La salvación del periodismo requiere tiempo, paciencia, y que se consoliden los cambios en el país
El pasado sábado bautizamos, en la Sala Hugo Chávez de la Feria del Libro de Caracas, una de las más recientes obras del profesor Díaz Rangel: Periodismo, Medios y Comunicación. Fue un encuentro en el que además le rendimos un homenaje y sirvió para juntar a colegas opositores y chavistas. Fue muy cálido y hermoso el agasajo. Allí el ministro de la Cultura Ernesto Villegas habló de medir la popularidad del profe, como cariñosamente suelo decirle, pues la sala se quedó pequeña para albergar a todos los que nos dimos cita ese día. Maryclein Stelling fue la presentadora. Ella definió a Díaz Rangel como un adalid de la ética en el periodismo venezolano. Eleazar es un profundo conocedor, intérprete y narrador de la historia del periodismo y del país, dijeron. Es formador y ejemplo para varias generaciones de periodistas y con sus décadas de trayectoria muy bien llevadas, tanto en el periodismo como en la política, anda un poco triste por algunas adversidades. Tener a Eleazar Díaz Rangel en nuestras filas es un orgullo para todos. Felicidades, profe.
—¿Cómo se define a sí mismo?
—Muy sencillamente, como un periodista comprometido con sus lectores y con los cambios políticos, económicos y sociales.
—¿Cómo se siente emocionalmente? ¿Está feliz?
—Imposible estar feliz con la enfermedad de mi esposa y la dispersión de los hijos por diversas razones. Debo agregar mis preocupaciones por la situación del país, aunque no sea un cuadro para ser infeliz.
—¿Cuáles fueron los valores que recibió en el seno de su hogar y para qué le han servido?
—Los de la responsabilidad, la honestidad, que me enseñaron mis padres, en primer lugar con el ejemplo. Valores a los que he sido fiel y me han ayudado a desempeñarme en la vida, aun en los momentos más difíciles.
—¿Aprendió algún otro oficio, además de la comunicación en su formación? ¿Cuál?, y, ¿cuál otro le gustaría haber aprendido y por qué?
—No, ninguno, y hoy, cuando estoy solo, quisiera saber cocinar.
— ¿Cuál es su período de vida más feliz?
—Mis primeras semanas de casado con Aída, incluidos nuestros días en La Puerta (Trujillo) y Caracas.
—¿Qué recuerdos tiene de su pueblo, Sabaneta de Barinas?
—Varios, pero el más impactante fue cuando vi pasar herido de muerte por el jefe civil, apoyado por dos amigos, a mi tío Aníbal; tendría cuatro o cinco años.
—¿Por qué su edad siempre ha sido un misterio para nosotros los periodistas?
—Por razones inherentes a la curiosidad del periodismo; les extrañaba que me encuentro como si no cumpliera años.
—¿Qué experiencia de vida no le gustaría repetir?
—Mis dos años y medio preso en el cuartel San Carlos, pese a la vivencia con destacados políticos de izquierda de la época, y haber escrito dos libros: El beisbol en Caracas y Noticias Censuradas. ¡Pero sin libertad!
—¿De qué se arrepiente en la vida?
—De arrepentirme propiamente, de nada, aunque cometí diversos errores y omisiones.
—¿Algún libro que haya marcado su vida?
—Fiebre, de Miguel Otero Silva, por la época en que lo leí, cuando era liceísta en época de dictadura, y por su contenido Memorias de un venezolano de la decadencia, de José Rafael Pocaterra, y Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez.
—Cuéntenos una anécdota que jamás haya olvidado.
—Debo haberla olvidado, pero viví un episodio excepcional la mañana en que Hugo Chávez, paisano, fue a disfrutar un desayuno llanerísimo preparado por Aída, en mi apartamento. Hablamos largo rato, lo percibí indefinido, entre atraído por una nueva acción militar, o transitar el camino electoral, que finalmente decidió en Valencia, en un pleno de chavistas.
—¿Le gusta el cine?
—Sí, y el teatro, pero desde hace tiempo he estado ausente.
—¿Está fraguando algún libro?
—Tengo escritos cuatro, algunos en espera para publicarse. ¿Quiere que te los cite? Marx no rectifica, Historias del siglo XX, El Estado y el Deporte, y Periodismo, Medios y Comunicación, que fue bautizado el pasado sábado, editado por Mincultura y Monte Ávila.
—¿Cree en la afirmación de Earle Herrera de que alguien se robó el periodismo?
—Difícil no estar de acuerdo, si el periodismo que se hace está tan lleno de omisiones, y, particularmente, por el desconocimiento del principio de la verdad, y otras normas éticas. Lo peor es la dificultad para reencontrarlo, tengo la impresión de que las Escuelas de Periodismo no ayudan en esa tarea.
—¿Qué clase de periodismo estamos haciendo?
—Un periodismo donde buscar la noticia, verificarla y difundirla dejó de ser lo fundamental de nuestra profesión; se atienden demasiado, antes que los intereses de los lectores, los políticos y empresariales de los dueños de los medios.
—¿Cómo ha quedado la ética en el periodismo actual?
—Desconocida, violentada.
—¿Qué diferencia podría haber entre la época en que usted fue director de la escuela y la actualidad?
—La experiencia profesional de los profesores y la tendencia ideológica de izquierda de la mayoría de sus docentes y alumnos caracterizaron esa Escuela donde fui profesor y director, contra lo que son las de hoy.
