En Colombia, el malogrado Acuerdo de Paz con las FARC se encuentra al borde del abismo. A pesar de los ingentes esfuerzos del Gobierno del Presidente Santos por resucitar a un moribundo, sucesivas desgracias se abaten sobre él agravando la crisis.
Hace pocos días, alias Jesús Santrich, uno de los principales cabecillas de las FARC y protagonista de las negociaciones realizadas en Cuba, fue arrestado en su casa de Bogotá, acusado de estar negociando el envío de 10 toneladas de cocaína a los EEUU. El delincuente que dirigía esa operación de narcotráfico, Marlon Marín, que también fue arrestado, es sobrino, hombre de confianza y mandadero de alias Iván Márquez, el segundo hombre al mando de esa organización terrorista. Ambos tenían oscuros negocios con los Carteles mejicanos de drogas, que desde hace décadas han sido los compradores y comercializadores habituales de la cocaína que producen las FARC, siendo los encargados de introducirla en los EEUU y en Europa.
Mientras que Santrich espera en una cárcel de Bogotá su muy probable extradición a los EEUU, el otro implicado aceptó los cargos criminales imputados y ya fue trasladado por la DEA a ese país. Allí está ahora, acusado por un juez de Nueva York, que esgrime un cúmulo de pruebas muy contundentes en su contra. Marín ha aceptado convertirse en testigo protegido, y ha ofrecido delatar ante la justicia norteamericana todo el entramado de los narco-negocios de las FARC, que desde ya promete grandes revelaciones y no pocas sorpresas. Entre ellas, estarían los vínculos del gobierno de Nicolás Maduro con las FARC y con las rutas mundiales del narcotráfico, que pasarían por Venezuela y Cuba, e implicarían a funcionarios del más alto nivel de esos países.
Simultáneamente, a muchos miles de kilómetros de distancia, se ha desatado otra tormenta que repercute en el proceso de paz de Colombia. Se trata de los Comités que otorgan los míticos premios Nobel, pues por primera vez en su historia varios de sus integrantes son acusados de recibir sobornos, filtrar informaciones y de otras conductas inapropiadas. Y ya algunos de sus miembros han sido obligados a renunciar.
En ese escándalo, han aparecido graves informaciones relacionadas con el Comité Nobel de Noruega, que otorga el Premio Nobel de Paz, que el año pasado fue concedido al Presidente de Colombia. Acontece que quien preside ahora ese Comité, la señora Kaci Kullman, poco antes había sido Ministra de Estado de Noruega, y como tal representó los intereses de la estatal petrolera noruega Statoil, que recibió del Presidente Santos grandes negocios petroleros en Colombia, en asociación con Ecopetrol, la petrolera estatal colombiana. En ellos, el Presidente de Colombia le entregó a la petrolera noruega vastas regiones colombianas para la exploración de petróleo, justo antes de ser honrado con el premio Nobel de Paz.
Como si todo esto no fuera demasiado grave, recientemente aparecieron más hechos escandalosos. Durante los primeros días de este mes de abril, la Primera Ministra de Noruega, Erna Solberg, de visita oficial en Bogotá, junto con los embajadores de Suecia y Noruega en Colombia, denunciaron que había manejos turbios en los dineros que ambas naciones habían donado para el Proceso de Paz, por un total de 200 millones de euros.
Ante la gravedad de semejante denuncia, el Presidente Santos respondió indignado que el manejo de esos dineros ha sido “transparenteâ€â€¦ Pero, aunque parezca increíble, menos de dos semanas después, la directora del organismo que maneja esos recursos fue destituida fulminantemente, acusada de gravísimas irregularidades. Y una primera auditoría a esos fondos, realizada por la Fiscalía, arrojó los más lamentables resultados, que involucran a un número muy grande de funcionarios del Gobierno de Colombia en actos inaceptables de corrupción. Las evidencias apuntan a que los contratos firmados para realizar las obras financiadas por la Comunidad Europea, en el marco de los Acuerdos de Paz, tenían enormes y fraudulentos sobrecostos.
Para completar el cuadro, ya de por sí bastante turbio, se descubrió que quien coordinaba la escogencia de los contratistas para administrar esos dineros, era el mismo Marlon Marín, que fue apresado junto con el comandante Santrich, mientras negociaban la venta de 10 toneladas de cocaína. Y los beneficiarios de los contratos hacían parte de una red de cooperadores y testaferros de las FARC, además de algunos políticos amigos del Gobierno.
En medio de la inmensa nube de confusión levantada por este conjunto de acontecimientos, lo que en realidad está pasando es muy diferente a lo que se pretende mostrar por fuera de Colombia, y que es lo siguiente:
Las FARC continúan siendo el mayor Cartel de drogas del mundo y no hay ningún indicio de que hayan dejado esa actividad. Durante los cinco años que duró el Proceso de Paz, los cultivos de coca bajo su control pasaron de 70.000 hectáreas, a 200.000 que tienen ahora. Se han burlado de todos y se han aprovechado del mismo Acuerdo para lavar su fortuna ilegal y sentarse a legislar en el Congreso de Colombia, donde tendrán 10 curules concedidas gratuitamente a partir del próximo 20 de julio.
Mientras esto acontece, continúan traumatizando vastas regiones de Colombia con su lucha armada, y ahora también de Ecuador y Venezuela, a donde han extendido sus tentáculos. Responden así a los ingenuos que decían que era mejor tener a las FARC en el Congreso que en la selva matando gente inocente. Pues bien, ahora estarán en ambas partes: en el Congreso legislando y en las selvas y en las ciudades matando gente y produciendo cocaína.
Lo que se decía que era una negociación que conduciría a Colombia hacia la paz, terminó siendo una farsa gigantesca montada por el Gobierno y las FARC, para lavar los millonarios recursos de esta última, producto del narcotráfico. Y además, garantizar la más absoluta impunidad a los guerrilleros, destruir a Colombia y llevarla por la misma senda de Venezuela, rumbo al comunismo y a la miseria. Y todo esto, prestigiado por la aureola brillante que produce el Nobel de Paz.
Eugenio Trujillo Villegas