Chamoiseau es un escritor martiniqueño (1963), Premio Goncourt por su libro Texaco. En este texto autobiográfico con enfoque novedoso, Chamoiseau trata de rehacer su historia personal desde la infancia hasta el descubrimiento de la literatura, algo que le permite indagar en el trabajo y la moral del escritor en un país colonizado-dominado, evidentemente en ese autoanálisis se recupera la historia del pueblo antillano: la herencia amerindia, la trata negrera, la esclavitud, la abolición, la departamentalización y su contemporaneidad.
Fragmento de la primera parte de “Escribir en un país dominadoâ€, publicado en 1997.
De Patrick Chamoiseau. Traducido del francés por Danielle Triay Royo:
¿Cómo escribir cuando tu imaginario se alimenta a todo lo largo del día con imágenes, pensamientos y valores que no son los tuyos? ¿Cómo escribir cuando lo que tú eres vegeta ajeno a los incentivos que determinan tu vida? ¿Cómo escribir siendo un dominado?
¿Acaso las literaturas han previsto algo para ti? ¿Han elaborado en el transcurrir del tiempo algo para ti, que vives agobiado en esta modernidad colonial? Para ti, que no te enfrentas a etnias elegidas, a muros, a ejércitos que dañan tus aceras, sin odio purificador… Tú no eres de esos que pueden dibujar mapas de gulags, ni construir discursos sobre genocidas, masacres ni dictadores feroces. No puedes describir los movimientos del poder en palacios suntuosos, ni consignar en la memoria los horrores de una solución final. Nadie ni nada censura tu pluma. Toda esa opresión brutal pertenece al pasado, incluso si en el mundo percibes aún sobresaltos horripilantes, futuros anacrónicos que enfrentan todavía millones de escritores hermanos.
En el fondo de esa angustia murmuras amargamente: felices aquellos que escriben bajo el yugo de tiempos remotos: sus poemas son como balas que fundan una esperanza con la cuantía de sus impactosâ€, ya que el presente, el tuyo, en el que ninguna bala es útil, está por llegarnos a todos, ese del canto dominante que te deforma el alma hasta hacer de ti tu propio carcelero; que hace de tu imaginación, tu propia madrastra; de tu razón, tu propio convenio; de tu imaginario, la fuente misma de un mimetismo estéril; tu época es la de una dominación silenciosa.
Por ello, pobre escriba, dibujante de palabras de este país roto, te enfrentas a ser asistido y subvencionado. Te hundes bajo el derrame, masivo y cotidiano, de una visión existencial idealizada que desmantela la tuya. Tus mártires son indiscernibles, los choques que sufres no conmueven ni a los mirlos locales, tus héroes no alcanzan el pedestal de las estatuas y su resistencia, poco espectacular, a ti te parece opaca. Vayan pues todos a practicar la usura refinada, desde tu país, este pueblo, tú mismo hasta sus escritores y sus poetas, celebrados de manera opulenta, sin lágrimas y sin crujir de dientes.
El único alarido está dentro de ti.
Un grito mantenido que te lacera diariamente, que se opone a la radio, a la televisión, a la publicidad, a presuntas informaciones, a ese monólogo fascinante de imágenes occidentales; un grito que no quiere alienarse activamente con el Desarrollo, una alienación en la que el fuero interior es cercenado y de la que tus paisanos no tienen conciencia. Inflexible grito silencioso.
Alarma silenciosa
Frente a ti, resistiendo y al acecho en el país-Martinica, solo se ofertan edificaciones que reflejan el cielo, los altos cristales de oscuras opulencias, la catedral aeroportuaria, los hangares que almacenan contenedores, el brillo de los centros comerciales, las trashumancias automovilísticas, la fiebre de la compra-venta, los estacionamientos y los carritos que amarran ilusiones, la verticalidad solitaria de las antenas que balizan el cementerio vacío de nuestros espíritus.