—En su experiencia como periodista, ¿cuál ha sido la etapa histórica más interesante?
—Sin ninguna duda la del año 58, de la conspiración y lucha final contra la dictadura, y el periodismo que hicimos apenas recuperadas las libertades.
—¿Cuál ha sido la cobertura más difícil?
—Las reuniones interpartidistas en octubre de 1958 en busca de un candidato de unidad, nocturnas, en sitios diferentes que debíamos descubrir, muy cerradas, y que demoraron varias semanas, y que entre otros cubríamos siempre Rafael Villasana, Leopoldo Linares y yo.
—¿Cómo fue su vida de reportero antes de las redes?
—Carecíamos de esas fuentes, aunque bastante relativas y que deben manejarse con extremo cuidado, pues, a la vez son perturbadoras del periodismo porque nunca les importa la verdad, y a menudo se utilizan con propósitos que no son los de informar.
—¿Qué opina del periodismo que se hace en las redes sociales?
—Se deduce de mi respuesta anterior. Aunque debo añadir el mal que le hacen a la profesión quienes las toman como si fueran veraces fuentes informativas.
—¿A qué periodista, de los actuales, admira?
—Aunque fallecido, a Jesús Romero Anselmi, lo hizo bien en prensa y radio, como profesional, como docente y gremialista, y fue una lección de ética viviente.
—¿Tiene salvación el periodismo?
—Sí, por supuesto, pero requiere tiempo, paciencia y que se consoliden los cambios en el país, porque, al final, los que deciden como son los medios son sus dueños, no los periodistas, aunque muchos no lo creen.
—¿Tuvo que mentir alguna vez en el periodismo?
—Sí, como todos los periodistas, pero la mayoría de las veces, sin saberlo, creyendo que lo que había escrito era verdad.
—¿Se arrepiente de haber hecho alguna pregunta?
—De ninguna, porque si estaba desubicada, seguramente no me la respondieron. Es muy corriente cuando uno es reportero.
—¿Qué entrevistas lo marcaron como profesional?
—Dos, una a Rómulo Betancourt en El Cementerio, cuando visitaba la tumba de Ruiz Pineda en octubre del 58, cuando se cumplían siete años de su asesinato, y estaba candente la búsqueda de un candidato de unidad, le hice varias preguntas y me las respondía elusivamente, y, al final, cuando desistí, me dijo con su característica sonrisa: “No vas a escribir que ya Don Rafael hablóâ€, con referencia a una famosa radionovela de esos años, no sé si era El Derecho de Nacer; y la otra, la que le hice a otro líder político, Jóvito Villalba, que ganó un concurso de El Nacional sobre entrevistas.
—¿Cuál fue la entrevista más difícil de su vida profesional?
—Esa que ya te comenté, porque no le saqué la noticia que buscaba, y quizás otra al boxeador Sonny León, un gran campeón venezolano, con quien hablé largo rato, y no por eludir las preguntas me contestó siempre con monosílabos.
—¿Qué opina del bachaquerismo?
—Lo mismo que debe pensar la inmensa mayoría de los venezolanos, de rechazo a su conducta especulativa, incluso de los productos de primera necesidad. Se supone que deben desaparecer el 20 de agosto.
—¿Ha perdido el venezolano los valores?
—Sí, la situación que vive el país, la conflictividad que lo caracteriza, ha generado la pérdida de algunos valores esenciales.
—¿Qué valores rescataría de los venezolanos en la actual crisis y guerra económica?
—La solidaridad, la verdad, la amistad, la honestidad y la responsabilidad.
—¿Qué balance hace usted de nuestro sistema educativo?
Hay algo que parece estar fallando en él desde hace mucho tiempo. ¿Qué valor tendría incorporar cátedras, desde los primeros años, como “Amor por la patria y amor a los venezolanosâ€, “Importancia del Bien Comúnâ€, y “Respeto a los Niños y Adultos Mayoresâ€.
—¿Cree que temas como estos hacen falta en el pénsum para formar un ciudadano con más conciencia y amor por lo nuestro?
—Me parece que no hay armonía entre la cantidad, pues ha crecido como nunca la cantidad de niños, adolescentes y jóvenes con acceso a la educación, en cambio, son evidentes su fallas en la calidad, en todos los niveles. Lo ideal es alcanzar la armonía entre cantidad y calidad. Y, por supuesto que estaría de acuerdo con la incorporación de las cátedras sugeridas, contribuiría a formar mejores ciudadanos.
—¿Qué mensaje o llamado le haría al Gobierno y al pueblo en las actuales circunstancias del país?
—Al Gobierno, revisar su palabra y sus compromisos, y cumplir las que pueda cumplir, hablar con la verdad, y al pueblo, tener confianza en que sin su participación no será posible salir de esta grave situación.
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Biografía mínima
Eleazar Díaz Rangel nació el 5 de marzo de 1933. Siempre se mantiene rozagante. Al menos en apariencia. Es egresado de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela. Profesor de este mismo centro de estudios y formador de varias generaciones “en el oficio más bello del mundoâ€. Es uno de los periodistas más influyentes de Venezuela. Creador de la columna dominical Los domingos de Díaz Rangel, desde donde vive pulsando el ritmo del país.
Autor de varios libros que escudriñan el periodismo, la historia y la política en Venezuela.
Ha ocupado cargos que van desde la presidencia de Venezolana de Televisión hasta director (desde 2001) del diario con mayor circulación en Venezuela como lo fue Últimas Noticias, cargo que ocupa en la actualidad.