Narró la historia de su lucha por la independencia de Puerto Rico y sus vivencias en torno a la recuperación de la libertad y el retorno a su isla amada
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El líder independentista boricua Oscar López Rivera (OLR), héroe de América Latina, estuvo en el espacio televisivo Mesa Redonda, en la emisión del viernes 17 de noviembre, para compartir en unos 55 minutos de diálogo con la periodista Arleen Rodríguez Derivet (P). Habló de su lucha y sus convicciones.
-P: Héroe de Vietnam y después guerrillero urbano de los Estados Unidos, ¿cómo se produjo esa metamorfosis?
-OLR: Vietnam me abrió la mente. Me enseñó a oír las mentiras del Gobierno estadounidense justificando lo que el doctor Martin Luther King llamó una guerra criminal. Me dio fuerzas para comenzar a pensar de una forma diferente, y entender que el colonialismo es un crimen en contra de la humanidad. Puerto Rico es una colonia, Vietnam había sido una colonia francesa y el Gobierno de Estados Unidos decidió darle continuidad a la guerra y quizás recolonizar a Vietnam. Como puertorriqueño debía tomar una decisión para luchar por la independencia de Puerto Rico.
Al regresar de la guerra comienzo a estudiar la historia de Vietnam, caracterizada por la lucha y la resistencia de un pueblo que no se rinde, que no se sometió ni a los japoneses, ni a los chinos, ni a nadie, ellos luchaban.
-P: Usted es condecorado por sus acciones en Vietnam. ¿Sabía usted en qué guerra estaba?
-OLR: Absolutamente no. Llegué a los Estados Unidos a los 14 años de edad. No tenía la menor idea de qué era una guerra. El Gobierno estadounidense justificó la guerra de una forma bien sabia. Decían que iban a traerle democracia y libertad al pueblo vietnamita. Dentro de EEUU solo se escuchaba la versión estadounidense.
La opción de ir a la guerra no fue determinada por un libre impulso. Los puertorriqueños estamos obligados a dar servicio militar obligatorio. En 1965 recibí una carta que decía: “Si no te reportas en el centro de inducción en la fecha indicada puedes encarar hasta cinco años de prisión federalâ€. El no querer ir a prisión fue lo que me llevó a Vietnam.
-P: En Vietnam confrontó el drama de aquellos hombres que iban a la guerra sin saber qué hacían.
-OLR: La mayoría de las personas que fuimos a Vietnam no sabíamos lo que estábamos haciendo. Creíamos que era una guerra justa, pero no fue así. No tarde mucho para descubrir que algo estaba mal. Cuando uno miraba el rostro de los vietnamitas veía su dolor, su sufrimiento. Los sacábamos de sus trabajos, les registrábamos sus cuerpos. Los maltratábamos y no creíamos que los estábamos maltratando. Abusábamos de ellos y no creíamos que estábamos abusando de ellos. Algo no cuadraba con lo que decía el Gobierno de EEUU.
-P: ¿Qué condecoración recibe a su regreso?
-OLR: La medalla de bronce que decía: “Por haber prestado servicio meritorio en la República de Vietnamâ€.
-P: Si pudiera ver el país que se ha levantado en Vietnam, de donde salieron huyendo los invasores norteamericanos.
-OLR: Espero poder ir a Vietnam para disculparme con los vietnamitas. Regresar a donde estuve y perdonarme ante ese pueblo.
-P: Al regresar de Vietnam se convierte en un guerrillero urbano.
-OLR: No me consideraba así. Trabajaba bastante duro para que la comunidad puertorriqueña se organizara y para mejorar las condiciones de los latinos en la ciudad de Chicago. Gran parte de aquella lucha que duró cuatro años la hicimos en las universidades porque acostumbraban cerrar sus puertas a los latinos. En 1973 se abrió un programa de estudios latinoamericanos que todavía existe. Por lo que hicimos fuimos presos, pero logramos una victoria. Yo era simplemente un activista comunitario.
La lucha puertorriqueña
-P: ¿El movimiento machetero, lo que llamaban el Ejército de Liberación Nacional, eran grupos que creían también en la independencia boricua?
-OLR: Creíamos en lo que considerábamos que era propaganda armada. Nosotros estábamos dentro de EEUU. Los macheteros en Puerto Rico. Éramos clandestinos y luchábamos por la independencia de Puerto Rico. La primera vez que capturan a un independentista relacionado con las fuerzas armadas de liberación nacional dentro de EEUU fue en 1978, otros 11 compañeros fueron capturados en 1980 y el 29 de mayo de 1981 fui capturado.
-P: ¿Por qué el cartel de guerrillero urbano? ¿Cuál fue su crimen si usted estaba trabajando por la comunidad?
