Ningún espabilado tiene dudas de que las razones geopolíticas que empujan a los gobiernos del mundo capitalista, son dictadas por las corporaciones mundiales. Algunos muy avispados, que construyen un oficio con el adelantamiento, describen que ese implacable viento ocurre con la seguridad y precisión de un reloj suizo. Es decir, lo presentan en clave hollywoodense.
Tales oficiantes, señalados como estrategas de comunicación y operación política, tratan de desanimarnos mostrando nuestra gran pequeñez ante la monumental fuerza de los poderes mundiales convertidos en lo que llaman el Estado Profundo. Sólo la ingenuidad nos impediría entender que, lo único verdaderamente global, es el saqueo y la habladora de pendejadas sobre libertad y democracia.
Claro que el Estado Profundo es, sin duda, poderoso. Sin embargo, el puñado de corporaciones multinacionales que han controlado las finanzas y el comercio mundial, montando gobiernos locales con fachadas democráticas, armando asociaciones estratégicas (tipo Unión Europea) dirigidas con la misma democracia de una compañía anónima, y nariciando organismos multilaterales que licúan la soberanía para conducir la economía y la política “por donde esâ€; se consiguieron de repente con China.
Aún conservarán tal aparataje manteniendo el control de aquellos países que sólo son vistos (y les gusta serlos) como materia prima. Seguirán tratando de bloquear cualquier hoja de ruta que conduzca hacia la nación, la soberanía y la profundización de la democracia. Tres ingredientes que unidos pueden eludir ese poder omnímodo. Pero, “el peligro amarilloâ€, por un lado, y el nacionalismo ultraconservador norteamericano, le están torciendo el rabo a la puerca.
Esas hojas de ruta mencionadas, tienen ahora más vigencia que nunca. Claro, hay que construir primero el andamiaje de una cultura del esfuerzo colectivo: contra la guerra resistencia, contra el bloqueo producción, contra las ambigüedades políticas eso que Mario Sanoja e Iraida Vargas llaman el Estado Comunal Socialista. Sólo así se podrá convertir el adjetivo socialista en sustantivo. Pero, ese Estado no se decreta, se construye en silencio. Lo demás son nuestras propias habladera de pendejadas.
(Por cierto, yo soy arquitecto, el otro José Manuel Rodríguez que escribe, es economista y sus opiniones son diferentes a las mías.)