No podemos equivocarnos. Colombia no es la misma tras los Acuerdos, de lo que se trata es de engrandecer la posibilidad de grandes transformaciones, de no permitir que se frustre.
El asesinato de líderes sociales en Colombia es un hecho indicativo de los hondísimos problemas políticos e institucionales, que exigen solución cada vez más inmediata. Detrás de estas muertes se esconden serios trastornos en la propiedad de la tierra, persecución política, corrupción de funcionarios públicos, descomposición de las autoridades, profusión desmedida de las mafias del narcotráfico. En resumen, un país que no puede continuar así.
Por fortuna hubo un mal que llegó a su fin, el conflicto armado con las Farc. Durante décadas se transmitió a la nación la idea de que este era el causante de todos los cánceres, del atraso, la pobreza, la violencia, la corrupción, la desigualdad, el narcotráfico y las mafias. La realidad tras el acuerdo viene a mostrar otra cosa, los graves problemas persisten, mientras las Farc dejaron al país una inmejorable fórmula de salvación y renovación, los Acuerdos de La Habana.
Quien no los conozca, debería acercarse a ellos con la más absoluta desprevención. En seis puntos, que van abriéndose en una serie de subpuntos y derivaciones, contienen un croquis cuidadosamente acertado hacia la solución de los más acuciantes problemas que laceran a Colombia. Tierras, participación política, drogas y cultivos de uso ilícito, víctimas y justicia, fin del conflicto e implementación redondean una obra maestra de la política.
Que tiene una virtud innegable. No fueron el producto del imperio de la fuerza, fueron el resultado de complicadas discusiones y largos debates, que involucraron a la totalidad de las voces que configuran nuestra realidad. Nadie dejó de hablar, opinar o contradecir numerosos aspectos. El Acuerdo Final representó por ello la más precisa fórmula de encuentro y reconciliación entre los colombianos, un tejido de diferencias empatadas.
Nadie podía quedar absolutamente satisfecho y feliz con el texto resultante.
Porque nadie encuentra reflejado en él la totalidad de su pensamiento
Nadie podía quedar absolutamente satisfecho y feliz con el texto resultante. Porque nadie encuentra reflejado en él la totalidad de su pensamiento. Ni siquiera las Farc a quienes algunos endilgan todo lo que en ellos consta. Los Acuerdos de La Habana personifican el más grande logro de la racionalidad y la cordura, del entendimiento y la capacidad de ceder en aras de un bien supremo, la paz del país y su despegue a un futuro distinto.
Se encuentran a años luz de lo que se consideró siempre un programa revolucionario. Tanto que sectores extremos, obtusos o confundidos de la izquierda, insisten en calificarlos como una traición a su causa. Del mismo modo se apartan de las aspiraciones de la derecha proclive al totalitarismo y las soluciones de fuerza, que no vacila en acusar al gobierno que los firmó, de haber concertado una traición que terminó por entregar el país al terrorismo y las Farc
El resultado material de los Acuerdos de Paz salta a la vista. Los pabellones del Hospital Militar se vaciaron de muertos y heridos, la tranquilidad retornó a muchas regiones por las que resultaba imposible transitar. Y lo que es más valioso, hace unas semanas se cumplieron las elecciones más pacíficas de los últimos setenta años, de las cuales emergió un poderoso movimiento político por la renovación y el cambio, que no hubiera surgido nunca en las condiciones del conflicto.
No podemos equivocarnos. Colombia no es la misma tras esos Acuerdos, que contienen en sí la potencialidad para crear y desarrollar un país distinto, verdaderamente pacífico y humano. La perspectiva democrática es inmensa, la tronera que se abrió en el viejo y corrupto régimen político anuncia transformaciones impensables un lustro atrás. De lo que se trata es de engrandecer esa posibilidad, de ahondarla, de no permitir que se frustre.
La Farc continúa en su línea inquebrantable.
Cumplimiento estricto de lo pactado en La Habana y firmado en Bogotá
Por es la Farc continúa en su línea inquebrantable. Cumplimiento estricto de lo pactado en La Habana y firmado en Bogotá. Su dejación de las armas, su reincorporación política, su entrega de bienes, su distanciamiento de cualquier conducta ilegal, su comparecencia a todas las instancias previstas para el conocimiento de la verdad y la práctica de la justicia. Su exigencia del cumplimiento de lo acordado por parte del Estado, sin dilaciones.
Nada tenemos que ver con quienes invocan la confrontación desde los más diversos extremos, llámense Centro Democrático, paramilitarismo, desertores sumidos en la ruina moral y política, EPL, ELN, bandas criminales o mafias del narcotráfico. Está demostrado que el único camino es el diálogo y los acuerdos, que permiten abrir los espacios políticos para que el pueblo colombiano se exprese y construya, democrática y masivamente, el país que sueña.
Nada puede frustrar de modo más grave el movimiento por la paz, la justicia, la democracia, la inteligencia y la juventud, que el hundimiento del país en nueva ola de violencia sanguinaria. Los Acuerdos no son un fracaso, la solución política es la ruta, Gabino. La tarea más urgente que tiene Colombia es la defensa de los Acuerdos de La Habana, trabajar de modo incansable por su aplicación. Sólo eso detendrá los criminales, sólo eso le garantizará el futuro.
Está demostrado que el único camino es el diálogo y los acuerdos, que permiten abrir los espacios políticos para que el pueblo colombiano construya el país que sueña. Foto: