La Casa Blanca en crisis: contundentes victorias del Eje del Mal en 2017

En contexto, desde el advenimiento de la Administración Trump a la Casa Blanca, la política exterior estadounidense ha cruzado nuevos umbrales y se ha salido de control. Se ha tornado, podríamos decirlo, sumamente rudimentaria, evidentemente errática y claramente más peligrosa.

Donald Trump con su «particular» estilo ha colocado a la política estadounidense en encrucijadas de rupturas en temas sensibles como el comercio exterior, con la salida de Estados Unidos del Tratado Trans-Pacífico (TTP), el abandono del Acuerdo de París sobre el cambio climático y la salida de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Migrantes. Intentando modular la política exterior global, Estados Unidos ha visto, por el contrario, su aislamiento.

Por otro lado, abrir en simultáneo nuevos frentes de asedio militar y sanciones contra media humanidad, al mejor estilo ramplón de la vieja escuela, tampoco ha servido para consolidar lo que en otros tiempos fue una política exterior dinámica, vigorosa y -en términos prácticos para el imperialismo- políticamente eficaz. Si vemos como un parpadeo el año 2017, ya que en política exterior un año es sólo un breve instante, veríamos que el saldo para EEUU es sumamente negativo. Podríamos inferir que hay pocos referentes tan negativos para la política norteamericana en tan breve tiempo.

Históricamente EEUU instaló la narrativa de «Eje del Mal» para referirse a todo grupo heterogéneo u homogéneo de países que han contravenido su política exterior, y el año 2017 ha sido emblemático para estos actores -llamémoslos así-. Hagamos algunas referencias.

-Assad y Putin ganan la guerra contra el Estado Islámico. La creación más monstruosa en era reciente de la política exterior estadounidense, el Estado Islámico, experimento de mercenarización de los conflictos y elemento de nuevo tipo para el desarrollo del emprendimiento bélico, ha sido derrotada en Siria. La formidable acción del Ejército Árabe Sirio, las milicias sirias, la solidez política de Bashar Al Assad y la incursión de la Federación Rusa, quienes conjuntamente con aliados chiítas en la región como Irán y Hezbolá del Líbano, debilitaron, desarticularon y desmembraron los reductos duros del ejército mercenario más poderoso que se haya conocido en la historia contemporánea.

El armamento provisto por Occidente y el financiamiento de las monarquías salafistas del Golfo Pérsico (a los sauditas no les gusta ese último adjetivo) no fueron suficientes para detener el ocaso del Estado Islámico, quienes militarmente aparecen desperdigados vagando de un rincón a otro entre Siria e Irak. Al Assad permanece en el poder y EEUU ha manifestado (sin más remedio) que reconocerá su mandato hasta el año 2021, una vez que hayan fracasado todos los esfuerzos de la Casa Blanca en deponerlo. La balcanización de Siria como planteamiento estratégico de EEUU en Medio Oriente ha sido diferida y hoy es política y militarmente inviable.

-Rusia emerge en la escena global como pivote de liderazgo. Si estamos ante el desarrollo de una nueva «guerra fría», en el plano político Rusia la está ganando justo ahora. Esta referencia no apunta sólo al liderazgo de Vladimir Putin como un «Zar del mundo multipolar»; el asunto es que Rusia logró en 2017 dejar sin efecto las sanciones políticas y económicas que les fueron impuestas por Washington y Bruselas. Así como ha desarmado el peligroso conflicto en Ucrania. También derrotó al Estado Islámico en Siria, y no menos importante: se ha consolidado como contrapeso a la hegemonía militar de EEUU en cualidades similares a las conocidas en tiempos de la Unión Soviética.

Su alianza estratégica con China, que es modulada integralmente y que tiene una proyección y profundidad inédita, ha servido para que la nueva referencia de liderazgo político y militar global se encuentre en Eurasia, una relativa solidez ya que la política exterior de la Federación aparece en todas las escenas de conflicto a escala planetaria como factor de equilibrio, reacomodo y necesaria proporción.

