17 Feb 2019.
Nota editorial: Desde los primeros meses del año pasado, esta tribuna realizaba un paneo sobre las graves consecuencias que han traído consigo las intervenciones militares con fines supuestamente humanitarios. Ahora que la oposición venezolana, articulada bajo la tutela absoluta de Washington, dibuja un nuevo «Día D» (el 23 de febrero) para ingresar la «ayuda humanitaria», conviene refrescar la memoria y buscar en ejemplos históricos recientes las tragedias sociales que ha dejado a su paso este método de cambio de régimen. Pero sobre todo, y de ahí la vigencia e interés de republicar esta investigación, se hace necesario insistir en los personajes y agendas que han promovido, desde hace algún tiempo, que sobre Venezuela se cierne una amenaza creíble de intervención militar. Sin más preámbulo, recordemos.
El siglo XXI fue inaugurado por un nuevo mecanismo de intervención y guerra contra naciones soberanas promovido por el alto mando oficial del Pentágono y sus «socios» europeos de la OTAN. Se trata de la «intervención humanitaria», una herramienta geopolítica usada en algunas regiones del mundo en el marco de la estrategia conceptualizada por asesores militares de inteligencia como Thomas Barnett y apoyado en la burocracia estadounidense de la mano del almirante retirado Arthur K. Cebrowski.
El mencionado plan del Pentágono para el planeta se basa en la división binaria entre Norte («the Functioning Core») y Sur («Non-Integrating Gap»). En el mapa a continuación, extraído de una presentación que hiciera Barnett en 2003, podemos ver que en la parte superior se encuentran los países del llamado «Primer Mundo», donde se concentran los grandes capitales privados y negocios y la estabilidad política pretende ser reservada; en la parte inferior, en rojo, se dibuja el «Tercer Mundo», región toda que estaría destinada, según los militares estadounidenses, a «balcanizarse», es decir, a ser territorios desmembrados, absorbidos en el caos, de donde captan riqueza esos grandes capitales centrales del Norte para su propia opulencia.
Precisamente el término «balcanización» fue acuñado luego de la primera experiencia de «intervención humanitaria» en el mundo, con la instrumentalización de los derechos humanos y las leyes internacionales a favor de los intereses estratégicos de la OTAN, aplicada a la extinta Yugoslavia. Revisemos éste y otros cuatro casos de este tipo de guerra (y sus variantes) para llamar la atención sobre la actualidad venezolana en el marco de este plan militar estadounidense y la propuesta de Antonio Ledezma de solicitar una intervención con este estilo.
YUGOSLAVIA
En 1999, la OTAN bombardeó Belgrado, una de las ciudades más antiguas de Europa, en el marco del (fabricado) conflicto armado entre los separatistas albaneses del Ejército de Liberación de Kosovo (KLA) y las fuerzas militares y policiales de Yugoslavia, en aquel entonces integrada por Serbia y Montenegro.
Según los máximos responsables de la OTAN, el gobierno yugoslavo había creado una «catástrofe humanitaria» bajo el pretexto de un supuesto genocidio (limpieza étnica) a los kosovares. La medida que tomaría la organización gringa-europea no fue sancionada por el Consejo de Seguridad de la ONU, cuestión que sabemos no le importó.
Los ataques aéreos se realizaron desde marzo hasta el 10 de junio de 1999. Según estimaciones publicadas por Sputnik Mundo, bajo las bombas fallecieron unas 2 mil 500 personas y más de 10 mil resultaron heridas. El daño económico se estimó entre 30 mil y 100 mil millones de dólares. La partición de Yugoslavia en «republiquetas», con el enclavamiento de una inmensa base militar estadounidense en el corazón de Kosovo, fue conocida como «balcanización», pues amplió el panorama jurídico-político en el mapa de los Balcanes.
Kosovo es en la actualidad, producto de esta «intervención humanitaria», un centro logístico del narcotráfico y el mercado de armas en Europa, y funciona como una «fábrica de terroristas» albaneses-kosovares que luchan en las filas del Daesh en Medio Oriente y parte de los Balcanes hacia territorio asiático. Todo un paradigma.
IRAK
Uno de los fake news más trascendentales de la historia reciente, el de las «armas de destrucción masiva» de Saddam Hussein, fue usado en contra de Irak para su invasión. El gobierno de George W. Bush usó pruebas falsas para involucrar a numerosos países en el apoyo a la operación militar que posteriormente ocupó el territorio iraquí, pues presuntamente el gobierno de Saddam habría usado tales armas contra población kurda.
Durante años, EEUU y sus «aliados» mantuvieron un embargo económico y financiero sobre Irak que que fabricó las condiciones precarias de abastecimiento alimentario y medicinal, lo que sirvió a Occidente como justificación de la «intervención humanitaria». Esto junto a las «armas de destrucción masiva» fueron la zanahora mediática al garrote militar.
La operación fue vendida con base a nada, bajo el pretexto de la «libertad» del pueblo iraquí, pues luego del arribo de las tropas estadounidenses y británicas, no encontraron evidencias del armamento citado.
Entre el 30 de marzo y el primero de mayo de 2003, los ejércitos de EEUU, Reino Unido, España, Australia y Polonia invadieron y tomaron el control del gobierno iraquí. Sólo en el bando estadounidense murieron en combate unos 5 mil 500 soldados y mercenarios de empresas privadas de seguridad. Entre los iraquíes murieron, acorde a distintas fuentes, uno 500 mil, entre ellos 120 mil eran civiles.
Cabe destacar que de las guerras étnicas fabricadas en Irak y por la intervención realizada por militares estadounidenses, nació el conocido Estado Islámico, que en 2014 tomó la ciudad de Mosul.
LIBIA
Medios occidentales viralizaron montajes y noticias falsas en torno a la supuesta masacre que perpetraba el gobierno de Muammar Gaddafi contra la población libia. Bajo la figura de Responsabilidad para Proteger (R2P), EEUU tomó la batuta junto a la OTAN para invadir y bombardear Libia, y así permitir el acceso a los grupos mercenarios-terroristas de tomar las principales regiones del país africano.
A Libia se le endilgó la etiqueta de «crisis humanitaria» con la intención de profundizar en el expediente de intervención, a pesar de que el país vivía una de sus épocas más prósperas bajo la égida del socialismo árabe de Gaddafi.
La revolución de color en Libia comenzó con protestas «pacíficas» que terminaron en asesinatos bajo el uso de armas convencionales por parte de manifestaciones contra las fuerzas libias de seguridad. Los muertos civiles fueron endilgados a Gaddafi y su gobierno, mientras el Pentágono preparaba la aprobación de las Resoluciones 1970 y 1973 ante el Consejo de Seguridad de la ONU, que autorizaban una zona de exclusión aérea en territorio libio. Las consecuencias son evidentes hoy, donde el otrora país más prolífico de África es ahora una sopa de caos.
Cifras aportadas por Telesur ilustran a más de 20 mil personas muertas por la «intervención humanitaria», además unos 350 mil refugiados debido a la crisis fabricada por la guerra.
SOMALIA
Entre pobreza extrema y guerra civil, iniciada a principios de la década de 1990, Somalia ha vivido una de las peores hambrunas de la historia de la humanidad. Según la Cruz Roja, ha matado a 1 millón y medio de personas. Los dictámenes del FMI y el Banco Mundial en materia política económica y monetaria sobre el gobierno somalí del dictador Mohamed Siad Barre, aliado de petroleras estadounidenses, encauzaron a tan lamentable llegadero. Las bandas locales en conflicto contribuyeron con el contrabando de alimentos por armas con contratistas occidentales.
En 1993, el Pentágono usó la herramienta de «intervención humanitaria» sobre Somalia con 30 mil marines, en una operación denominada «Restaurar la esperanza». Conoco Somalia Ltd., petrolera gringa, fue la única transnacional importante que mantuvo una oficina activa en la capital Mogadiscio antes y durante la invasión. La empresa cedió sus infraestructuras e instalaciones en Mogadiscio para que fueran utilizadas como embajada y cuartel general del convoy especial de las tropas estadounidenses.
