Gino Gonzalez
Y si es el imperialismo / desenterramos la lanza / y entre flautas de carrizos / defenderemos la patria / por el plan y la montaña / resonarán los tambores / y el cuatro en un sólo acorde / afinará nuestro grito.
Se dice y las evidencias del misterio lo confirman que la tierra es apenas una gota de agua en el gran océano del cosmos como a su vez este planeta conforme por millones de años en su tercer lugar con respecto al sol, también es descomunalmente gigante en relación a la criatura más microscópica. Tamaño desconcierto existencial debería bastar para asumir con humildad tanta maravilla y buscar alternativas para vivir en paz en este recóndito y tan íntimo territorio del universo. Sin embargo, la arrogancia y más que ella la estupidez de un minoritario grupo humano, absurda y ridículamente se ha empeñado en convertir en una zozobra nuestro común e inevitable trayecto del nacimiento a la muerte, debido a que se considera poderoso y dueño de este pobre planeta, el cual no es más que la exclusiva curiara donde vamos todos en este inmenso río.
Más que por pensarlo, sentirlo, cada vez estoy más convencido que considerar la vida tan sólo limitada a tu propio cuerpo y al planeta donde habitas es una gran incapacidad deductiva. Supeditemos el miedo al instinto de supervivencia natural que a todos nos corresponde como cualquier planta o animal, mientras adquirimos el máximo estado de buena salud que es la muerte. Somos eternos, eso es demasiado indudable y para eso no necesitas cielo ni infierno ni religiones para saberlo. Eso es y ya.
Este imperialismo cobarde en su brutal estupidez no entiende nada de eso, pues está muy enfermo de arrogancia. No hay forma que reflexionen inmersos en las arenas movedizas de sus actos. Nos subestiman, se creen dueños del mundo. Cómo haces entrar en razón a los imbéciles. Nosotros estamos convencidos y seguros de nuestra muerte como todo mortal, pero más absolutamente seguros estamos de nuestra vida y no se la vamos a hipotecar a nadie. Nosotros como país y como pueblo estamos condenados para nuestra desgracia y nuestra gloria a ser sus sepultureros. Ya no somos ni seremos nunca más esclavos de nadie. Estamos conformados con la fibra de Bolívar y Chávez. Somos un pueblo parrandero y pacífico y ojala así podamos vivir, pero si se atreven, ténganlo por seguro señores de la guerra que aquí en este territorio libraran su última batalla. En esta patria morderán el polvo de la derrota. Aquí se desmoronará su imperio y al fin quedaran barridos para siempre los últimos vestigios de la insensatez que ustedes representan.