por: Iroel Sánchez
El periodista de CNN, Jim Acosta, es noticia porque ha tenido un incidente con el presidente estadounidense Donald Trump, durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca. Acosta preguntó primero sobre el calificativo del presidente Donald Trump como «invasión» a la caravana de inmigrantes centroamericanos que busca ingresar a los Estados Unidos, acusando a este de demonizarlos, y en el intercambio una becaria le intentó quitar el micrófono, pero Acosta se resistió a hacerlo e hizo una segunda pregunta sobre «la investigación rusa».
Como consecuencia, a Jim Acosta se le expulsó de la conferencia de prensa y se le retiró su credencial ante la Casa Blanca, lo cual ha generado miles de despachos noticiosos. Lo que ninguno de esos reportes ha recordado es que cuando Jim Acosta estuvo en La Habana, «empotrado» en la delegación encabezada por el entonces presidente norteamericano Barack Obama que visitó la Isla, protagonizó otro diálogo tenso, esa vez con el líder cubano Raúl Castro, como resultado del cual nadie intentó quitarle el micrófono ni lo sacó de la sala:
Jim Acosta: «¿Por qué tiene presos políticos cubanos y por qué no los libera?»
Raúl Castro: «Dame la lista de los presos políticos ahora para soltarlos. O dame una lista con los nombres si hay presos políticos. Y si hay esos presos políticos, antes de que llegue la noche van a estar sueltos».
De más está decir que Acosta no entregó lista alguna, pero nadie lo expulsó de Cuba por ello.
Es que resulta un poco selectiva la preocupación de CNN, y en general de la gran prensa estadounidense, por los presos políticos y las libertades, y también su hostilidad hacia Donald Trump: durante la visita de este a Israel, que coincidió con las nutridas y hostigadas manifestaciones de palestinos en apoyo a sus presos en cárceles israelíes, nada se preguntó al presidente ni se dijo en esos medios acerca de los presos políticos en Israel.
En cuanto a la «invasión» de emigrantes centroamericanos, fundamentalmente hondureños, ni Acosta ni CNN, ni ningún medio de comunicación estadounidense ha aludido a la responsabilidad de Estados Unidos en el estado de pobreza, crisis social y violencia que enfrentan los países del llamado Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras), arrasados por décadas de guerra sucia y neoliberalismo alentados por Washington.
Particularmente en el caso de Honduras, cuando empezaba un camino para ocuparse de las necesidades sociales, integrándose a los programas de educación y salud de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), fue impactado en 2009 por el golpe militar que dio inicio a la contraofensiva norteamericana en América Latina para restablecer su hegemonía en la región, liderada desde la Casa Blanca de Barack Obama, que por cierto ha sido el presidente estadounidense que más inmigrantes ha deportado en la historia.
En Honduras fueron asesinados 15 periodistas después de ese golpe apoyado por Estados Unidos y hasta existe el video en que es ordenado el asesinato de un informador, tras la pregunta incómoda a un poderoso empresario vinculado a los golpistas (ver minuto 10.25 del documental The Deadliest Place in the World for a Journalist que está en Internet desde octubre de 2011), pero ni demócratas ni republicanos se manifestaron al respecto, mucho menos CNN ni ningún medio corporativo estadounidense.
Algo en lo que coinciden Trump, Jim Acosta, Barack Obama, CNN y es unánime en toda la «prensa libre», es que en Estados Unidos, a diferencia de Cuba, es un país con democracia y libertad de expresión pero cada vez más pasan allí cosas comunes en los países calificados como «repúblicas bananeras», término acuñado en su volumen de cuentos Cabbages and Kings por el escritor estadounidense O. Henry para referirse a Honduras, lo que es resultado de las reiteradas intervenciones militares y el saqueo económico, junto a la exportación de violencia, bandas armadas y corrupción desde Washington.
Pero lo que está ocurriendo en los Estados Unidos de Trump, con escándalos por las relaciones del mandatario con prostitutas, despidos de funcionarios por motivos espurios, y hasta dueños de burdeles que ganan elecciones aún después de muertos, supera a novelas como El otoño del patriarca de García Márquez o El recurso del método de Alejo Carpentier, aunque esas son conclusiones demasiado profundas para que nos las digan Jim Acosta o la CNN, y si se llegaran a abordar sería para decir que es resultado excepcional de la gestión de un loco irresponsable, nunca de un sistema donde manda el dinero y gracias al cual un magnate que dirige un país como si fuera su empresa pudo llegar a Presidente.
Este artículo fue publicado originalmente en el medio libanés Al Mayadeen y republicado en el blog La Pupila Insomne, del intelectual cubano, Iroel Sánchez