Por: José Sant Roz
Gustavo Petro es una especie de Romulito Betancourt encaletado (con el alma dispuesta a pactar con el diablo), de los que se dicen de izquierda, pero con el sólo propósito de buscar el poder a costa de lo que sea, siendo a la vez de los financiados por el Departamento de Estado. Idéntico a aquel Rómulo Betancourt que habiendo sido comunista luego se convirtió en el más furibundo anticomunista de Latinoamérica, llegando a ser el que inició la guerra contra la Cuba revolucionaria y exigiendo junto con el miserable ex presidente de Costa Rica, y la eterna Colombia anegada de traidores, y junto con el agente de la CIA, el costarricense José Figueres, que Cuba fuese expulsada y echada a la jauría de la OEA.
De modo, pues, que la supuesta la candidatura de izquierda en Colombia con Gustavo Petro a la cabeza, es una fachada muy peligrosa, que en nombre de la lucha popular, sería un caballo de Troya para intentar desmoralizar, desmontar y atacar a muerte el movimiento chavista en América Latina. Desde hace tiempo, Gustavo Petro es la ficha de Juan Manuel Santos para enfrentar a Uribe en un juego de hampones, que para la familia Santos es el mejor peocinto para mantener sus negocios dentro de las mafias de narcotraficantes en todo el continente. Petro se machaca la lengua cuando se habla de que Colombia va a pertenecer a la OTAN, por ejemplo, y prefiere a costa de lo que sea, morir callado.
No existe y no ha existido dentro del panorama de la política de partidos en la Nueva Granada un solo dirigente, que haya podido sobrevivir a las matazones, a los atentados y sicariatos, que haya llegado hasta el final de unas elecciones y que no sea o haya sido un horrible santanderista y un monumental traidor. Colombia es la tierra de los canallas que asesinaron a Sucre, un crimen que fue convertido en el método esencial de hacer política en ese país, pues todos los jeques que participaron en el complot para eliminar a Gran Mariscal de Ayacucho llegaron a ser presidentes de la república: Francisco de Paula Santander, José María Obando, José Hilario López,…
Para impulsar la candidatura de Petro, el traidor Juan Manuel Santos ha tenido reuniones con los chivos de la gusanera cubana, principalmente con Marco Rubio y con Bob Menendez, dos capos de postín, muy ligados al narcotráfico y a las bandas paramilitares en Colombia.
Gustavo Petro es de la estirpe, digo, de aquellos políticos del partido MAS venezolano, como Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez que eran financiados por la CIA, para mantener a la izquierda venezolana secuestrada en el permanente chapoteo en el barro de los acuerdos con la derecha. Petro es escogido con pinzas por los gringos, para decirnos que también se puede ser de izquierda y estar a la vez de acuerdo con el imperio asesino de los gringos.
Pero qué se puede esperar de un tipo que declara que el gobierno del presidente Nicolás Maduro es una dictadura, un gobierno asesino, y quien expresa sin tapujos: «El señor (Nicolás) Maduro se reeligió hoy en Venezuela en unas elecciones tan fraudulentas como las que están organizando en Colombia». Un degenerado que para congraciarse con la ultra-derecha de su país agrega: «Maduro, quien no tiene opositores porque los mandó a la cárcel, quiere condenar a la sociedad venezolana a seguir dependiendo del petróleo porque la clase política degradada de Venezuela vive de robarse el petróleo».
Tiene, pues, este tipo, que ser un grandísimo hideputa, sabiendo cómo la estamos pasando, acosados, bloqueados, sufriendo todos los horrores multiplicados por mil, por los que pasó la revolución cubana, por ejemplo.
Qué más, pues, no hay esperanza todavía, de que en ese país surja siquiera un chavicito, un minúsculo Chávez.
Lastima.