1.- Tengo problemas de memoria. No sé si hay algo de predisposición genética en eso o si tiene que ver más bien con mi disciplina de trabajo, y en particular con todas las horas robadas al sueño, los incontables días de trasnocho. Hace un tiempo ya que el cuerpo me pide al menos siete horas de sueño. Mis ojos ya no avanzan tan rápido como antes. Tal vez son los años.
Lo cierto es que me cuesta recordar algunas cosas. Para bien o para mal. No estoy completamente seguro, pero sospecho que no hay selectividad. He olvidado momentos maravillosos y terribles, que han retornado a mí a través de terceros.
Esta propensión al olvido me depara momentos gratos y no tan gratos: entre los primeros puedo nombrar el sorprenderme con el final de una película ya vista, celebrar el sabor de la mantequilla, admirar el encanto matinal de Playa Grande, en Choroní; entre los segundos, volver sobre libros ya leídos y no encontrarle sentido a los subrayados, beber cerveza Polar, manejar de noche.
En particular, he olvidado muchas situaciones de mis tiempos de funcionario. Y ahora que lo pienso, no sé si sería entonces, cinco años atrás, cuando comencé a habituarme al olvido, a ejercerlo, a cultivarlo.
Cuando uno tiene la posibilidad de incidir significativamente en la vida de otro ser humano, casi siempre para bien, suele estar a un paso de hacerlo todo mal, lo que comienza por creerse más que el resto de los mortales. Por eso apelaba sistemáticamente al olvido, como si mi vida dependiera de suprimir de mi memoria cada palabra de agradecimiento, cada gesto amoroso, cada lisonja. Apelaba al olvido para recordar que soy uno más, uno que está haciendo su trabajo.
No sé hasta qué punto estuvo bien, pero eso fue lo que hice. Y una de las consecuencias es que ahora, cuando una fuerza que me gobierna, que va más allá de mi capacidad de entendimiento, me dicta que hay ciertas cosas que debo escribir, para que no queden en el olvido, me doy de bruces con lagunas aquí y allá, lagunas de piedra, que me cuesta taladrar.
No hay día en que no deje de asaltarme la angustia: ¿y si olvido algo que tendría que recordar?
2.- En El canto de Ulises, capítulo undécimo de Si esto es un hombre, Primo Levi cuenta la historia de la vez que intentó enseñarle italiano a Jean, el Pikolo, el estudiante alsaciano de veinticuatro años, “despabilado y físicamente robusto, y al mismo tiempo pacífico y amigable: aun conduciendo con tenacidad y coraje su secreta lucha individual contra el campo y contra la muerte, no se olvidaba de mantener relaciones humanas con los compañeros menos privilegiados†(1).
Aprovechando la improbable oportunidad de una caminata de una hora en busca de la sopa, y accediendo a la petición del francés, eligió el canto XXVI del Infierno de Dante, “quién sabe por qué me he acordado de él†(2).
Y empieza Levi a recitar de memoria, y se detiene, tratando de traducir torpemente, y al tratar de retomar el canto, sucede: “La nada. Un agujero en la memoriaâ€. Una línea. “Otro agujero. Sale ahora a flote un fragmento no utilizable†(3).
Dante Alighieri ubica a Ulises en la octava fosa del octavo círculo del infierno, donde moran eternamente, rodeados de llamas, los malos consejeros. El canto refiere las circunstancias del que, según Dante, habría sido el último viaje de Ulises. Interrogado por Virgilio, el fecundo en ardides explica que “ni la piedad debida a un padre anciano, ni el mutuo amor que debía hacer dichosa a Penélope, pudieron vencer el ardiente deseo que yo experimentaba de conocer el mundo, los vicios y las virtudes de los hombres, sino que me lancé por el abierto mar sólo con un navío y los pocos compañeros que no me abandonaron nunca†(4).
Recordando aquellas líneas, escribe Levi: “La alta mar abierta: Pikolo ha viajado por mar y sabe lo que quiere decir, es cuando el horizonte se cierra sobre sí mismo, libre, recto y simple, y no hay más que olor a mar: dulce cosa ferozmente lejana†(5).
Más lejana aún, la mar abierta, cuando se le evoca desde el encierro.
De nuevo en La Divina Comedia, cuenta Ulises a Virgilio que habría dicho a sus compañeros de viaje: “¡Oh, hermanos! – dije – que habéis llegado al Occidente tras correr cien mil peligros; para lo poco que os queda de vida, no os neguéis a visitar más allá del sol ese mundo sin habitantes. Pensad en vuestro origen; vosotros no habéis nacido para vivir como brutos, sino para alcanzar la virtud y la ciencia†(6). Y tal empecinamiento, el desmesurado afán de conocimiento de Ulises, fue lo que los condujo a todos a la muerte, y le reservó al héroe griego un lugar en el infierno.
