación, afectar la distribución de los CLAP y otros subsidios básicos, como un mecanismo extorsión política. La próxima vez que Julio Borges, Luis Florido, Lilian Tintori o Freddy Guevara le digan que «la comunidad internacional está con nosotros», que sus reuniones con altos funcionarios gringos son para «ayudar al país» y que los Estados Unidos son «nuestros mejores aliados», piense en todo lo contrario: esas acciones buscan dañarlo a usted, castigarlo, someterlo a una situación de mayor precariedad económica para que se enfurezca contra el gobierno; una operación que tiene todos los rasgos de un secuestro con fines políticos y electorales.

En el mediano plazo se verán los verdaderos alcances de la Orden Ejecutiva firmada por Trump, en las primeras de cambio anuncian de por sí una radicalización de Estados Unidos. El Gobierno venezolano, en lo inmediato, arma medidas alternativas de financiamiento con aliados internacionales como China y Rusia para buscar salidas rápidas a los costos sociales y económicas que intentan producir estas sanciones. No se queda de brazos cruzados, recurre rápidamente a buscar soluciones inmediatas.

Que hayamos llegado hasta aquí también revela un dato político que es imposible eludir: Estados Unidos nos aplica un bloqueo financiero para vengarse de la Constituyente, certificando nuestra ofensiva política sobre sus aliados locales.

No nos llamemos a engaños. Una de las principales potencias económicas y militares del planeta, hoy en un marcado deterioro, le tiene el ojo puesto a Venezuela. País que por más pequeño que se vea en comparación, desprovisto de portaaviones y submarinos nucleares como recursos de disuasión, ha logrado desarticular con política e inteligencia el mismo plan (las llamadas revoluciones de colores diseñadas por EEUU) que desangraron países de África, Medio Oriente y Europa. No es cualquier cosa lo que frenamos en estos últimos cuatro meses.

El tamaño de las agresiones que recibimos sigue siendo proporcional al tamaño de nuestra dignidad.

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