Henry Ramos Allup voltea la mesa

Augusto Márquez

Remontémonos a la Mesa de Diálogo de 2016 posterior a la suspensión de referendo revocatorio por 12 tribunales penales del país.

Chúo Torrealba, Henri Falcón, Carlos Ocariz, Enrique Márquez y un emisario de Henry Ramos Allup, anómino de nombre Luis Aquiles Moreno, se sentaron en aquella mesa de clavos junto a Nicolás Maduro y los acompañantes internacionales consensuados.

Vinieron críticas, gritos, insultos y ataques contra ellos. Acusados de traicionar el revocatorio y oxigenar a la dictadura en un momento donde creían que estaba débil, Freddy Guevara y el resto de la generación Voluntad Popular (incluya también a Maricori, que nunca creció) para capitalizar la sed de sangre en redes sociales.

La presión hizo que los viejos y experimentados se levantaran de la mesa, marcando un conflicto entre quienes ven la política como un juego de Xbox (algo así como una final de la Champions en ProEvolution 2017) y quienes saben que la política consiste en ganarle a tu adversario con negociación. Pero son tiempos donde Twitter, Facebook e Instagram suplantan la realidad, y hacen creer que lo que sale allí es reflejo fiel de lo que siente la gente o de lo que ocurre en la calle. La falla de origen.

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El plan para reeditar la violencia de 2014 estaba listo. Es falso que su ejecución nació espontáneamente como respuesta a dos sentencias controversiales del TSJ. Ya tenían pulido el financiamiento extranjero, los insumos (bélicos y mediáticos), el capital político y la narrativa de «todo o nada».

Comenzó la estampida el 4 de abril. Voluntad Popular asumía nuevamente la vanguardia de la oposición venezolana, imponiéndole a los viejos experimentados (incluya aquí a Henry Ramos Allup, Henri Falcón y al geriátrico completo de Un Nuevo Tiempo) su agenda de violencia, muerte e intervención extranjera. La promesa, la misma de siempre: derrocar al Gobierno al estilo joligudense.

Creyendo que no tendrían resistencia después de eso, ni militar ni popular, gobernarían Venezuela tranquilamente en beneficio de los gringos. Toda una escena final de Narnia.

Y según el plan, los primeros días y semanas salían bien: aumentaba la cantidad de muertos exponencialmente, buenas fotos de movilizaciones para la prensa mundial en Los Ruices o en la Autopista Francisco Fajardo y el caos se propagaba.

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Los viejos por cálculo político se pegan rápidamente a la agenda. No porque no les quedaba de otra, sino porque si Voluntad Popular consumaba el fantasioso plan de sacar al Gobierno e ir a unas elecciones adelantadas, ellos también cobrarían por los apoyos prestados, por quedarse callados la boca y legitimar los horrores que vendrían. No es que no estaban de acuerdo, sí lo estaban pero querían tener cerca la salida de emergencia. No existen las buenas intenciones.

Todo cambia con la convocatoria del 1° de mayo a una Asamblea Nacional Constituyente. Ahora el objetivo fundamental de la generación Voluntad Popular no es derrocar a Maduro sino «frenar la Constituyente». Comienza a generar sospecha los gritos excitados de Freddy Guevara de que ya faltaba poco para salir del chavismo.

Continúan los trancazos y las lamentables muertes, ahora con el aditivo de los asesinatos políticos y crímenes de odio, aumentando lo que se conoce como los costos políticos: básicamente la responsabilidad que tienes por una determinada acción o estrategia política.

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Se acerca la Constituyente. De extremo a extremo todos los dirigentes plegados a la agenda de Voluntad Popular llevan sobre su lomo el peso de las muertes y el caos de más de tres meses, el descontento de sus propios seguidores y la molestia de los más radicales por no ver el objetivo final consumado.

