Estados Unidos: patologías del primer Estado fallido rico del mundo

POR QUÉ DESESTIMAMOS EL COLAPSO ESTADOUNIDENSE

Podrías decir, habiendo leído algunos de mis más recientes ensayos: «¡No te preocupes! ¡Todo estará bien! ¡No todo es tan malo!». Podría mirarte educadamente y decirte de manera gentil: «Para decir la verdad, no creo que estemos tomando el colapso seriamente».

¿Por qué? Cuando damos una mirada seria al colapso estadounidense, observamos un número de patologías sociales emergiendo. No de cualquier tipo. Ni siquiera de los tipos problemático, preocupante y peligroso, sino extraños y bizzarros. Únicos. Singulares y espantosos que nunca había visto, fuera de las distopías escritas por Dickens y Orwell, que tampocos has visto tú ni la historia. Esto sugiere que cualesquiera sean los «números» que usamos para representar la debacle -contracción de los ingresos reales, desigualdad, y así- estamos en realidad desestimando gravemente lo que expertos llaman el «costo humano», pero que personas sensibles como tú y yo deberíamos sencillamente pensar en la avasallante disparidad, rabia y ansiedad de vivir en una sociedad colapsada.

Déjame darte sólo cinco ejemplos de lo que llamaré las patologías sociales del colapso: extrañas, raras y horripilantes nuevas enfermedades, no sólo las que no vemos en sociedades saludables, sino las que nunca hemos visto realmente en sociedad moderna alguna.

Estados Unidos ha tenido 11 tiroteos en escuelas en los últimos 23 días (nota: este artículo fue publicado el 25 de enero). Eso es uno casa dos días, más o menos. Esa estadística es alarmante de por sí; pero es sólo un número. Las comparaciones se dan con perspectiva. Así que lo pondré de otra manera. EEUU ha tenido 11 tiroteos en escuelas en los últimos 23 días, que es más que en cualquier lado del planeta, incluso en Afganistán o Irak. De hecho, el fenómeno de tiroteos en escuelas de manera regular aparece como una característica única del colapso estadounidense -sencillamente no sucede en otro país-, y a eso me refiero con respecto a las «patologías sociales del colapso»: una nueva, bizzara, terrible enfermedad que golpea a la sociedad.

¿Por qué se matan entre ellos los niños estadounidenses? ¿Por qué su sociedad no se preocupa por intervenir? Bueno, probablemente porque estos niños haya renunciado a la vida, y sus mayores hayan renunciado a las de ellos. O tal vez tengas razón, y no es tan simple. Aun así, ¿qué hacen los niños que no se matan entre sí? Bueno, muchos de ellos están ocupados matándose a sí mismos.

También hay, por supuesto, una «epidemia opioide». Usamos esa expresión demasiado casualmente, pero es mucho más preocupante de lo que parece a simple vista. He aquí lo que es realmnente curioso. En muchos países en el mundo -en Asia y África- uno puede comprar todos los opioides que se quieran en cualquier farmacia local, sin prescripción. Podrías suponer entonces que el abuso de opioides es una epidemia masiva a escala global. Sin embargo no vemos epidemias opioides en ningún otro lado sino en EEUU, especialmente ninguna tan viciosa y extendida que reduce la expectativa de vida. Así que la «epidemia opioide» -auto-medicación masiva con una de las drogas más duras- es otra vez una patología social del colapso: exclusiva de la vida estadounidense. No está bien capturada en los números, pero la única verdadera comparación, y cuando la vemos en perspectiva global, tenemos un juicio sobre cuán singular y realmente problemática es la vida estadounidense.

¿Por qué la gente abusa de opioides en masa como en ningún otro lado del mundo? Deben estar viviendo genuinamente traumáticas y desesperadas vidas, en donde hay poca salubridad, así que tienen que auto-medicarse contra el terror. ¿Pero por qué están tan desesperados? Bueno, considera otro ejemplo: los «nómadas jubilados». Viven en sus carros. Van de un lugar a otro, temporada tras temporada, persiguiendo cualquier trabajo sub-pagado que pudieran conseguir: en primavera, un almacén de Amazon; en Navidad, Walmart.

Ahora, podrías decir: «¡Bueno, la gente pobre siempre han perseguido trabajos estacionales!». Pero ese no es realmente el punto: la absoluta impotencia y la completa indignidad lo son. En ningún otro país veo que los jubilados que debieron ser capaces de salvar ahorros suficientes viven ahora en sus carros, buscando trabajo sólo para comer antes de morir; ni siquiera en personas desesperadamente pobres, que por lo menos viven juntos en familia, comparten recursos y se preocupan por los demás. Esta es otra patología del colapso que es exclusiva de EEUU: total impotencia para vivir con dignidad. Los números no lo muestran, pero las comparaciones pintan un lúgubre paisaje.