-China va ganando la gran guerra económica. La creación del TTP apuntaba directamente a China como objetivo estratégico. Era una creación del «Estado profundo» norteamericano que históricamente ha transnacionalizado su economía y que ha dejado de sentirse cómodo con el outsourcing a China, cuando esta se volvió imparable por fuero propio. Barack Obama había dejado todo en orden para que las economías de toda la cuenca del Pacífico global, desde América Latina e incluso hasta Europa occidental, reivindicaran el liderazgo económico de EEUU. Pero Donald Trump aparece, abandona el tratado y se lanza a la aventura de atraer «empleos estadounidenses de calidad» al desmembrado tejido industrial de su país.

Desde 2001, China ya había llamado así a su proyecto económico a gran escala: «La nueva ruta de la seda». Reconoce a Asia, África y Europa como un solo referente geográfico, un espacio geoeconómico, un modelo para armar, dinamizado mediante la inserción de recursos como infraestructura, financiamiento y apertura y fortalecimiento de rutas comerciales. En 2017, China lanza su proyecto de proporciones globales como una respuesta al TTP.

Pero China consagra mucho más en este año. Se abre paso a la ruptura de la hegemonía del dólar estadounidense y prepara a la vista del mundo entero un nuevo sistema de pagos de materias primas como el petróleo. El petroyuan tendrá respaldo en oro y los valores de referencia vendrán desde la bolsa de Shangái. El PIB real de China supera al de EEUU.

Mientras Donald Trump, en evidente desfase de su situación como líder de un imperio en decadencia, se refiere a la «amenaza económica a los intereses estadounidenses por parte de China» y azuza con tensiones militares en el Mar de China meridional, el alcance y la efectividad de la muy consistente y expansiva economía china le permite colocarse en las barbas de EEUU como segundo aliado comercial de Latinoamérica. Según un informe de este año de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), en 2018 China superará a EEUU como principal aliado comercial de esta región.

-Trump pierde el control y Kim Jong-un adquiere poder nuclear. A la Administración Trump le ha correspondido lidiar con muy pocos recursos políticos el advenimiento de situaciones que, como la gravedad, son ineludibles. Corea del Norte ha adquirido poderío nuclear y esto desde hace 20 años se veía venir. Para tragedia de la política exterior estadounidense, Corea del Norte alcanza este grado de disuasión militar justo cuando el presidente más torpe y bocón que ha tenido la política gringa ocupa la Oficina Oval. El resultado ha sido dramático para Asia y el mundo, con el incremento de declaraciones, amenazas y movimiento de pertrechos militares que han colocado al globo entero en un momento de alta peligrosidad y tensión, abriéndose paso la seria posibilidad de que un conflicto de proporciones nucleares pudiera estallar.

Kim Jong-un adquiere armamento nuclear que podría alcanzar la costa oeste de EEUU y se glorifica cumpliendo su promesa de este año al volverse un factor de fuerza de referencia, luego de 50 años de bloqueo económico y asedio militar norteamericano contra su país. La Casa Blanca ha respondido con la instalación del Sistema Antimisiles THAAD y ha colocado a Corea del Sur y a Japón como vasallos y protectorados militares para contener una amenaza que se ha acrecentado porque Washington no ha desarrollado mecanismos de interlocución política, ya que insiste en la política de sanciones.

Además el presidente gringo no puede mantener la boca cerrada. Que Trump emplee la política el estilo televisivo «You’re fired!» o que crea que la escena global es un bar de strippers no sólo está resultando mal para EEUU. Estos eventos podrían también arrastrar a la humanidad entera hacia el desastre.

-Erdogan se ha ido por sus fueros. Recep Tayyip Erdogan, hasta hace poco vasallo favorito de EEUU en el extremo más oriental de la eurozona y ángulo sensible de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), se ha deslindado de manera abierta y seguramente irreparable del entramado de relaciones con EEUU. Erdogan ha cruzado un umbral que lo colocó jugando del lado ruso en Siria y con respecto al Estado Islámico. Ha dado vuelta de hoja a sus relaciones con Israel y pasó a ser ahora un nuevo miembro oficial del Eje del Mal al sobreponerse al intento de golpe militar que sufrió en 2016, con patrocinio de la CIA. Turquía ha comenzado un nuevo conjunto de relaciones y está repensando su rol en la escena regional. Ese viraje es, en esencia, un elemento ilustrativo de cómo EEUU está perdiendo influencia.

