Y HABLANDO DE FE – J.M. RODRÍGUEZ

La religión siempre ha pesado mucho en todas las guerras. Nos hemos matado por ella durante milenios. El absolutismo excluyente que promueven todas, talló con mazo y cincel las convicciones humanas. Aun así debemos reconocer que las cosas han mejorado desde los tiempo en que los designados por sus dioses imponían la conducta a sangre y fuego.

El avance hacia los estados-nación, junto a la movilidad de sus poblaciones, fue moldeando en arcilla los límites de lo humano y lo divino. Las sociedades caminaron hacía su secularización tratando de dejar lo religioso en el corazón de los individuos. Y si bien las guerras siguieron, ahora fue la conciencia colectiva sobre el cómo se quieren esas sociedades, lo que las provoca. Hablo de los valores y propósitos que construyen identidad más allá de lo religioso.

Ah, pero los judíos, no. Sus líderes han defendido con mucha voluntad, y tragedia, el mesianismo como guía máxima de su razón. Lograron fundir lo político y lo cultural en lo religioso. Y para que tal aberración se consolidara, siendo ya dueños de la riqueza, necesitaban un territorio bajo un control fuerte y severo. Lo resolvieron con el sionismo, un totalitarismo envuelto en excusa de protección contra un supuesto antisemitismo.

Es muy desfachatado que hablen de antisemitismo aquellos que creen en un dios que les dijo: Enviaré delante de ti un ángel para que eche del país al cananeo, al amorreo, al heteo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo… O que impulsa a sus científicos a afirmar: hemos desvelado una verdad inobjetable: Dios ha elegido al pueblo judío para gobernar sobre Tierra Santa…

Rabinos e intelectuales dan sustento a la ideología sionista promoviendo una de las peores perversidades culturales conocidas: la existencia de dos tipos de humanos, los judíos, homogeneizados por una religión que es tapa de su poder geofinanciero, y el resto de la humanidad. Las persecuciones y el linchamiento masivo que sufrieron, no es la razón, es su pretexto. Ahora, a través de The Big Four, controlan el mundo. Por cierto, la guerra económica que padecemos en Venezuela no la impuso el tonto Trump, nos “la juraron” ellos cuando Chávez rompió con Israel.