Informes y reportes indican que el hambre y la crisis sanitaria en el país africano se multiplicó por 10 veces peor que al principio de la guerra. La «ayuda humanitaria» era sólo un camuflaje para la militarización de los recursos generales y el comienzo del proyecto de «balcanización» en el Cuerno de África, donde la USAID tiene más negocios en curso, región olvidada por el mundo.
HAITÍ
El abuso en el número de invasiones y ocupaciones estadounidenses de Haití en la historia de la última centuria dio una muestra a EEUU de que debía pensar un nuevo pretexto para volver a militarizar la isla caribeña. En 2010 se dio uno que, para sumarle a la tragedia de 222 mil 570 personas fallecidas por el terremoto, y que dejó a 1,5 millones de personas en la indigencia y pérdidas materiales calculadas en 7 mil 900 millones de dólares, además tenía un carácter lucrativo.
La nueva «invasión humanitaria» haitiana de EEUU y la ONU tomó el control de la isla e instaló la misión MINUSTAH con más de 7 mil soldados y policías. Cientos de denuncias por abusos criminales (sexuales y de fuerza) de los cuerpos de seguridad foráneos (Cascos Azules, ejército de EEUU) sobre la población haitiana y, además, la ONU recibió una demanda legal de los propios haitianos que sufrieron por la epidemia de cólera causada por la organización multilateral. La enfermedad mató a más de 8 mil 300 personas y enfermó a más de 650 mil desde octubre de 2010, casi el 7% de la población. La ONU no respondió.
Pero la recolonización de Haití venía con una estafa multimillonaria y un asesinato selectivo: en julio de 2017 fue hallado muerto Klaus Eberwein, ex funcionario del Estado de Haití, quien pretendía denunciar a la Fundación Clinton ante el senado de su país por fraude y corrupción en el marco de las «ayudas humanitarias» de Occidente a la isla. Eberwein afirmó que el 0,6% de las donaciones otorgadas por donantes internacionales a la Fundación Clinton, con el propósito expreso de ayudar directamente a los haitianos y reconstruir infraestructuras vitales luego del terremoto de 2010, terminó en manos de organizaciones haitianas. Otro 9,6% terminó en manos del gobierno haitiano. El 89,8% restante, o sea 5 mil 400 millones de dólares, fue canalizado a organizaciones no-haitianas, y el principal responsable es la entidad que dirigen la pareja Clinton.
Fue una «ayuda humanitaria» que no ayudó.
EL PLAN DE INTERVENCIÓN «HUMANITARIA» EN VENEZUELA
El prófugo de la justicia Antonio Ledezma ha estado de gira por varios países de Occidente con el fin de promover la mentada «intervención humanitaria» para derrocar al Gobierno Bolivariano en nombre de la «sociedad civil». Representante internacional del grupo Soy Venezuela, el ex alcalde de Caracas se hizo dueño y señor de la vocería intervencionista contra el país que lo vio nacer, y a pesar del prontuario de este tipo de acciones militares por parte de EEUU y cía, sigue empeñado en cabildear junto a otros dirigentes de Voluntad Popular y Primero Justicia recursos de poder blando y poder duro sobre Venezuela que deriven en una «intervención humanitaria».
Ledezma se ha reunido con mínimo una decena de altos políticos del mundo, como el gobernador de Florida, Rick Scott; los presidentes latinoamericanos Sebastián Piñera, Mauricio Macri y el otrora presidente (por corrupción) Pedro Pablo Kuczynski, y la vicepresidenta de Panamá; con los europeos Emmanuel Macron, Mariano Rajoy; el vicepresidente de EEUU, Mike Pence; por nombrar algunos en reciente fecha.
Un paisaje de destrucción nacional y muerte es el fin de la solicitud de Antonio Ledezma, tal como ocurrió con Yugoslavia, Irak, Libia, Somalia y Haití. No lo decimos nosotros, sino la historia.