Golpe de Estado fallido e intento de guerra civil tras la asunción de Maduro

Era previsible –y fue prevista- la escalada golpista preparada con mucha antelación para desencadenarse con la asunción del presidente Nicolás Maduro el 10 de enero.

Ante todo, como es sabido, la insólita declaración del Grupo de Lima, que pasa por sobre todo y cualquier principio de legalidad internacional y llama a desconocer al mandatario venezolano, además de llegar al extremo de reconocer como «zona económica exclusiva» de Guyana un área en disputa desde hace décadas. Tan grosera fue esta intromisión que diez de los 12 países firmantes de ese documento debieron rectificarse de inmediato respecto del punto 9. Escrito por algún enviado del Departamento de Estado, es obvio que los cancilleres siquiera leyeron el texto con el que comprometieron a sus países. Entre quienes retrocedieron sin rubor estuvo el gobierno argentino, cuya cancillería pareció olvidar que tiene un territorio en reclamación y que Venezuela defiende desde siempre la pertenencia de las Malvinas a la nación argentina. Todavía no se ha decretado la dimisión del canciller Jorge Faurie, cuya grisura y notoria incapacidad aventajan a su absoluta carencia de principios. Parecen creer que todo les está permitido.

Más grave aún: mientras Maduro juraba su cargo ante el Tribunal Supremo de Justicia, comenzó el accionar terrorista. Un atentado incendió los galpones del Instituto Venezolano de Seguros Sociales y destruyó medicamentos y aparatos médicos en cantidades abrumadoras para un país atacado, precisamente, en su sistema sanitario. La simultaneidad no es un detalle. Y como símbolo, horas después un grupo de vándalos destruyó una estatua del artista plástico Armando Reverón, emplazada en el centro de Caracas.

Al día siguiente el plan continuó con una jugada decisiva: la oposición declaró como «presidente de Venezuela» al recientemente nombrado titular de la Asamblea Nacional, Juan Guaido, ignoto diputado, puesto en ese lugar por Leopoldo López, notorio fascista encarcelado por 43 muertes provocadas deliberadamente durante la intentona por derrocar a Maduro años atrás.

Sin pausa, en todo este proceso se buscó agravar la situación económica, ya desesperante para el ciudadano común: el dólar paralelo prácticamente cuadruplicó su precio en Bolívares, los precios se dispararon más allá de cualquier lógica y la escasez volvió a golpear al consumo de bienes básicos. Mientras tanto el Consejo de Indias mal llamado OEA, cerraba el nudo diplomático sobre el cuello de la Revolución Bolivariana. Sólo que la diplomacia burguesa es hoy en el hemisferio un tablado de títeres tan bien pagos como ridículos e impotentes.

El sábado 12 la oposición dio a conocer una «Ley del estatuto que rige la transición a la Democracia y el restablecimiento de la vigencia de la constitución de la República Bolivariana de Venezuela». Si se excluye que esta vez no le cambiaron el nombre al país por decreto, es una copia apenas retocada del decreto que puso a Carmona Estanga en la presidencia de Venezuela por 47 hs en 2002. Por lo demás, se trata de la misma fórmula empleada 17 años atrás. Además del hecho esencial de que no está Hugo Chávez en Miraflores, las diferencias son considerables: los mandos de la Fuerza Armada no están con los golpistas, sino con el gobierno constitucional; hay un partido de masa capaz de articular a millones; hay una milicia popular con un millón 600 mil hombres y mujeres en armas; hay un equipamiento militar temible en primer lugar para Colombia, punto de apoyo de la intentona golpista, pero incluso para Estados Unidos si es que la confrontación llegara y se fuera de control.

Otra diferencia, crucial, es la situación económica de Venezuela y el cuadro de relaciones de fuerza en América Latina.

Es probable que quien lea estas líneas lo haga después de que Nicolás Maduro haya expuesto su plan económico ante la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), el lunes 14 de enero. La efectivización de esas medidas será decisiva para el futuro de Venezuela y, a no dudarlo, de toda América Latina. Igual lo sería su eventual no realización. Pero no vale adelantar presunciones sobre las medidas que adoptará el gobierno de la Revolución Bolivariana. Resta estudiarlas a partir de su presentación a la ANC y, desde la región, seguir con minuciosidad su aplicación.

Está claro que la transición pacífica al socialismo ha sido desafiada por el guerrerismo capitalista. Está claro que el mundo actual plantea un mapa geopolítico y relaciones de fuerzas imposibles de sortear tácticamente por un solo país, tanto más si éste es industrialmente subdesarrollado y monoproductor. Maduro y el Partido Socialista Unido de Venezuela podrían resolver esta dramática coyuntura con otros instrumentos si tuvieran un movimiento revolucionario mundial, una internacional anticapitalista, de dimensiones reales y efectivas.

No es el caso. Sin embargo, la injerencia descarada de Washington y el servilismo oprobioso del grupo de Lima, exigen instrumentos de ese alcance toda vez que plantea un tormentoso horizonte latinoamericano. Con la declaración del Grupo de Lima que presenta como condición la dimisión de Nicolás Maduro a la presidencia de Venezuela, la democracia ha quedado reducida a una palabra vacía.

Bien es verdad que en ese bloque hay hondas diferencias y cada uno de sus componentes tiene una ciénaga como punto de apoyo. No obstante, la capacidad de acción inmediata debe ser considerada como fuerza a neutralizar. El miércoles 16 de enero se reunirán en Brasilia Mauricio Macri y Jair Bolsonaro. Macri hizo el muy significativo desplante de no asistir a la toma de posesión del Mussolini carioca (aún no ha llegado a Hitler, pero es cuestión de tiempo, si se le ofrece). En la heterogeneidad inmanejable del gobierno argentino se resume el aquelarre de la burguesía latinoamericana, unida no obstante contra la amenaza latente de la Revolución. Es posible golpear sobre ese punto sensible del bloque burgués continental.

Como lo hice en una nota fechada el 19 de diciembre pasado, Macri contra Venezuela, insto a todas las organizaciones e individualidades que en América Latina y el mundo comprendan la gravedad de la coyuntura en el país de Hugo Chávez, a formar brigadas internacionalistas para contrarrestar a escala mundial la feroz campaña de desinformación y calumnias vehiculizada por la «prensa seria», la que miente sin límites ni remordimientos.

A partir de este momento los acontecimientos se desarrollarán con mayor velocidad y ofrecerán mayores dificultades para ser interpretados. Es necesario estar alertas y con los pies bien plantados para afrontar el desafío.