Dron

Luis Britto García.-

1 En un país africano un hacendado revienta a un peón con un artefacto teledirigido. Las balas disparadas contra una madre llevan cámaras que permiten seguir su trayectoria. Adolescentes que juegan con una consola en una base estadounidense la destruyen con sus propios drones. Un oficial clausura un ataque teledirigido porque no soporta ver a sus víctimas. Estos incidentes corresponden a La misión Barzac, última novela de Julio Verne (1905), mi novela Abrapalabra (1980), el dibujo animado Beavis & Butthead, de Mike Judge (1997), la película Good Kill, escrita y dirigida por Andrew Nicol (2014). Pero los que siguen son repulsivamente verídicos. En este mundo traidor la realidad no sólo supera la ficción: la contamina.

2 El Presidente de Estados Unidos inicia la reunión de la Kill list, la lista de asesinatos selectivos o más bien sicariatos teledirigidos de hombres, mujeres, niños, que autoriza semanalmente contra países con los cuales no está en guerra. Una llamada lo interrumpe para comunicarle que ha ganado el Premio Nobel de la Paz.

3Los sicarios a control remoto, como buenos ignorantes, desconocen que las frecuencias de un aparato teledirigido pueden ser interferidas, haciendo que los drones asestados contra un Presidente se desvíen y estallen antes de alcanzarlo.

4 Trump había afirmado que a Maduro había que sacarlo del poder. El Presidente Santos profetiza que “Veo cerca la caída del ‘régimen’ de Maduro”, y precisa que “ojalá mañana”. En Miami el ancla Jaime Baily conoce el plan, exhorta “¡Hágale!” y ofrece comprar otro dron.

Patricia Poleo lee en Miami un comunicado de supuesta organización clandestina que se responsabiliza por el atentado. Los responsables ni son clandestinos ni se esconden. Matar sin riesgo y sin consecuencias al mismo tiempo anestesia la cobardía y exalta la prepotencia de las conciencias teledirigidas.

5 Decía Lenin que el terrorismo es el recurso de un movimiento político que no ha podido relacionarse con las masas. El atentado contra Maduro revela que la oposición no tiene ascendiente para calentar la calle, ni vínculos para sublevar al ejército. En dos décadas, es el segundo intento de magnicidio en el que recurren a las oligarquías de Colombia. No tenían más plan que salir de Chávez, ahora no tienen más proyecto que salir de Maduro. Pero ni la muerte del primero ni la amenaza contra el segundo acabarán con el bolivarianismo. A las revoluciones no las matan los drones, sino los ladrones.

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