Nacemos dos veces: cuando venimos al mundo, y cuando tomamos el control de nuestra vida. El 19 de abril de 1810 los criollos destituyen al capitán general español, Vicente de Emparan, –nombrado por el invasor francés José Bonaparte- con la excusa de conservar los derechos de Fernando VII. Pero pasan quince meses sin que escojamos ni la chicha monárquica ni la limonada patriota, sino todo lo contrario.
¿Qué hace la Junta Suprema durante este interregno? En lo político, trata de consolidar la unidad entre provincias, pero paradójicamente les reconoce autonomías federativas. En lo económico, permite libre importación de instrumentos agrícolas, elimina impuestos de exportación y de alcabala sobre bienes de primera necesidad, pero no se independiza de España, que prohibe ese libre comercio. En lo social, exceptúa de tributos a los indígenas e ilegaliza el tráfico de esclavos, pero no la esclavitud. Envía misiones a Estados Unidos e Inglaterra pidiendo apoyo a la independencia, pero sin desconocer a las Cortes de Cádiz. Reúne un ejército de 20.000 hombres, pero sin armas.
Pasan los meses sin que la Junta decida nada. Entre octubre y noviembre de 1810 convoca a elecciones para un Supremo Congreso de las Provincias Unidas de Venezuela, que tampoco resuelve. Paralelamente funciona la Sociedad Patriótica, que sí quiere decidir. El 3 de julio de 1811, Simón Bolívar exige: «No es que haya dos congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que más conocen la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad.
Unirnos para reposar y dormir en los brazos de la apatía, ayer fue mengua, hoy es traición». Y corta el nudo gordiano de las cavilaciones con una arenga memorable: «Se discute en el Congreso lo que debiera estar decidido. Y ¿qué dicen? Que debemos comenzar por una Confederación. ¡Como si todos no estuviéramos confederados contra la tiranía extranjera! ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos, o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas.
Que los grandes proyectos deben prepararse con calma. ¿Trescientos años de calma no bastan? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación; pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad sudamericana. Vacilar es perdernos». Todo 19 tiene su 5. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la revolución venezolana.