Las mujeres de las barriadas caraqueñas tienen un plan: poner en pie un sistema económico que les permita garantizar que los alimentos lleguen directamente desde los productores hasta sus mesas. La clave es la organización, lo que llaman el ‘poder popular’.
«Parece un pesebre cuando cae la noche, vieras cómo se prenden todos los bombillos», dice un comunero desde el techo de una casa sin terminar en el barrio La Libertad, al sur de Caracas. En ese punto se encuentran los cerros de los humildes con las montañas verdes, es el final de la ciudad, la frontera. Como de costumbre, la división geográfica es de clase y política: las alturas son de los sectores más humildes y en mayoría chavistas, las zonas bajas de clases medias bajas y generalmente opositoras.
En la parte baja está el epicentro comercial, el punto neurálgico es la redoma de Ruiz Pineda. Allí se consigue lo que haga falta, el problema, como en todo el país, son los precios. Hay bodegas, supermercados, almacenes, y un pasillo de una pequeña galería donde, desde hace un mes, se ha instalado la sede del Sistema de Iniciativa Económica Socialista Comunal.
Dentro del local están apilados bultos de harina de maíz, café, azúcar, sal, jabones azules, estantes con mantequillas y natillas. Queda poco, casi todo ha sido distribuido y están a la espera del próximo despacho. El anterior fue de 14 toneladas, este será más grande y con dos productos más: jabones de baño y harina de trigo.
«Uno de los planes es demostrar que el pueblo organizado, movilizado, consciente, puede combatir la guerra, aportar a preservar la revolución, construir con acciones concretas», dice Yaritza Navarro, comunera, rodeada de varias mujeres.
El Sistema comenzó tres meses atrás. La necesidad fue anterior, desde que resultó evidente que uno de los problemas en los precios era la dimensión monopólica de varios productos, la cadena de intermediarios y la especulación de muchos comerciantes. La pregunta siempre fue cómo transformar el diagnóstico en actos.
El punto de partida fue la convicción de avanzar, la organización propia, y la certeza de hacerlo con o sin apoyo del Estado. ¿Cómo se comienza cuando no se tiene capital en un escenario como la actual economía venezolana?
El diagnóstico fue el siguiente: existen comunas rurales, productoras de alimentos, y comunas urbanas, dispuestas a comprar esas producciones. Es necesario construir un sistema de economía comunal que permita ir directamente de las primeras a las segundas, encargadas a su vez de la distribución final. Quitar del medio a intermediarios y comerciantes.
El comienzo
Empezaron con 1.000 kilos de café fiados. Lo más difícil fue convencer a la comuna, situada en el estado Lara, hacia el occidente del país, que enviara esa cantidad sin pago previo y haciéndose cargo del transporte. Para eso fue determinante la confianza y legitimidad de las comunas reunidas en Caracas: el Sistema, que daba su primer paso, nucleaba a 13 comunas de la parroquia Caricuao, de la cual Ruiz Pineda es uno de los sectores.
El segundo paso fue recibir el café sin tener aún el sitio de acopio que ahora han abierto en la galería. La distribución y venta se hizo en cada comuna, reunieron el dinero y cancelaron a la comuna cafetalera. Así comenzó a ponerse en marcha el engranaje que les permitió conseguir el primer capital y un excedente.
«Con el fondo nos arriesgamos a más encadenamientos con más productores y otros rubros», explica Yaritza. En un cuadro de devaluación monetaria optaron por reinvertir en más productos —es mejor tener comida que bolívares— y por utilizar el excedente para un instrumento imprescindible: el camión comunal, que se encontraba fuera de servicio por falta de dinero para arreglarlo.
El poder popular en acción
El Sistema de Iniciativa Económica Socialista Comunal comenzó a ponerse en pie. Significó abordar tres elementos en simultáneo: el propiamente económico, el organizativo y el político. El objetivo nunca fue abrir una bodega para comercializar productos de comunas rurales, sino lograr un fortalecimiento de cada instancia de organización territorial, lo que llaman el poder popular, con acciones concretas.
Luisa Gragirena, comunera, muestra la Ley Orgánica para la Economía Comunal: «Este es nuestro basamento, nuestro presidente amado Hugo Chávez nos dejó la plataforma jurídica para que nosotros, como poder popular nos desarrollemos y rompamos los esquemas del sistema capitalista, evidentemente no es fácil, pero tampoco es imposible».
Luisa lee: «La presente Ley tiene por objeto desarrollar y fortalecer el poder popular, estableciendo las normas, principios, y procedimientos para la creación, funcionamiento y desarrollo del sistema económico comunal (…) en pro de satisfacer las necesidades colectivas y reinvertir socialmente el excedente, mediante una planificación estratégica, democrática y participativa«.
No hay economía comunal sin organización popular, sin construcción de instancias democráticas para participar y decidir. En el Sistema decidieron que esa principal instancia sea cadamiércoles a las 15:00. Allí se reúnen voceros y voceras de las comunas, evalúan, planifican, deciden.
El miércoles 17 de julio, por ejemplo, han venido a presentar los nuevos productos que serán incorporados a partir del próximo operativo. Se trata de lo que produce la Unidad de Producción Familiar de la cual forma parte Rosa Meléndez, comunera de Caricuao: tiene jabones, champú y crema de enjuague. Por el momento producen 4.000 jabones mensuales, llegarán, explica, a 20.000 mensuales a través de las puertas de venta y financiamiento que aportará el Sistema.
El objetivo es avanzar hacia instancias productivas: «Vamos a financiar las semillas certificadas y según la proyección de los terrenos vamos a impulsar unidades productivas, para diciembre podremos comer nuestro cebollín, pimentón, y los aliños que son típicos de la fecha de fin de año», explica Yaritza.
El porvenir
Cada paso ha sido logrado por la fuerza de la organización. Esperan lograr instalar centros de almacenamiento en cada comuna que hace parte del Sistema, ampliar dos nuevos rubros por cada nuevo despacho, sumar más comunas, lograr un encadenamiento comunal que se sostenga en este contexto: que garantice un ingreso justo para los productores, y excedentes a ser reinvertidos.
Han logrado algo estratégico en estos tres meses, garantizar los productos para cubrir el desayuno que se come en los barrios: café, arepa, mantequilla, y el agregado de natilla, que, como explican, había desaparecido de las mesas. Les falta el queso y proteína animal, y ese es uno de sus objetivos.
Es mucho lo que proyectan hacia adelante. Existe en ellas —la gran mayoría son mujeres— una voluntad profunda de hacer frente colectivamente a las dificultades que viven. La dimensión del chavismo tiene acá uno de sus significados más claros, en cada una de ellas, de los consejos comunales, las comunas, el Sistema. Son miles de Yaritza y Luisa en todo el país.
«Que se sepa cómo los venezolanos estamos peleando contra el bloqueo económico», dicen al despedirse.