Los quiebres en el PS (Parte final) ¿Sobrevivirá el PS a su crisis actual?

La colectividad socialista no ha podido salir de la crisis provocada por los diversos reportajes sobre sus supuestos vínculos con el mundo del narco, lo que activó una disidencia interna que sólo acentúa el mal momento.

por

Manuel Salazar Salvo
15/07/2019 – 

En 2018, durante el proceso de refichaje que exigió la nueva ley de partidos políticos, en el Partido Socialista sólo se reinscribieron 40 mil militantes de los 110 mil que hasta ese momento tenía la colectividad.

Hubo un acuerdo entre las diversas tendencias para que en las elecciones internas siguientes los que acudieran a votar pudieran aprovechar la ocasión para reficharse si es que no lo habían hecho. Sorpresivamente, la dirección del PS, encabezada por Álvaro Elizalde como presidente y Andrés Santander como secretario general, decidieron que nadie más se refichaba.

Elizalde, 51 años, abogado, casado con la abogada también socialista Patricia Roa, realizó su primera incursión laboral en La Moneda como asesor de Germán Correa, ministro del Interior en 1994 en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle. Hizo una carrera política meteórica. Militó inicialmente en la Izquierda Cristiana desde donde se trasladó muy joven a las Juventudes Socialistas llegando a ser presidente de la Federación de Estudiantes de Chile, FECh, en 1993, y presidente de la JS en 1997, alineándose en la tendencia interna del “tercerismo”.

Entre 2005 y 2010 fue designado por los gobierno de la Concertación como superintendente de Seguridad Social. Por esos mismos años, entre los 2000 y 2005 su esposa, Patricia Roa, fue asesora del ministro del Interior, José Miguel Insulza, en el gobierno del presidente Ricardo Lagos. En 2010 Elizalde ocupó una de las vicepresidencias del PS y en 2013 llegó a ser secretario general de ese partido.

En 2004 Michelle Bachelet eligió a dos figuras socialistas como ejes principales de su campaña presidencial. Ellos fueron Ricardo Solari, uno de los líderes del “tercerismo”, y Camilo Escalona, cabeza de la “Nueva Izquierda”. Solari convocó a su equipo a varios jóvenes del PS: Álvaro Elizalde, Francisco Javier Díaz y Pablo Veloso, entre otros. Al llegar el día de la elección, Bachelet no obtuvo los votos necesarios para ganar en primera vuelta y al emprender la segunda, enfrentando a Sebastián Piñera, removió a Solari y Escalona, designando en su lugar a Andrés Zaldívar, del PDC, y Sergio Bitar, del PPD. Los jóvenes asesores de Solari, sin embargo, permanecieron en sus puestos. Allí, el actual presidente del PS, empezó a estrechar sus vínculos con Bachelet y sus principales asesores.

En 2013, bajo la conducción del PS en manos de Osvaldo Andrade, Elizalde llegó a ser secretario general del partido. Paralelamente, asumió como jefe de Comunicaciones de la segunda campaña presidencial de Michelle Bachelet y, luego del triunfo de la doctora, ésta lo nombró ministro secretario General de Gobierno, cargo del que fue removido en mayo del 2015, al agudizarse el caso Caval y surgir crecientes dudas sobre el supuesto financiamiento ilegal de la precampaña de Bachelet. En esa ocasión el principal damnificado fue el ministro del Interior, el regalón de la presidenta, el joven militante del Partido por la Democracia, PPD, Rodrigo Peñailillo.

A esa altura, Bachelet ya tenía en La Moneda como subsecretario del Interior y uno de sus asesores políticos predilectos a Mahmud Aleuy, ingeniero comercial, experto electoral y muy cercano a Camilo Escalona en las filas de la “Nueva Izquierda”. Aleuy fue uno de los colaboradores de la presidenta que más insistió en que Elizalde fuera reemplazado en el gabinete. De allí la pugna que se mantiene hasta hoy entre los dos dirigentes socialistas.

La orgánica no funciona

Cuando Elizalde llegó a los puestos claves de la dirección del PS se ralentizó el funcionamiento del partido. Sus estructuras no operaron como era habitual. Se dejó de lado el debate de ideas y de los proyectos políticos. Sus asesores más cercanos, Andrés Santander y Eduardo Bermúdez –ambos provenientes de la Municipalidad de San Ramón, donde campeaba el alcalde Miguel Ángel Aguilera–, operaban tratando de aumentar el padrón de militantes en San Ramón y así manipular las elecciones internas del PS.

Las tendencias socialistas se dispersaron rápidamente y sus principales dirigentes se reagruparon a favor o en contra de Elizalde y su gente. En 2017 Elizalde consiguió ser elegido como presidente del PS, evento en el cual ya fue decisiva la votación de los militantes de San Ramón, transformada en una de las estructuras de base más importantes de la colectividad en todo el país.

Elizalde tenía a sus espaldas a dos poderosos referentes del socialismo: José Miguel Insulza e Isabel Allende. El primero de estos había sido muy importante en la consolidación de Miguel Ángel Aguilera como factótum en la comuna de San Ramón; Isabel Allende tenía, por su parte, a Andrés Santander como su operador personal en la política partidaria y nacional.

El refichaje cambió bruscamente las características del partido. Muchos militantes históricos quedaron fuera de la colectividad  y varió en un año el componente etario de la tienda. Los nuevos socialistas privilegiaron los resortes para escalar en el poder, no poseían una formación ideológica sólida y tampoco respetaban a las figuras históricas. Se empezaron a perder lo grandes valores de la pertenencia al partido de Salvador Allende.

