Sobre el 11, 12 y 13 de abril de 2002 hay abundantes materiales, audios, videos, fotos, cuentos, historias, narraciones a veces redundantes; pero hoy quisiera referirme a un detalle dentro del momento que selló la derrota del golpismo: me refiero al regreso de Chávez a Miraflores después de la “Operación Rescate†realizada por un grupo de oficiales leales al Comandante Invicto, que lo buscaron en La Orchila donde habían llevado a Chávez secuestrado con destino incierto: podía ser asesinado o enviado en un avión con matrícula estadounidense que esperaba allí junto al Cardenal Velasco del cual pienso que no sabía exactamente cuál era su papel allí, si era para facilitar la extradición chantajeando al Comandante con la firma de su renuncia a cambio de su vida, o para ofrecer sus servicios de extremaunción a un católico condenado a la pena capital.
Lo cierto es que la “Operación Rescate de la Dignidad Nacional†resultó un éxito a pesar del General Baduel y gracias al General Julio García Montoya y al grupo de valientes que volaron en tres helicópteros comandados por el General Alí Uzcategui Duque hasta la Orchila y rescataron al Comandante.
De regreso Chávez a Miraflores, tranquilizada la algarabía y terminados los actos formales de transmisión de mando de Diosdado a Hugo, este último asume el mando y se dirige a la nación en cadena nacional, saca un Cristo y da un mensaje de paz, unidad y reconciliación; en ese preciso momento José Vicente Rangel, para el momento ministro de la defensa quien estaba sentado detrás del Comandante le dirige una mirada fija acompañada con un gesto señalando su oído a alguien para que preste atención a lo que Chávez está diciendo.
¿A quién se dirigía José Vicente? Lo ignoro, pero podemos especular con ello. Seguramente a alguien relevante que opinaba que debían encarcelar a todos los participantes del golpe y llevarlos a juicios militares o quizás quien quería emular al jefe de la de tribu Morales Bello pidiendo ¡Muerte a los traidores¡
Las miradas son cosas muy serias y si van acompañadas con gestos más todavía.
Las miradas seducen, acusan, interpelan, desprecian, retan, aprueban y mucho más
Decía Sartre: El otro en la experiencia de la mirada nos es presente. Cuando sentimos que alguien nos mira, sentimos que estamos ante otra subjetividad, ante otra conciencia, a un ser que nos valora o nos interpela o nos pone en cuestión.
Me ven, luego soy.
Todos se preguntan quién dijo el día de la autojuramentación del inefable: ¡! Te queremos Pedro ¡! Pero nadie se pregunta ¿a quien miraba José Vicente?.