2017. Por allá en enero se nos presentó con esa calma que inclusive no vivíamos desde hace mucho las fuerzas chavistas, veníamos de un duro año arrastrando aún el lastre de la derrota propiciada por el enemigo interno aquel 6 de diciembre de 2015, veníamos sufriendo los embates de una guerra económica marcada por la escasez de alimentos, la especulación galopante y el miedo inducido a morirnos de hambre que una y mil veces todos los agoreros del desastre (de derecha e izquierda) junto con los grandes medios de comunicación (internos y externos) se encargaron de sembrar en cada uno de nosotros.
Pero aún así como pueblo chavista resistimos, nos negamos a doblegarnos ante nuestro enemigo histórico, y en ese 2016 nuestro alto mando político nos convocó a la calle en esa necesidad de moralizarnos, para entrar levantando vuelo en un 2017 donde el directorio revolucionario y Nicolás Maduro sabían que se libraría una batalla, la cual definiría los ritmos de hacer política de cara a las elecciones presidenciales de 2018.
Política real: sustento de las bases chavistas
La calma de esos dos primeros meses de 2017 fue un reconstituyente para enfrentar las dificultades sorteadas en 2016, pero que a partir de ahora tomarían matices extremistas, y así sin aviso luego de que se «rompiera el hilo constitucional» en aquel triste discurso de Luisa Marvelia, el primero de abril de 2017 entramos en la espiral de violencia, que por más de 120 días vivimos a través de las guarimbas. Es allí donde el cierre magistral de este año en lo político tiene su génesis: desarticulamos la antipolítica que nos quisieron imponer a través de la violencia.
Entre el desconcierto, se nos vinieron dos procesos electorales mediante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), instrumento que se encargó de desarticular toda esa antipolítica violenta que nos azotó, y unas elecciones regionales que dejaron sin argumento alguno al enemigo y que terminó atomizándolo de la manera más práctica y con el más mínimo esfuerzo.
Pero cuando ya creíamos que el año cerraría con estas sendas victorias, se nos convoca nuevamente a un proceso de elecciones municipales, donde nuevamente obtuvimos una victoria más que contundente.
Detengámonos un momento en analizar el contexto de estas tres victorias, y sobre todo esta última que arroja unos resultados que, ni en 2008 con el mismo Hugo Chávez a la cabeza, y en un clima de aparente tranquilidad y estabilidad, se dan unos resultados que en un primer boletín oficial ya mejoraban abismalmente los obtenidos en procesos electorales anteriores.
Existen dos claves a mi parecer fundamentales para dicho triunfo:
- Las bases y la política real. El hecho político, como costumbre que habita el cuerpo, está más vivo que nunca en las diferentes formas de organización, llámese UBCH, Consejos Comunales o CLAP, sobre todo este último el cual ha llevado a las bases a la discusión real de fondo del hecho político como estructura para construir un país distinto al que conocemos y para enfrentar los desafíos de la guerra.
- Las herramientas para realizar la política en medio del asedio. Nicolás Maduro ha superado con creces la pregunta que muchos se han hecho desde aquel 8 de diciembre de 2012: ¿Por qué debía ser él quien ocupara la presidencia de la República y no otro sujeto? Sencillo: hábilmente y sin caer en el juego del enemigo, ha creado una serie de condiciones para mantener el hecho político dentro de los barrios, las casa, el trabajo, las urbanizaciones, etc… Y el mayor rédito está en que dichas condiciones han sido instrumentos útiles para sortear el asedio impuesto por el enemigo, tal como el Carnet de la Patria, el movimiento Somos Venezuela, el plan Chamba Juvenil, el Congreso de la Patria, entre otros.
Ahora partamos de un hecho. Los resultados obtenidos aunque muy favorables demostraron también que los procesos electorales anteriores a este crearon las condiciones favorables para que la atomización del enemigo interno desde el plano organizacional quedara totalmente evidenciado. La ANC y su posterior convocatoria a unas elecciones regionales, desmovilizó abruptamente a una masa opositora que nuevamente volvió a creer que, en cuatro meses, el Gobierno saldría del poder.
En su agenda lo político está de último, y es allí donde el chavismo terminó de desarticularlo. Evidencia de ello es la alta abstención que del lado opositor se vivió, sin embargo hay que señalar que solo es muy alta para lo acostumbrado por nosotros, no así para un proceso de elecciones municipales, en un país como el nuestro netamente presidencialista, ya quisieran muchos países del continente o del mundo alardear de un margen de abstención como el obtenido en estas elecciones municipales, al momento de realizar sus procesos electorales.
Las elecciones municipales de 2017, dentro del análisis estadístico, reflejan un dato comparativo interesante, aclarando que cada elección ha sido bajo un contexto distinto (2008 bonanza petrolera; 2013 muerte de Chávez y asedio económico en sus comienzos; 2017 guerra económica, sanciones internacionales, bloqueo financiero y guarimbas), pero en lo particular y evitando la euforia del triunfalismo es importante reconocer que el éxito de estas elecciones y los números que presenta, responden a un diseño político y a una estrategia pensada. Antes de convocar a una ANC para muchos no tenía un norte definido, pero que en solo cinco meses de desarrollado un conjunto de condiciones para ganar dos elecciones importantes y complicar la imagen del bando opositor en el extranjero.
Los siguientes gráficos muestran en números a qué nos referimos:
Gráfico N°1. Comparativa Municipales 2008-2013
Gráfico N°2. Comparativa Municipales 2003-2017
A la luz de estos datos es innegable el avance y los espacios recuperados en medio del mayor asedio sufrido por este territorio desde los tiempos de Cipriano Castro, la transición 2008-2013, auspiciada por la incertidumbre tras el fallecimiento de Hugo Chávez y la desconfianza en las capacidades de Nicolás Maduro para asumir las batallas que se venían. Par de datos: se mejoraron los números obtenidos con Hugo Chávez a la cabeza de la Revolución, y de paso en menos de dos meses recupera alrededor de 945 mil votos para la causa chavista, desde la última medición en las elecciones regionales de 2017.
Salimos airosos en un año que pintaba el más complicado de todos. Si a esto le añadimos que estos procesos electorales fortalecen elementos estratégicos para el desenvolvimiento de 2018, tales como las mesas de diálogo en República Dominicana, donde en una próxima sesión y con una envidiable posición fortalecida por estos eventos electorales (sobre todo el último), hará exigencia plena a los factores de oposición que intercedan antes sus aliados internacionales, el cese del bloqueo económico y financiero al que nos vienen sometiendo, y más aún exigir un acuerdo de convivencia que le permita la realización de unas elecciones presidenciales en condiciones de plenitud y calma, a sabiendas de que para las mismas el chavismo hoy por hoy en el quehacer político, en la práctica desde las bases, está más moralizado que nunca.