Era noviembre de 2018 cuando el canciller de Venezuela, Jorge Arreaza, entregó una carta de invitación en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra a la Alta Comisionada de este organismo, Michelle Bachelet, para visitar formalmente el país.
Siete meses ha tardado la diplomática en hacer efectiva su visita. Y por el medio han pasado un sinfín de acontecimientos: el comienzo de una nueva legislatura para el gobierno de Nicolás Maduro con juramentación frente al Tribunal Supremo de Justicia no reconocida por ciertos sectores de la oposición, un diputado que se autoproclama «presidente encargado» del país en una plaza pública, otro presidente, el de EEUU, que reconoce a este diputado como nuevo presidente interino; y después de eso innumerables manifestaciones, protestas, artimañas, mantras («cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres»), e intentos frustrados de golpes de Estado con final aciago para los ideólogos de un plan que comenzó con una foto al amanecer en las inmediaciones de la base militar de La Carlota en Caracas.
En la foto figuraban el autoproclamado «presidente encargado» y el político preso más famoso internacionalmente. Leopoldo López salió de su casa por cárcel para cumplir condena en la residencia del Embajador de España, donde se vio obligado a acudir menos de doce horas después de aquella foto, un fatídico 30 de abril para no volver a la prisión de Ramo Verde.Siete meses después de aquella carta formal en Ginebra, el Gobierno de Nicolás Maduro está más fortalecido y el chavismo más cohesionado a pesar de la innegable crisis económica que sufre el país ocasionada por múltiples factores que la Alta Comisionada se ha dedicado a investigar en su vista express con una agenda meteórica.
«He visto en dos días lo que podría haber visto en cinco», bromeaba ella misma al final de la jornada del viernes [21 de junio], en su única declaración a la prensa durante toda la gira.
La visita de Bachelet, se produce para el investigador Geoff Ramsey, de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), «en un momento muy oportuno porque el próximo 5 de julio hay una reunión del Consejo de Derechos Humanos en la que se van a presentar las conclusiones de esta visita», asegura.
El movimiento de la escena internacional es otro de los factores que marcan esta visita esperadísima por unos y otros. «Hay un proceso de negociación en Oslo que todavía sigue activo. EEUU ha señalado que podría aceptar el resultado de un proceso negociado así que todo apunta a un alineamiento de los mecanismos internacionales que están siguiendo la crisis venezolana hacia una salida política y dialogada», concluye el experto.En la medición de fuerzas entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición de Juan Guaidó, aunque si bien es cierto, que en estos asuntos de alta política, no debería medirse el morbo de una visita entre vencedores y vencidos, las conclusiones de los detalles que han acompañado la observación hablan casi tanto o más que el propio testimonio de la expresidenta de Chile.
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El primer detalle lo recuerda el Constituyente por el sector de los trabajadores, Alberto Aranguibel, y es precisamente el hecho de que Bachelet haya decidido venir a Venezuela «invitada por el presidente Nicolás Maduro en su esfuerzo de buscar diálogo desde el primer día de su gobierno», asegura. El 19 de junio por la noche, tarde, fue el canciller Jorge Arreaza quien recibió a la Alta Comisionada. El 21 de junio por la noche, también tarde, fue el presidente Nicolás Maduro quien la despidió cordialmente en el Palacio de Miraflores antes de dirigirse a la prensa para decir que había sido «una buena visita para tratar de establecer un nuevo tipo de relaciones tras las malas experiencias con el anterior comisario».
Maduro estaba sereno y sonriente. Fue extrañamente breve y saludó cordialmente a la prensa a la que agradeció su presencia en el Palacio un viernes por la noche a esas horas. A las puertas del fin de semana. «Es viernes, y el cuerpo lo sabe», se despidió el presidente frotándose las manos.
“La ONU reconoce como legítimo al gobierno del presidente Nicolás Maduro. Eso no está en discusiónâ€, sostiene Aranguibel. “Ella no ha venido a cuestionar eso. Ha venido a buscar fórmulas para el entendimientoâ€, asegura el constituyente.
Conocer «la verdad de Venezuela» (frase acuñada por Nicolás Maduro que se ha convertido en un dogma recurrente del chavismo) era el cometido de una visita que unos y otros han tratado de aprovechar para su lado de necesidades y expectativas en un país bicéfalo y polarizado. Bachelet se ha reunido con todos: con ministros del Gobierno de Maduro, con el Fiscal General de la República, con el Defensor del Pueblo, con el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, con Organizaciones de Derechos Humanos y ONGS, con sectores de la sociedad civil, con el líder de la oposición y «presidente de la Asamblea Nacional», tal y como ella misma le mencionó en su discurso final de aeropuerto, Juan Guaidó. Con víctimas de la violencia de las guarimbas y con el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello. El mix ha sido explosivo.