Sin embargo, en la historia de Primo Levi, muy por el contrario, aquel exhorto de Ulises a sus compañeros es un aliento de vida: “Mira, atento Pikolo, abre los oídos y la mente, necesito que entiendas: «Considerad», seguí, «vuestra ascendencia: / para vida animal no habéis nacido, / sino para adquirir virtud y ciencia». Como si yo lo sintiese también por vez primera: como un toque de clarín, como la voz de Dios. Por un momento, he olvidado quién soy y dónde estoy†(7).
Todavía sigue Levi intentando recitar, traducir, y pronto se apodera de él una necesidad imperiosa de explicar el significado del canto a Jean, “antes de que sea demasiado tarde, mañana él o yo podemos estar muertos, o no volver a vernos†(8), pero la hora se les acaba, el tiempo llega a su fin, y están de nuevo en la cola de la sopa, “… y nos cubre por fin la mar airada†(9), “… hasta que el mar volvió a unirse sobre nosotros†(10), y son de nuevo dos hombres dejando de ser hombres, dos seres que poco a poco van siendo desprovistos de su humanidad, confinados en un campo de concentración.
Recuperada su libertad y luchando por recuperar su humanidad, Primo Levi escribió El canto de Ulises en 1945, en su natal Turín, convencido de que Jean había muerto. Fue otro sobreviviente, Charles Corneau, quien le informó que Jean Samuel seguía vivo (11). Eventualmente intercambiaron cartas, Levi envió a Samuel el borrador del capítulo, y finalmente, en el verano de 1947, se reunieron en Mentone, Francia, muy cerca de la frontera con Italia. Alberto Cavaglion ha usado una hermosa frase para dar cuenta de aquel feliz reencuentro: “dos Ulises regresaron a su Ítaca después de haber temido el naufragio†(12).
3.- Hugo Chávez, ¿es Dante, Virgilio, Ulises? Tiene de los tres. Es Dante guiado por el Virgilio-pueblo, sin duda alguna. Pero también tiene algo del Virgilio que, al final del canto XXVII del Purgatorio, dice a Dante: “Con todo el arte de que era capaz te he conducido hasta aquí. En adelante tu guía será tu propia voluntad (…) No esperes oír ya más mis palabras ni mis consejos. Tu albedrío ya es libre, recto y sano y faltarías si no obraras conforme a lo que él te dicta†(13).
Pero Chávez es fundamentalmente el Ulises que nos recuerda nuestra humanidad, solo que ya no en el infierno, como en el caso de Primo Levi (“un Infierno que ni siquiera Dante pudo imaginarâ€, diría Jean Samuel) (14), sino ahora que hemos salido de él. Ese es el detalle que no podemos olvidar.
Aguantar la tormenta, desoír el canto de las sirenas, como le gustaba decir al mismo Chávez; desoír igualmente a Calipso, que le dice a Ulises: “si tu inteligencia conociese los males que habrás de padecer fatalmente antes de llegar a tu patria, te quedaras conmigo, custodiando esta morada, y fueras inmortalâ€; a lo que el fecundo de ardides responde: “deseo y anhelo continuamente irme a mi casa y ver lucir el día de mi vuelta. Y si alguno de los dioses quisiera aniquilarme en el vinoso ponto, lo sufriré con el ánimo que llena mi pecho y tan paciente es para dolores; pues he padecido muy mucho, así en el mar como en la guerra, y venga este mal tras de los otros†(15).
En fin, evitar el naufragio, regresar a Ítaca, echar los brazos alrededor del cuello de Penélope y estamparle un beso inolvidable.
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(1) Primo Levi. Trilogía de Auschwitz. Si esto es un hombre. Océano/El Aleph. Barcelona, España. 2011. Pág. 142
(2) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 144.
(3) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 145.
(4) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio, Canto XXVII. Editorial Bruguera. Barcelona, España. 1973. Pág. 138.
(5) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 145.
(6) Pág. 138.
(7) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 146.
(8) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 147.
(9) Primo Levi. Si esto es un hombre. Pág. 148.
(10) Dante Alighieri. La Divina Comedia. Purgatorio. Canto XXVII. Pág. 139.
(11) Robert Gordon. Jean Samuel: Auschwitz survivor who featured in Primo Levi’s Holocaust masterpiece ‘This Is A Man’. The Independent, 26 de septiembre de 2010.
(12) Alberto Cavaglion. In ricordo di Jean Samuel. Centro Internazionale di Studi Primo Levi.
http://www.primolevi.it/Web/
(13) Pág. 273.
(14) Sofía Gandarias. Jean Samuel, le llamaban Piccolo. El País, 11 de septiembre de 2010.
(15) Homero. Odisea. Aguilar. Madrid. 1992. Págs. 83-84.