Y ahí es donde comienzan los juegos del hambre. El mes de julio transcurrió entre llamados a entendimiento con el Gobierno nacional por parte de Henry Ramos Allup, Henri Falcón y el club de carcamales de Un Nuevo Tiempo, intentando desligarse de las responsabilidades del caos. Se escucha un «Acuerdo de Gobernabilidad» en voz de Ramos Allup a pocos días de la elección a constituyentistas, que no plantea la salida de Maduro o de la Constituyente sino la carta de navegación a utilizar para no matarse cuando sean gobierno.

Va disminuyendo la convocatoria a trancazos y secuestro autoinducido de Voluntad Popular. No se cumple la inhabilitación de centros electorales para impedir la votación el 30 de julio. A más de tres meses de violencia y a pocos días de cruzar lo que los gringos llamaron la «línea roja», no hay fractura en la FANB, los magistrados paralelos quedan como una caricatura, Tarek William Saab no se doblega, no hay ningunas elecciones generales y el plebiscito fraudulento del 16 de julio queda como un saludo a la bandera.

El Gobierno no estaba contra las cuerdas, como en 2014 Voluntad Popular se lanzaba por el abismo de un plan imposible.

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Días antes el presidente Maduro reveleba que había conversaciones con sectores de la oposición, reviviendo de facto el monstruo del diálogo para los radicales. Freddy Guevara lo niega, Henry Ramos Allup le da la vuelta para no afirmarlo del todo. Es innegable que las regionales estaban como principal carta sobre la mesa, en menoscabo de los trancazos y la guarimba institucional de conformar un «gobierno paralelo».

Sucede la elección del 30 de julio con el ruido de la violencia paramilitar en los estados andinos. Súbitamente aumenta el contador de muertos. Fuera de esos lamentables hechos en vastas zonas del país la elección ocurre con normalidad, augurando una participación inédita.

El dato político de la jornada y del conflicto en general expresa su contundencia al día siguiente: el chavismo obtiene una victoria política, Voluntad Popular se queda sin combustible, la oposición con una crisis de liderazgo, sin norte político, con la credibilidad en el piso. Motivo de profunda rabia de sus seguidores y de vergüenza de sus aliados internacionales. Se abre entonces un escenario de fuertes disputas internas entonces por definir las candidaturas (todos se creen ganadores ya) o incluso uno más bizarro: ¿protestas y trancazos de la oposición en contra de la misma oposición?

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Hoy Henry Ramos Allup confirmó en Globovisión que Acción Democrática iría a las elecciones regionales y luego a la de alcaldes (seguramente el resto de club de viejos lo acompañará), reconociendo de facto al CNE y al Estado venezolano que Voluntad Popular tanto capital político puso en desconocer. Confirmando también las negociaciones que habían sido negadas.

El cálculo político no es otro que reconocer al Estado y desligarse de Voluntad Popular, para que la generación lechuguina y petrimetre, presumida y egocéntrica, pague los costos políticos de los muertos y el caos en las calles y de haber llamado abiertamente a una intervención gringa con sanciones y bloqueo financiero.

Así como la yerba mala nunca muere, un adeco histórico siempre encuentra los vericuetos por donde reaparecer en una posición de ventaja. Con esta maniobra que pone en crisis a la oposición venezolana, Henry Ramos Allup y sus congéneres, así como sectores de Primero Justicia (Julio Borges ya asomó la posibilidad) tienen una excelente oportunidad para sacar del juego a su generación de relevo, o al menos, aislarla y exponerla al escarnio de sus radicales seguidores; quedar solos en el juego político con el Gobierno. Así de caníbal como lo lee será en los próximos días por venir.

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 Henry Ramos Allup y compañía saben que serán asediados, insultados y escupidos por redes sociales. Poco importa eso cuando ven la posibilidad real de capturar trozos de renta petrolera (situados constitucionales) en Gobernaciones y Alcaldías, con miras a una campaña por las presidenciales, sin un Freddy Guevara, Henrique Capriles o Leopoldo López que estorbe en el camino. O que al menos, si lo va a transitar, sea en silla de ruedas, en términos políticos claro está. Es un adeco.

Error de ellos por hacer política con base al espejismo de las redes sociales. Los adecos son los tipos más odiados de la historia venezolana y siguen vivos políticamente.