La democracia parece asfixiar a la derecha latinoamericana. Mientras ésta solo disponga de un proyecto profundamente antisocial, no podrá someterse a la disputa democrática abierta, porque no tiene cómo conquistar a la mayoría de la población.
A su vez, la izquierda está profundamente comprometida con la democracia, no tiene miedo a la disputa libre entre su proyecto y el de la derecha. La ofensiva conservadora en Latinoamérica revela, cada vez mas, cómo la derecha busca estrechar o incluso liquidar totalmente los espacios democráticos, sea para enquistarse en el poder, sea para llegar al poder por vías no democráticas.
Esa ofensiva solo confirma cómo la derecha latinoamericana no tiene compromiso con la democracia, mientras que es la izquierda la que nace, se desarrolla y gobierna por medios democráticos, y la que pelea democráticamente por seguir gobernando o por volver a hacerlo. Quien crea que la vía democrática se ha agotado es un iluso. Incluso porque la vía insurreccional sería camino a la derrota y la catástrofe para la izquierda, como el caso colombiano lo demuestra.
Lo que se agota es el compromiso de la derecha con la democracia. La estrategia híbrida, la nueva vía de acción del imperialismo, representa un sabotaje desde adentro de los sistemas democráticos. Valiéndose del monopolio de los medios, del financiamiento privado de campañas electorales, de un Judiciario adherido al affaire y a la judicialización de la política, se ha montado una estrategia de persecución judicial, policial y mediática de las fuerzas populares y de sus líderes, única vía posible de acceso o perpetuación de la derecha en el gobierno.
La pelea por la democratización está en la esencia de la estrategia de la izquierda. La izquierda solo puede llegar al gobierno por el convencimiento de la mayoría de la población. Solo puede gobernar contando con esa mayoría.
Aún cuando lo que se instala ya no es más un régimen de excepción, sino un Estado de excepción, que cierra todos los espacios legales, la izquierda no podría abandonar la lucha democrática. Tendría que aunar formas distintas de lucha, pero manteniendo el objetivo de abrir espacios democráticos, que son donde los movimientos populares pueden organizarse y desplegar todas sus formas de lucha.
El cambio radical en la correlación de fuerzas internacional con el fin del período de dos superpotencias, dando paso al período de una sola superpotencia, implicó también un cambio radical en la correlación de fuerzas en el plano militar. Por ello es que los movimientos guerrilleros en El Salvador y en Guatemala han reciclado sus formas de lucha para el plano legal e institucional, porque el triunfo por la vía miliar ya no sería posible.
El retraso de esa conversión en Colombia ha generado condiciones más desfavorables para los acuerdos de paz. Y una reconversión mucho más difícil para los movimientos guerrilleros.
Las condiciones de lucha se vuelven mas difíciles cuando la derecha se vale del sistema político para corromperlo desde adentro. Cuenta con errores de la izquierda, desde luego. Entre ellos, el no haberse planteado la democratización del Judiciario – tarea que Bolivia desarrolla con gran coraje. Así como el no haber sido capaz de democratizar a los medios.
Pero lo que ha afectado mas profundamente a la izquierda y la ha llevado, en algunos países, a derrotas graves, es el haber perdido la disputa por el dominio de la agenda nacional. Después de haber convencido a la mayoría de los países que la cuestión social, la de la desigualdad social, la de la exclusión social, la de del hambre y la de la miseria, son esenciales en el continente mas desigual del mundo, esa agenda ha sufrido un cambio, víctima de una campaña mediática monstruosa, que ha impuesto sus temas: la corrupción y los supuestos gastos excesivos del Estado. Fue ese viraje el que ha posibilitado a la derecha recuperar iniciativa, quebrar la hegemonía de la izquierda y retomar sus proyectos neoliberales.
Se ha valido de la falta de democracia: en los medios, en la judicatura, en el financiamiento de las campañas electorales. Le toca a la izquierda no abandonar la vía democrática, que es su oxígeno esencial, sino profundizar la pelea por la democracia, renovarla, ensancharla. Porque el camino de la izquierda es la democracia.