LA AYUDA HUMANITARIA, ¿PRETEXTO PARA UNA INVASIÓN O EJERCER MÁS PRESIÓN?

Bruno Sgarzini

Las ayudas humanitarias son una cubierta narrativa de Estados Unidos para intervenir en otros países (Foto: USAID)

LA AYUDA HUMANITARIA, ¿PRETEXTO PARA UNA INVASIÓN O EJERCER MÁS PRESIÓN?

La ayuda humanitaria es presentada por el «autoploclamado presidente» Juan Guaidó como la llave de los males de los venezolanos. Sobre su llegada al país, además, se posa una campaña de márketing político que la ubica como un alivio para la gente de a pie que sufre las consecuencias de la crisis económica, inducida y agravada por el bloqueo económico y financiero contra la República Bolivariana. Llegará la ayuda humanitaria, y todos bailaremos cuando la veamos llegar.

Sin embargo, según Cáritas Venezuela, no hay que ilusionarse con la cantidad de insumos médicos y suministros alimentarios que lleguen porque serán insuficientes y pocos. Mientras que la Cruz Roja advierte sobre el peligro que llegue a Venezuela sin el consentimiento del gobierno del presidente Nicolás Maduro, además del riesgo de que sea utilizada como una «herramienta política».

El New York Times, por otro lado, afirma que es «un intento de la oposición por socavar las bases de apoyo del presidente Maduro en la entrega de alimentos». Según el politólogo Dimitri Pantoulas, consultado por este medio, «la ayuda humanitaria se trata en un 99% de los militares y 1% de los aspectos humanitarios, dado que la oposición pone a prueba la lealtad de los militares, aumentando el costo de apoyar a Maduro. ¿Están con Maduro, o no? ¿Rechazarán la ayuda? Si la respuesta es no, entonces las horas de Maduro están contadas».

Siguiendo con Pantoulas, «esto es un desafío para la oposición para demostrar que puede gobernar, si esto falla, podría dañar la imagen de la ‘presidencia interina’ de Guaidó».

UNA POLÍTICA DE PRESIÓN, PERO TAMBIÉN DE MÁRKETING

La Casa Blanca es público y notorio que tiene en su repertorio intervencionista la figura de «ayuda humanitaria» como una forma de lavar su imagen, por un lado, y ejercer presión contra el país atacado. En algunos casos, también como cubierta narrativa de una invasión y posterior ocupación, como en los casos de Haití y Somalia.

Es más, quien primero habló sobre la posibilidad de llevar ayuda humanitaria a Venezuela, en formato de invasión, fue John Kelly, ex jefe del Comando Sur, en caso de que se diese «un colapso» en el país. Esas palabras hoy suenan mucho más verosímiles si se las junta con la decisión de embargar a Venezuela, tomada la semana pasada, luego de que hace unos meses el ex embajador estadounidense en el país, William Brownfield, dijera que la mejor manera para que cayera el gobierno sería llevar a la República Bolivariana a un colapso a través de un embargo.

Por otro lado, en estos días ha quedado bastante develado que la utilización de Guaidó como cubierta narrativa se dirige a ubicar la entrada de «ayuda humanitaria» como un punto clímax para quebrar la unión cívico-militar. Es un mismo combo: los instrumentos de presión se ubican de menor a mayor en el reconocimiento de un gobierno paralelo, el desconocimiento del Estado, la aplicación de un embargo petrolero, el ofrecimiento de una amnistía general, y por último la entrada de la ayuda humanitaria.

Sobre todas ellas, vuela la repetida amenaza de una intervención, de una guerra civil, en un mismo tono de presión, dado que el manual de instrucciones de la Casa Blanca, conocido como Doctrina de Seguridad Nacional, señala que «todos los recursos de poder financieros, militares, comerciales, mediáticos y diplomáticos de Estados Unidos deben ser utilizados en función de que la amenaza sea tan grande, y creíble, que el país agredido se vea dispuesto a ceder en una mesa de negociación».

RIESGOS, REPRESALIAS Y CONSECUENCIAS DE LA «AYUDA HUMANITARIA»

Los peligros igual son muchos y han sido alertados porque las «ayudas humanitarias» no son entregadas por voluntarios de civil sino por militares, que en este caso serían de Estados Unidos, Colombia y Brasil, entre otros integrantes de la llamada «coalición internacional» nombrada por la oposición. Es un hecho: ningún militar extranjero entra a otro país sin el consentimiento del Estado donde planea ingresar.

Eso puede prestarse para una provocación contra la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que sin duda daría por el traste con el márketing a favor de ejercer presión para que se quiebren en favor de Guaidó. Sería un autogol para esa estrategia, pero es un riesgo que se corre con el irresponsable llamado realizado por el antichavismo.

Sin embargo, y hay que decirlo, la supuesta movilización de soldados hacia la frontera venezolana no coincide con la cantidad de soldados que se necesitaría para una invasión, calculados en 100 mil, una cifra similar a la de Irak. La realidad indica que su magnificación, en las redes sociales, ha sido en función de construir la «amenaza creíble» contra Venezuela, lo cual no descarta que cualquier incidente sirva para escalar el conflicto contra el país.

El problema, según el académico Benjamin Denison, experto en seguridad internacional del Dick Center, es que en la mayoría de los casos, las operaciones de cambio de régimen, como la que Estados Unidos desarrolla en Venezuela, fracasan en el mediano plazo y alejan a los Estados agredidos, mientras que llevan a los decisores en la Casa Blanca a pensar que pueden ser fáciles y con pocos costos políticos obligándolos, sin pensarlo previamente, a utilizar cada vez más recursos en quebrar las naciones atacadas.

Ese tipo de errores de cálculo son los que han llevado a Estados Unidos a desastres como el de Irak, donde además la falta de un plan y sobreestimación de sus aliados locales, los enterraron en un pantano donde disuelta la instituciones iraquíes, principalmente la militar, se vieron en una ocupación con altos costos en su política interna, sin poder cumplir en el largo plazo con el objetivo de controlar el país.

Esta evaluación realista da un vistazo sobre los grandes peligros de la política que la Casa Blanca persigue en Venezuela, dado que de no cumplirse la fractura de la unión cívico-militar planificada con el ingreso de la ayuda humanitaria, su operación de cambio de régimen en el país comenzaría a desinflarse sobreexponiendo la falta de autoridad de Estados Unidos para ejercer poder en su patio trasero.

Eso hace bastante real algún tipo de represalia militar contra Venezuela por el grado de soberbia, irresponsabilidad y demencia del «equipo Venezuela», compuesto por John Bolton, el vicepresidente Mike Pence y el secretario de Estado Mike Pompeo. Un ejemplo de este tipo de conducta de la Administración Trump sucedió en Siria duante 2018, cuando bombardearon dicho país bajo la excusa de un falso atentado químico, atribuido al gobierno de Bashar al-Assad, luego de que los medios presionaran para una intervención a mayor escala.

Lo cierto, más allá del posible fracaso de la operación humanitaria, es que en términos reales la guerra en Venezuela ha entrado en el imaginario del país, y posiblemente su riesgo de concretarse marque el futuro de la República Bolivariana, como de su población, ya que alrededor de esta amenaza seguramente se mueva su sociedad en el mediano y largo plazo.

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