Para empezar, aún pese a los horrendos desmanes, las altas traiciones y las duras arremetidas propiciadas por los enemigos del chavismo dentro y fuera de Venezuela contra el mandato de Hugo Chávez, los tiempos de la presidencia de Nicolás Maduro han sido mucho más duros. Esto se debe precisamente por la forma en que se han activado los mecanismos de conjura y golpe en su contra, y también porque las acciones del enemigo han convertido al pueblo en objeto de daño directo y colateral.
El asedio de espectro completo del cual es blanco Venezuela, es una realidad inocultable y sobre ella se centra la atención del mundo. El antichavismo y sus poderes fácticos dentro y fuera de Venezuela han estremecido la vida nacional como nunca se había hecho, en medio de una determinada convicción de recapturar el poder político nacional.
Las fórmulas fracasadas contra Chávez han sido llevadas hoy a un nuevo nivel perfectible. En años recientes hemos conocido el boicot político externo, la conjura diplomática, intentos de aislamiento. También el país ha sopesado el choque de poderes internos y las afrentas institucionales desde la toma del parlamento por parte de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) en 2015, la confrontación de poderes, la inserción de agentes en altas instancias, como fue el caso de Luisa Ortega Díaz en el Ministerio Público y el consecuente estremecimiento de la institucionalidad.
Venezuela ha visto la activación de guarimbas como formas germinales de guerra paramilitarizada desplegándose en las ciudades, los ataques mediáticos a escala nacional e internacional, la propagación de un conflicto y el intento de empujar a la población a una confrontación civil. El país ha sido testigo de los desmanes en la economía nacional, la caotización de los sistemas de abastecimiento y precios, los ataques a la moneda, la devaluación inducida desde Colombia y Miami, y el caos económico propagado por los factores privados en la economía real; ahora, el rol directo que juega la Casa Blanca en ejecutar un bloqueo financiero y comercial para asfixiar a toda la nación, al unísono de su proclamada intervención militar contra nuestro país.
En estas encrucijadas son necesarias las preguntas: ¿Cómo ha sido posible que aún en medio de todas estas circunstancias la Revolución Bolivariana haya logrado resistir desde el Gobierno y hoy el chavismo siga siendo una realidad política que timonee los destinos nacionales? ¿Con base a cuáles atributos ha sido esto posible? Entendamos que con muchas menos afrentas, otros factores de la izquierda latinoamericana han sido derrocados, como Manuel Zelaya, Dilma Rousseff y Fernando Lugo. Y otras revoluciones se han perdido prácticamente, como el caso de Ecuador.
¿Por qué Venezuela resiste?
Resistencia y ofensiva: inteligencia política y el rol de la vanguardia
Una clave a reconocer es el alto sentido de cohesión en las fuerzas chavistas. Sin ello, el sostenimiento del gobierno chavista como medio para sostener la revolución como proyecto político y social sería imposible. ¿En qué consiste esto? La unidad consiste en el vínculo estrecho y sólido que existe entre la dirigencia del chavismo y sus bases. Algo en lo que otras revoluciones democráticas recientes han tenido suma dificultad. Siempre debemos preguntarnos, ¿por qué no se estremeció Brasil pronunciada y sostenidamente cuando se produjo el derrocamiento de Dilma? ¿Por qué la respuesta popular fue espasmódica?
Esta unidad no tendría sentido político práctico si no estuviera eficaz e inteligentemente conducida por el directorio del chavismo. La capacidad que ha tenido el presidente Nicolás Maduro, tantas veces subestimado, y los dirigentes que le acompañan, ha permitido desarmar y someter al adversario en diversas oportunidades y jugando contra muchos factores y probabilidades en contra. El sentido de inteligencia política de la dirigencia chavista es un valor construido durante años de devenir.
Otro sentido político desarrollado por el chavismo ha sido el de persistir con solidez en su posición, dentro de la Constitución y haciendo máximo uso de los recursos institucionales para no perder su centro de gravedad política. Los tambaleos inducidos por el adversario son un intento perenne de colocar al chavismo en terreno contrario.
Un ejemplo de ello es que Maduro ha llamado a la oposición a diálogo múltiples veces, algunas de ellas sin éxito, otras veces a expensas del señalamiento de sus seguidores. Pero toda vez que Maduro logró sentar a la derecha salió triunfante, y ellos resultaron más diezmados, fracturados y divididos. Maduro tuvo que emplear el uso de la política inteligente y dialogante, manteniendo posturas inamovibles pero cediendo en las menos estratégicas para desarmar al adversario.
Recordemos: Maduro desde inicios de 2017 tuvo que articular a puerta cerrada algunas reuniones preparatorias con dirigentes de la MUD para abordar (e intentar neutralizar) lo que luego estallaría: las guarimbas, una nueva arremetida de violencia, caos propagado y células paramilitarizadas en etapa germinal, desplegándose en focos en varias ciudades del país.
La vanguardia del chavismo no sólo está en el ejecutivo sino en los espacios de militancia
El ala más propensa a la violencia en la MUD había tomado las riendas de esa organización y empujaba al país (por órdenes desde EEUU) a un conflicto total. Con mucha perseverancia, negociaciones y luego con llamados abiertos, Maduro articuló el diálogo para desactivar en el mes de julio de 2017 el ciclo violento, sin ceder, y rematando con la elección de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
El resultado fue luego una hoja de ruta electoral que, para tragedia de la MUD, significó su fragmentación política cuando algunos partidos proclives a la violencia decidieron deslindarse del ruedo político. Por supuesto, la MUD acude al diálogo a mediados de 2017 una vez que su plan insurreccional perdía fuerza en el terreno y se desmembraba tácticamente.
Los dispositivos de seguridad del Estado lo fueron desmantelando a cuentagotas, convirtiéndolo en un callejón sin salida para sus mismos promotores, quienes lidiaban con un desgaste insostenible. La política inteligente de Maduro fue dar su mano derecha dialogante cuando había que darla, pero pegar con la zurda cuando había que hacerlo, empleando su poder como jefe de Estado, bien sea usando la seguridad pública o convocando la ANC. Por eso la etapa violenta de asedio quedó inhabilitada momentáneamente.
No es de desestimar, por supuesto, el vínculo cívico-militar que atraviesa al chavismo de manera transversal. Es una diferencia clara entre Venezuela y otras referencias de la izquierda regional. Mientras en diversos países el sector castrense fue confinado a una «posición institucional», políticamente parca, Venezuela fue en la dirección opuesta. Chávez lo entendió desde siempre y construyó las bases del sostenimiento del Gobierno de Maduro.
Esto ha consistido en dar cuerpo a los niveles de correspondencia entre el sector militar y el civil, pues de allí radica la génesis del chavismo como fuerza política, una insurrección militar el 4 de febrero de 1992 que fue precedida por una insurrección civil en 1989, conocida como «El Caracazo».
Si el chavismo no contara con esos vínculos estrechos entre ambos sectores, habría cedido a la desestabilización apenas años de iniciarse en el poder. El chavismo entendió desde siempre que la institucionalidad no podía persistir en términos formales si había una revolución en marcha. Por lo tanto, se produjo un desmantelamiento de la estructuras militares como existían en Venezuela y se tocaron intereses sensibles, que transformaron el hecho castrense en un componente de la institucionalidad erigida en tiempos de chavismo y desde la Constitución de 1999.
Otro factor a reconocer es que, a diferencia de otras experiencias latinoamericanas, el chavismo constituyó un cuerpo vivo que desarrolla la política más allá de las instituciones, e incluso más allá del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) como instancia políticamente gobernante. El chavismo creó su propia vanguardia. Creó un tejido político integrado, poliédrico, multiverso, definido por grandes sectores y fuerzas sociales que han dado procedimiento y ejecución al chavismo como realidad y subjetividad política.
La vanguardia son quienes construyen la política real en los espacios vitales de la política desde la cotidianidad. Mujeres y hombres comunes, dirigentes comunitarios y de base, organizados en las estructuras de Consejos Comunales, CLAP, movimientos sociales, estructuras locales del PSUV, fuerzas de partidos aliados, movimientos gremiales, instancias comuneras, etc. En estos espacios se replica la política central y se reproducen los lineamientos y la dirección del chavismo. Son áreas de trabajo para la ejecución de las políticas públicas y Misiones Sociales.
Pero son más que eso, pues se trata además de establecer en cada espacio de trabajo un área vital de defensa de la revolución en todos sus momentos y en todas las circunstancias, frente a todos los tipos de amenazas que se ciernen sobre el proceso político chavista. El chavismo se compone no de seguidores: se compone principalmente de militantes.
Los espacios de vanguardia son de defensa de la revolución, en un marco de permanente reflexión sobre los grandes temas y circunstancias nacionales que atraviesa el país. Son además lugares donde se defiende la línea y la instrucción de las instancias revolucionarias. Pero donde además existe el constante ejercicio de la crítica y la construcción colectiva. Son espacios donde ha cuajado el sentido de madurez de la militancia del chavismo y donde se mantiene la base de apoyo que le ha permitido sostenerse electoralmente, y más allá de ello, seguir como principal fuerza política en ejercicio en Venezuela.
A modo de conclusión
Este breve argumentario es una minúscula reseña sobre un devenir que se ha construido como fenómeno político en Venezuela en era reciente. No hay un solo método que pueda definir la persistencia del chavismo como realidad política en Venezuela. Los elementos de inteligencia, conocimiento del adversario, el sentido de oportunidad, el principio de la inamovilidad y la preservación del centro de gravedad política, los vínculos con la base, el máximo empleo de los recursos y las afinidades identitarias, son hilos transversales que han resignificado al chavismo como una fuerza política inédita en Venezuela.
No obstante y en medio del sinnúmero de aristas que signan al chavismo en un momento inédito de su propia historia, nuevas definiciones están por venir. Por tanto, el análisis de esta fuerza política y sus cualidades están lejos de concluirse.