-OLR: También estaba envuelto en la lucha por la independencia de Puerto Rico. Cuando en 1967 regreso de Vietnam hay cinco puertorriqueños presos en cárceles de EEUU, Lolita Lebrón, Rafael C. Miranda, Irvin Flores Rodríguez, Andrés Figueroa Cordero, Oscar Collazo López. Este último era el que más tiempo llevaba porque en un momento tuvo la misión de asesinar al presidente de EEUU. El 10 de septiembre de 1979 se logró la excarcelación de los cinco. El presidente James Carter permitió que Andrés Figueroa Cordero saliera un poco antes porque tenía cáncer terminal.
Mi único crimen fue luchar por la independencia de Puerto Rico. El Gobierno de EEUU ha usado una ley para criminalizar a los independentistas. El cargo por el que el Gobierno de EEUU me acusó fue “conspiración sediciosa para derrocar el Gobierno de Estados Unidos por el uso de la fuerzaâ€. Según las leyes internacionales los puertorriqueños, como nación colonizada, tenemos derecho a la libre determinación usando todos los medios a su alcance incluyendo el uso de la fuerza. Creíamos que la nuestra era una causa justa. Nadie puede negarnos ese derecho que nos permite la ley internacional. Pero esas leyes internacionales no significan nada para los estadounidenses.
Es importante entender que para EEUU el nacionalismo puertorriqueño era algo que se tenía que erradicar. El FBI tenía como misión erradicar el nacionalismo en Puerto Rico. En un memorándum de John Edgar Hoover decía busquen bien profundamente en la vida de los líderes independentistas, no tengan ningún interés en su política, miren cómo se comportan, si beben, fuman drogas, si tienen relaciones extramatrimoniales, eso es lo que necesitamos. Hoover hizo algo bien sucio en Puerto Rico que fue implementar ese memorándum. La oficina del periódico independentista Claridad fue atacada por el FBI, la imprenta también fue atacada.
El 11 de enero de 1975, un niño de 11 años y un trabajador de 28 años fueron asesinados en una celebración del día del natalicio de Eugenio María de Hostos y Bonilla, producto de la colocación de una bomba. El 26 de julio de 1978 son asesinados por la policía de Puerto Rico, que estaba supervisada por el FBI, Arnaldo D. Rosado, de 21 años de edad, y Carlos Soto Arribí, de 17 años de edad. De esas actividades criminales no se habla. También el cubano Carlos Muñiz Varela fue asesinado en 1979. A Filiberto Ojeda Ríos lo acorralan con equipos SWAT y un francotirador le dispara y el FBI lo deja desangrar.
El aislamiento en prisión
-P: ¿Cómo pudo soportar los 12 años en aislamiento, los 35 años en prisión?
-OLR: Cuando uno escoge servir a una causa justa y noble, un trabajo ciudadano, cuando uno ama a su patria, eso da fuerza. No hay fuerza más grande que la de cumplir con un deber. Recibí mucho apoyo de mi familia, mucha solidaridad de diferentes partes del mundo. Cuando uno está encarcelado, una carta le da fuerzas, esperanzas y ayuda mucho a sobrevivir y trascender.
En mi caso el aislamiento era para destruir mi espíritu, para enfermarme. Estuve aislado entre 1986 y 1998. A mi hija no la podía tocar. Hablábamos a través de un teléfono interceptado. Todas nuestras conversaciones fueron grabadas. No pude tocar a mi nieta hasta que cumplió los ocho años. En aquel entorno nunca pude tocar a mi madre, ni a mis hermanos, ni a compañeros, ni amigos.
En el aislamiento uno está sujeto a vivir 22 horas y 45 minutos, a vivir en una celda monocromática, sin acceso a aire, ni a sol. Una vez a la semana me sacaban dos horas afuera. Bajo esas condiciones uno solo tiene contacto con carceleros que pueden hacer de uno lo que ellos quieran. Te amarran, te encadenan. Muchas veces son bien abusivos verbalmente, provocadores. Uno no puede ponerse en una posición vulnerable. Siempre les deje saber que no podrían conmigo. Con mi comportamiento les dejaba saber que aquello no era un juego, pero que tampoco podrían con mi espíritu.
-P: Compañeros suyos pudieron salir por una amnistía firmada por William Clinton. ¿Por qué Oscar quedó en solitario?
-OLR: Una compañera y un compañero fueron excluidos de la clemencia que nos ofreció Bill Clinton. Estaba incluido, pero para mí fue más importante que ellos salieran antes que yo. Sabía que si yo salía, alguno de ellos permanecería preso por muchos años. El 26 de julio de 2010, Carlos Alberto Torres sale de prisión. En ese momento entraron los hermanos Abelino y Norberto González Claudio con una sentencia corta. Ellos salieron en 2012 y 2014. En 2017 el presidente Obama decidió excarcelarme.
-P: La libertad suya es concedida en febrero, pero no es hasta mayo que usted es libre. ¿Cómo fue esa libertad a medias?, porque los que fueron amnistiados en los noventa no se podían ver entre ellos.
-OLR: Poco a poco pudieron estar juntos. El 9 de febrero de 2017 yo quería estar en Puerto Rico para vivir con mi hija. No fue hasta el 17 de mayo que pude caminar por las calles de mi patria.