El denominado “clientelismo” dominó al partido. La gran mayoría de los nuevos socialistas trabajaban en busca de un buen trabajo, de un puesto expectante en la administración pública y de un ascenso rápido en sus carreras políticas.

Este año, al repostularse Álvaro Elizalde para presidir el PS en el período 2019-2021, los ánimos se encendieron. Muchos militantes que se habían distanciado del partido decidieron sumarse a la oposición en lo que denominaron el “rescate” del socialismo. Se agruparon transversalmente en lo que se ha denominado como la “disidencia”, donde se reunieron miembros de la “Nueva Izquierda”, la “Renovación” y el “Tercerismo”. Estuvieron juntos dirigentes de orígenes tan diversos como Osvaldo Andrade, Marcelo Schilling, Germán Correa, José Antonio Viera-Gallo, Marcelo Díaz, Mahmud Aleuy, Jaime Pérez de Arce y Fernando Atria, por mencionar a algunos.

En torno a Elizalde se convocaron los que le habían ayudado a llegar al poder: José Miguel Insulza, Andrés Santander e Isabel Allende; más, los que conociendo bien las realidad de este PS, querían estar junto a los vencedores: Camilo Escalona y Juan Pablo Letelier, entre otros muchos.

Un hachazo donde más duele

A mediados de junio de este año, pocos días después de las elecciones internas del PS, un reportaje de Canal 13 cayó como un hachazo en el hombro de muchos militantes socialistas. El espacio de prensa entregó múltiples detalles de los vínculos que tenían muchos funcionarios de la Municipalidad de San Ramón, en su mayoría militantes del PS, con diversas redes del narcotráfico en esa comuna y en otras aledañas.

Varios de aquellos datos ya habían sido revelados por el programa Informe Especial de TVN hace tiempo atrás y por diversos otros reportajes de la prensa escrita, entre ellos INTERFERENCIA, que antes de la elección interna había publicado «San Ramón: la controvertida clave de un eventual triunfo de Elizalde en el PS». Pero en esta ocasión los numerosos y escabrosos recovecos de la oscura trama fueron especialmente duros e impactantes.

La hasta entonces contenida ira de los disidentes explotó. Los medios de prensa empezaron a hablar de “narcopolítica” y “narcosocialismo”, conceptos que para los aludidos resultaron especialmente dolorosos.

En el oficialismo del PS, encabezado por Elizalde, se balbucearon algunas explicaciones sobre San Ramón –cuya votación fue anulada por el Tribunal de Elecciones del partido–, pero se concentraron en afirmar que ellos se habían impuesto en la elección interna en buena lid, lo que fue reconocido por sus adversarios, aunque insisten en que el padrón fue manipulado.

Otro problema surgió a partir del manejo de los fondos monetarios del PS. Ellos son el partido que más recursos tiene con un patrimonio superior a los 11.000 millones de pesos y cuyo manejo para la disidencia no ha sido todo lo transparente que quisieran.

En el Congreso de PS en Concepción, efectuado en julio de 2018, se acordó crear una Comisión de Patrimonio, integrada por reconocidos expertos del partido en inversiones financieras. Ellos manejarían las platas, pero no tendrían ninguna injerencia en el destino de las ganancias. Para esto último se formó una Comisión de Elecciones, que se encargaría de distribuir los dineros en las diversas elecciones en donde estuvieran involucrados militantes del partido.

No obstante, Andrés Santander se las arregló para nominar a un hombre de confianza suyo –también proveniente de la comuna de San Ramón– en un cargo determinante de esas comisiones y con atribuciones para manejas las platas. De allí la desconfianza de muchos disidentes en el real manejo de los fondos.

Las enormes desconfianzas de la disidencia no se aplacaron. Por el contrario, aumentaron y exigieron a la lista triunfadora construir una mesa de consenso de la que debían marginarse Álvaro Elizalde y Andrés Santander. Además de eso, exigieron dos auditorías: una al manejo de los dineros del PS y la otra al padrón. Además, pidieron la realización de un Congreso Extraordinario de partido.

La “tapa” que le hizo Elizalde y su gente se escuchó en todas las filas de ese partido. Ellos insistían en que la disidencia no sabía perder y que debía asumir su derrota. Osvaldo Andrade intentó levantarse como mediador entre las dos posiciones, el “salvador” del partido, pero fracasó.

Filtraciones peligrosas

Las denuncias y revelaciones se hicieron cada vez más subterráneas. En algunos medios de comunicación, varios de los colaboradores de Elizalde fueron mencionados como presuntos responsables de manejos extraños en la Empresa Nacional del Petróleo, ENAP. Uno de los mencionados, Pablo Veloso, presidente del Tribunal Electoral del PS, decidió renunciar al partido.

Se llegó, entonces, a un túnel que no parece tener salida.

Los disidentes, agrupados en torno a la candidata Maya Fernández, sostienen que están dispuestos a enfrentar un escenario como El Álamo o Leningrado. Se atrincheraron en algunas estructuras claves del PS: en la Comisión Política, en varias Direcciones Regionales y en los comités parlamentarios del PS en el Congreso. De allí piensan dar la pelea y resistir.

La lucha interna recién empieza y promete ser sangrienta.

¿Sobrevivirá el PS a esta crisis que, a diferencia de las anteriores, no gira en torno a la ideología, sino que en torno al dinero, el ego y el poder?

No se sabe aún, pero sel potencial derrumbe de un partido político histórico no es una buena noticia para la institucionalidad democrática del país.