ESCRITO EN EL TRASNOCHO DEL 20 DE MAYO – J.M. RODRÍGUEZ

(para los camaradas amigos)

Se dio el peor escenario que imaginaba: una notable abstención, superior al 52%; una reducción del voto chavista de más de un millón ochocientos mil votos (y de los dos millones quinientos mil de la última elección de Chávez); y el fracaso total de un liderazgo opositor emergente, más institucionalista y moderado. Estos resultados, a mi juicio, apunta en la dirección de consolidar a la oposición radical que propugna derrocar al gobierno a como dé lugar. La cara de Diosdado anoche al salir Maduro a “festejar los resultados”, y la distancia física que tomó con el presidente, fue muy descriptiva de lo que estaba pasando dentro del alto gobierno. Ya he señalado que el plan económico de Maduro pareciera ser el de moverse hacia la socialdemocracia, manteniendo una fuerte tendencia asistencialista. Ahora, ni siquiera eso le será posible. El desgobierno que hasta ahora hemos visto se acentuará y la “rasguñadera” de los fondos públicos por parte de aquellos que quieran “asegurarse” un futuro exilio, se hará incontenible. El PSUV es un partido clientelar y el ejercito sufre del mismo mal que estoy achacando al gobierno. Siendo así lo que se nos viene encima es mucho peor que lo que hemos tenido. Pienso que en tal escenario no queda espacio para la esperanza y menos para la fe, emociones que han mantenido al chavismo más o menos cohesionado en estos últimos cinco años. La derecha va a moverse, con ánimos renovados, entre el golpe de estado y la intervención de fuerzas internacionales. El único poder, de verdad, que le quedaría a la revolución es la Asamblea Nacional Constituyente. Ella que, a pesar del unánime llamado de la derecha a la abstención, fue electa con más de ocho millones de votos, podría ser ahora el único poder real que pueda intentar la recuperación de la esperanza revolucionaria, tratando de captar a sectores militares revolucionarios para este intento. Y esa esperanza sería un plan económico y de gobierno para caminar hacia el socialismo, que sea sometido lo más rápidamente posible a referéndum aprobatorio con todos los riesgos que eso trae. Es lo único que pudiera salvarnos de un desastre total.