El retorno
-P: ¿Cómo fue la emoción de sobrevolar su isla amada?
-OLR: Desde el avión estaba esperando ver esa playa, ver las olas chocando con los muros. Verlo fue un momento de gran alegría. Cuando llego, me llevan por la orilla del mar, huelo el salitre. Ya estaba en Puerto Rico, ya estaba en mi patria.
-P: Un prisionero político español escribió un hermoso libro en el que decía que lo más difícil de la libertad había sido la libertad, porque comenzaba a lidiar con espacios muy abiertos después de haber vivido más de 20 años entre cuatro paredes y no podía hacer ningún movimiento que no fuera fiscalizado por su guardia. ¿Qué fue lo más difícil de la libertad?
-OLR: El 9 de febrero cuando me van a recibir salgo de la prisión y de lo primero que me di cuenta fue del espacio. Mientras mi hija y los compañeros que fueron a buscarme hablaban, estaba concentrado en el espacio y me repetía “estoy fuera de la prisiónâ€. Ese sí fue un momento feliz. Todo el movimiento que hice ese día era bien interesante para mí. En el aeropuerto pude andar sin barreras, sin detector de metales, anduve escuchando voces, nadie me aguantaba, no estaba esposado, ahí es que comienzo a sentir que estaba fuera.
En Charlotte, Carolina del Norte, hizo escala el avión. Ahí entran boricuas al avión y escucho la forma de hablar nuestra. Estaban sentados junto conmigo mi hermano, el congresista Gutiérrez y la alcaldesa de San Juan Carmen Yulín. Una señora fortísima les dice que uno de ellos tres estaba sentado en su silla y ella quería su silla. Se sentó y continuó su diálogo bien fuerte. De momento llegó el carrito del avión y la señora se da su traguito y baja un poquito la voz, se da un segundo traguito y de momento cae dormida. Esa dinámica de voces puertorriqueñas me causó mucha alegría.
-P: Sí, son fuertes. Cada último domingo de cada mes se reunían en un puente con camisetas rosadas, pidiendo su libertad. ¿Fue a verlas cuando regresó a Puerto Rico?
– OLR: Definitivamente. Cinco días de la semana camino desde la casa de mi hija hasta ese puente. Son dos millas y media (4 kilómetros). Esas cinco millas las hago en honor a esas mujeres. Ahora le cambiamos el nombre y le decimos el puente de las mujeres.
El Puerto Rico actual
-P: Hay que hablar del Puerto Rico que usted dejó y al que llegó, de la Junta de Control Fiscal que tiene ahogado a ese pueblo. Más allá de la solidaridad y el amor, ¿qué puede decir de Puerto Rico?
-OLR: Puerto Rico está siendo despoblado, gentrificado. La gentrificación es cuando desarrolladores e inversionistas se unen y comienzan a comprar espacios donde construyen condominios súper caros, que verdaderamente no son para puertorriqueños. Ese desplazamiento se refleja en la emigración de puertorriqueños porque muchos no tienen trabajo y son forzados a salir de Puerto Rico. Para esa gentrificación el Gobierno que ayuda al Gobierno de EEUU y a Wall Street a administrar la colonia les da incentivos a los inversionistas. Por ejemplo, si compra un condominio, por 25 años no tiene que pagar impuestos. Sin embargo, si un puertorriqueño compra una casa, el mismo día comienza a pagar impuestos. Por otro lado, está la Ley Promesa, que impone a Puerto Rico una Junta de Control Fiscal para comprar una deuda impagable, sucia y criminal.
El pueblo puertorriqueño ha pedido una auditoría de esa deuda y tanto federales como el Gobierno colonialista se han reusado a permitir que se lleve a cabo una auditoría para ver el nivel de corrupción que hubo con esa deuda. Ningún puertorriqueño de los que administra la colonia sabe cómo se gastó ese dinero. Definitivamente no se gastó en beneficio del pueblo de la isla. No hay un solo renglón en el que se hayan ejecutado 74 millones de dólares en inversión. La colonia de Puerto Rico está desnuda porque se puede ver el nivel de pobreza que existe. El costo de vida en Puerto Rico es mucho más alto que en los Estados Unidos.
La amenaza de la Junta ya se nota: en agosto se cerraron 157 escuelas, tienen como plan quitar 500 millones de dólares de la universidad de Puerto Rico. Eso representa una amenaza para el sistema de educación del país. Se le ha aumentado el costo de la matrícula de los estudiantes. Se ha propuesto que el estudiante debe pagar 100 dólares por crédito hora. ¿Qué estudiante puede pagar ese dinero para mantenerse en esa ciudad? Eso solo se puede ver como una forma destructiva y como la posible privatización del sistema público de educación. En Puerto Rico el aeropuerto está privatizado, las vías vehiculares. Vías que se hicieron con el impuesto que le sacan al pueblo puertorriqueño. Hay vías que pueden costar su uso 1.50 USD hasta 3.50 USD.
T/ Mesa Redonda – Redacción CO
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La Habana