Turquía continuará desarrollando una política de «bisagra» energética al volverse la «Ucrania» (atravesada por oleoductos y gasoductos) de Eurasia conectando al Medio Oriente con Europa. Es altamente probable que Donald Trump no pueda ubicar a Turquía en un mapamundi, mientras tanto el gobierno de Erdogan está dándose un rol de pivote sensible que puede negociar con todos y hacer política exterior a sus anchas. La ruptura entre Turquía y EEUU tiene al año 2017 como el año de Erdogan como factor pragmático por excelencia de la política, en una zona medular del planeta.

-Trump pierde en su primer año contra Nicolás Maduro. Luego de que se tiranizara insistentemente a la Revolución Bolivariana y del precedente nefasto de Barack Obama criminalizando a Venezuela al declararla una «amenaza inusual y extraordinaria» para la seguridad de EEUU, el 25 de agosto de 2017 Donald Trump abrió un ciclo de sanciones abiertamente dispuestas para asfixiar y anular la economía venezolana.

Sobre la base legal del Decreto Obama, Trump enfiló una Orden Ejecutiva que ha servido para un recrudecimiento acelerado de operaciones de cerco a la vida económica de Venezuela, en un ciclo de alta vulnerabilidad financiera, por la caída del precio del petróleo y la dependencia venezolana de la renta petrolera.

La Casa Blanca tuvo a Rex Tillerson, ex CEO de ExxonMobil, como factor clave (y esto no es casual) en una ruta de golpe de Estado contra el país petrolero, y durante 2017 EEUU patrocinó cercos contra Venezuela desde la Organización de Estados Americanos (OEA) y en articulación con la Unión Europea. Por otro lado, impulsaró el desarrollo de una «revolución de color», una escalada violenta cometida por los factores antichavistas en Venezuela durante meses, que dejó saldos en muertes, daños patrimoniales y conmoción.

Pero el chavismo logró desarmar el conflicto interno, subordinó a la política a sus adversarios y ha logrado sostenerse como fuerza políticamente legítima al organizar y ganar contundentemente tres elecciones en 140 días. Aun con una adversidad económica en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro sigue al mando contra todo pronóstico y deshaciendo las previsiones que estaban sobre la mesa en EEUU. Ha resultado ser un hueso muy duro de roer y esto ha irritado a la Casa Blanca al punto de llevar a Donald Trump a la posición desaforada y frenética de amenazar con una intervención militar en Venezuela, creando con ello lo que ninguno de sus predecesores hizo desde John F. Kennedy: establecer una amenaza real de conflicto militar a cientos de millas náuticas del sur de la Florida. En términos geopolíticos, una completa barbaridad.

El cerco contra Venezuela es complejo, dado que también está protagonizado por vasallos regionales claves como Brasil, Argentina y Colombia, y supone el artejo que relega a Venezuela a constituirse como un factor regional de «inestabilidad». Pero por otro lado Venezuela ha sabido desarrollar en el bloque ALBA-Petrocaribe un factor medular de relacionamiento que ha roto el cerco. Tanto es así que EEUU ordenó la creación del «Grupo de Lima» como un foro externo a la OEA para propagar un cerco diplomático que no pudo concretarse en aquella institución: un adefesio a la política regional y algo que EEUU nunca tuvo que hacer, pues jamás en décadas el Imperio perdió en decisiones y acuerdos clave. Estos eventos que tuvieron lugar en 2017 dan cuenta de que Venezuela es un factor de contrapeso real, consistentemente real, a la hegemonía de EEUU en su «patio trasero» histórico. La ampliación de las alianzas con Rusia y China fueron claves en este sentido.

Nicolás Maduro finaliza el año 2017 como abanderado electoral del chavismo para las presidenciales de 2018 y se posiciona a nivel internacional desde Estambul, Turquía, para participar en una reunión entre la Organización de la Comunidad Islámica (OCI) y el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) el cual preside, para tratar la decisión de EEUU de reconocer a Jerusalén como capital de Israel. Un cierre por todo lo alto para un año de victorias para el criminalizado Eje del Mal.