¿Cómo los ancianos estadounidenses terminaron engañados sin dignidad? Después de todo, incluso los desesperados países pobres cuentan con «sistemas informales de apoyo social», también conocidos como familias y comunidades. Pero en EEUU hay un colapso catastróficos de los lazos sociales. El capitalismo al extremo ha destrozado a la sociedad estadounidense tan absolutamente que la gente no puede preocuparse por los demás como sucede en lugares como Pakistán y Nigeria. Los lazos sociales, las relaciones en sí, se han convertido en lujos costosísimos, aun más que en países pobres: esta es otra patología social exclusiva del colapso de EEUU.

El colapso de EEUU es mucho más severo de lo que suponemos

Sin embargo, aquellos que una vez fueron países pobres están dando grandes zancadas. Los costarricenses ahora tienen mayores expectativas de vida que los estadounidenses, porque tienen atención médica pública. La expectativa de vida estadounidense está cayendo, como en ningún otro lugar en el mundo, salvo en el Reino Unido, porque no sucede.

Y esa es mi última patología: es una del alma, no uno de sus pliegues como las otras mencionadas. Los estadounidenses parecieran verse bastante felices simplemente viéndose morir, en todas las formas anteriores. Parecieran no estar demasiado perturbados, conmovidos o incluso afectados por las cuatro patologías anteriores: sus hijos matándose entre sí, sus lazos sociales colapsando, siendo incapaces de vivir con dignidad, o teniendo que anestesiar el dolor de cualquier manera.

Si esas patologías sucedieran en cualquier otro país rico -incluso en los más pobres- la gente estaría horrorizada, y ciertamente movilizada para que no pasaran. Pero en EEUU están, bueno, ni siquiera se han resignado. La mayoría es indiferente.

Así que mi última patología es una sociedad predadora. Una sociedad predadora no significa sólo oligarcas estafando a la gente financieramente. De forma más verdadera, significa que la gente asiente y sonríe y hace su cotidianidad mientras vecinos, amigos y colegas mueren tempranamente en fosas poco profundas. Los predadores en la sociedad estadounidense no sólo son los súper-ricos, sino también una invisible e insaciable fuerza: la normalización de lo que en el resto del mundo es visto como una penosa, histórica, generacional derrota moral, si no crímenes, que se convierten en meros asuntos mundanos por los cuales no hay que afligirse ni preocuparse.

Quizás esto te parezca crudo. ¿No es así?

Ahora que te he dado algunos ejemplos -hay muchos más- de las patologías sociales del colapso, déjame compartir tres puntos que se me plantean.

Estas patologías sociales son algo así como extrañas y espantosas nuevas cepas de enfermedades que infectan el cuerpo social. EEUU siempre ha sido pionero; sólo hoy, es huésped no solamente de problemas que no se ven en las sociedades saludables. Es la vanguardia de nuevas patologías sociales que nunca fueron vistas en el mundo moderno fuera de la actualidad estadounidense, y punto. ¿Qué nos dice esto?

El colapso de EEUU es mucho más severo de lo que suponemos. Estamos desestimando su magnitud, no subestimándolo. Los intelectuales, los medios y el pensamiento estadounidenses no ponen sus problemas en perspectiva global o histórica, pero cuando son vistas así, los problemas de EEUU se revelan no como las molestas cotidianas de una nación en declive, sino más como un cuerpo que es repentinamente atacado por enfermadas inimaginadas.

Visto con precisión: el colapso estadounidense es una catástrofe de posibilidades humanas sin moderno parangón. Y porque el desastre que EEUU hizo de sí mismo, entonces, es tan único, tan singular, tan perversamente especial, pues el tratamiento tendrá que ser nuevo, también. La exclusividad de estas patologías sociales nos dice que el colapso estadounidense no es una reversión a la miseria, o la caída de una tendencia. Es algo fuera de la norma. Algo más allá de los datos y la estadística. Es como el meteoro que golpeó a los dinosaurios: una anomalía más allá de las anomalías, un evento en el extremo de los extremos. Esto es porque nuestras narrativas, marcos y teorías no lo pueden captar, mucho menos explicarlo. Necesitamos todo un nuevo lenguaje -y una nueva forma de ver- para empezar siquiera a darle sentido.

Pero eso es tarea de EEUU, no del mundo. El deber del mundo es éste. Si el mundo sigue el modelo estadounidense -capitalismo al extremo, cero inversión pública, la crueldad como forma de vida, la perversión de las virtudes cotidianas- entonces seguirían estas nuevas patologías. Son nuevas enfermedades del cuerpo social que han emergido de la dieta de comida chatarra -y de medios chatarra, ciencia chatarra, cultura chatarra, peritaje chatarra, economía chatarra, la gente tratándose entre ella y su sociedad como chatarra- de la que EEUU se ha alimentado por mucho tiempo.


Umair Haque es economista y autor de varios libros sobre la economía capitalista. Ha sido incluido como uno de los 50 pensadores más influyentes de la actualidad en la lista Thinkers50 (2013).

Publicado originalmente en Medium, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ernesto Cazal.