Frente a ti, pobre escriba combatiente, el político mofletudo y serio de miserables triquiñuelas y de largos canales que riegan los campos y a todos nosotros. Frente a ti, espaldas encorvadas frente a grandes cruceros, a torres operadoras, frente a esos hoteles embotados[i] que civilizan las playas y al turismo-rey que santifica los enclaves turísticos.
Y por medio de ti, -tú, que no asumes nada sino el mudo dolor común-, quiero denunciarlo todo en todas partes, en cada esquina de pueblo, en cada silla de asamblea, denuncio la inercia enmohecida, lo purulento de las sectas, el cortejo de miserias desconocidas, el denso manglar de las drogas, el autoengaño de los subsidios por taquilla y del poder del mandamás, la mediocridad ennoblecida por el arte de los medias, el comercio bendecido por la ausencia y la histeria muda de los vivos sepultados. Un malestar que no ha sido consignado en los textos. El grito que no ha sido expresado por ningún poema. La literatura vaciada de ella misma.
Sin embargo, en el meollo de ese golpe indoloro se encuentra la punzante y brutal dominación; es por ello que la escritura de los que la enfrentan (o que la han enfrentado) en otros lugares, en otros tiempos es tan importante para ti. Puedes encontrar en ella al Dominador, en su aspecto violento, pero adivinar también, en la descripción de sus ultrajes, el mugido del vencedor furtivo en que se convertirá y que ningún radar podrá detectar. Ya está aquí, en su lugar siempre, como en la evolución de esas especies mutantes que se acercan a su fuente original en extinción progresiva. Bajo la dominación, los tiempos se confunden, arcaicos sutiles, primarios furtivos, sangrientos usuarios, en avances y retrocesos, y, en cada periodo, con la movilización virtual de los otros. ¡Permanece alerta, Dibujante de palabras! -me decía a mí mismo- a esa confusión de épocas, pero ten presente esto en el alma: el campo de batalla solo está abierto en este ahora. Mala suerte para aquellos que escriben contra la dominación del pasado, esas balas tienen un gran pasado pero un pobre futuro.
Desde mi tierra y mi dolor, veía a esos pueblos que se oponen al poder silencioso con actitudes poco claras: integrismos, delirios religiosos, frenesís étnicos que parecen respuestas ancestrales frente a un Dominador que ya no distinguimos nítidamente.
Reflejos que se devuelven contra sí mismos, uso de recursos tranquilizadores de corte tradicional que reúnen a toda la literatura y dan la impresión de resistencia. Sin embargo, aquí ya nadie resiste, nos refugiamos en una rutina personal mientras que la dominación silenciosa se disfraza de modernidad progresista, apertura democrática y virtud económica sin freno. Ante ese fenómeno me encontraba desamparado.
Sospechaba que toda dominación y, aún más, de esa silenciosa que se genera y desarrolla en nuestro propio ser. Por ser insidiosa neutraliza las expresiones más íntimas de los pueblos dominados. Intuía que toda resistencia debía situarse de manera definitiva ahí, frente a ella, y dejar atrás las ilusiones de viejos esquemas de lucha. Así pues era necesario interrogar a mi escritura, analizar su dinámica, sospechar de las condiciones de su surgimiento y detectar la influencia que ejerce sobre ella la dominación que se oculta, ¿pero cómo?
Un viejo guerrero me permite oír: … (Su voz tiembla, y se impone como un viento de pomarrosas)… nací en el archipiélago de las Antillas, en una isla arrasada por colonos franceses en 1642; eliminaron a los indios caribes, y, después, trajeron millares de africanos como esclavos para las plantaciones y transbordaron a muchos miles de otros pueblos según sus necesidades. Esta colonia fue declarada en 1946 departamento francés. No hubo en ella movimientos de descolonización de los años 60, sino sutiles mutaciones en sus vínculos con la metrópolis… (Aún se ríe)… es inútil que trates de verme, simplemente escúchame… -Inventario de una melancolía.