En la reunión con Cabello se encontraba también Tania Díaz, primera Vicepresidenta de la ANC. “Nos parece muy beneficiosa su visita porque se da en el marco de una apertura al diálogo nacional para conocerse la verdad de Venezuela más allá de toda la trama insurreccional, mediática y golpista que ha desarrollado la derecha nacional con apoyo de EEUUâ€, sostiene Díaz en conversación con Sputnik.Sobre la reunión, que no fue pública, salvo los minutos que dieron a los camarógrafos y fotógrafos para grabar los primeros momentos de protocolo, Díaz asegura que fue «muy cordial».
«Estuvimos conversando más de una hora y ella quedó impresionada por la Constitución de Venezuela. Le regalamos un ejemplar y le llamó mucho la atención que tuviese un capítulo dedicado a la garantía de los DDHH».
Preguntada sobre si hubo algún reclamo por parte de Bachelet en dicha reunión (hay que recordar que el último informe de su oficina presentado hace dos meses no fue muy benévolo con el gobierno de Maduro. Las circunstancias también eran otras. El país se encontraba en medio de una de sus mayores crisis políticas recientes con la maquinaria de la mediática internacional en contra y la supervisión no se hizo desde el terreno como en esta ocasión), la primera vicepresidenta de la ANC sostiene que “el tono de la reunión no ha sido de reclamos. Lo que reinó en esa reunión fue el espíritu de cooperaciónâ€.Tania Díaz cuenta que le explicaron qué es la Constituyente, cómo se conformó y cuál es su cometido.
«Nos ha parecido una visita constructiva porque ha podido palpar la realidad. La Alta Comisionada ha reconocido las repercusiones del bloque de EEUU en nuestro país», concluye.
En las afueras del Palacio Legislativo, donde se ha sostenido la reunión de Bachelet tanto con los líderes de la Asamblea Nacional Constituyente como con el líder de la oposición Juan Guaidó, transcurre un viernes normal en Caracas. La Plaza Bolivar, epicentro de la ciudad, está llena de sus vendedores de café habituales, de sus tiendas de dulces, cafeterías, restaurantes y gente paseando tranquila o sentada frente a la estatua de Bolívar que mira impasible la visita oficial comentada por todos y todas.
«Aquí están en juego dos cosas», sostiene el politólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela, Luis Salamanca.
«Por un lado, el grado de institucionalidad de la ONU, y por el otro, la capacidad de influencia interna de los dos sectores. Ella tiene que hablar en términos neutrales y creo que lo ha logrado», concluye.
Su discurso de despedida fue, de hecho, mucho más neutral y amable de lo que se esperaba. Hubo algunos momentos clave: cuando llamó «presidente de la Asamblea» a Juan Guaidó y no presidente «interino» ni presidente «encargado» de Venezuela. Cuando recalcó que había venido invitada por el Gobierno del presidente Nicolás Maduro, cuando reconoció los duros efectos que «las sanciones impuestas sobre las exportaciones del petróleo y el comercio de oro están exacerbando la crisis política» en Venezuela y cuando instó «al diálogo entre las partes dejando de lado las ganancias cortoplacistas».
También aseguró que «le duele Venezuela» cuando escuchó los testimonios de la gente de la sociedad civil y las víctimas de la violencia. Desiré Cabrera es portavoz del Comité de Víctimas de las Guarimbas (se conoce como guarimbas a los episodios y manifestaciones violentas perpetradas en las calles por la derecha opositora en los años 2014 y 2017 que terminaron con cientos de víctimas mortales y miles de heridos) y ella junto a otros compañeros se reunieron con la Alta Comisionada para pedirle que “se designen fiscales especiales para las investigaciones de todos los casosâ€, cuenta en entrevista con Sputnik.
Del encuentro dice que fue breve porque casi no había tiempo pero que todas las víctimas pudieron ofrecer su testimonio. «Ella tomó nota de todas las situaciones que le íbamos contando. Espero que tras esta visita se termine con la impunidad porque en varias ocasiones hemos tratado de presentar informes sobre nuestros casos y nunca hemos sido tenidos en cuenta. Los responsables de estos episodios de violencia no son presos políticos. Son asesinos». Desiré Cabrera permanece escéptica pero asegura que no van a parar hasta que se haga justicia con todos y cada uno de los casos.
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Michelle Bachelet se despidió hablando en el aeropuerto internacional de Maiquetía y dijo que no iba a olvidarse de Venezuela. Dos personas de su equipo se quedan en Caracas para abrir una oficina de su comisionado y continuar el trabajo en el terreno. Es algo inédito. No es tan inédito el resultado de una visita que ha terminado como debía ser, lejos del uso político y mediático de un organismo y una Comisaria a la que se le presupone imparcialidad absoluta. Venezuela lleva muchos años solventando arremetidas que parecieran insalvables. Resurgiendo de cenizas como las del ave fénix para volar mucho más alto. La diplomacia ha triunfado.