Larissa Costas: Sin contenidos, sin argumentos, sin datos, no hay discurso

Comunicadora digital. Desde que comenzó a salir en Venezolana de Televisión- VTV- canal 8, con su programa A un Clic, su nombre se fue convirtiendo en una referencia. Ahora es una de las batalladoras en las redes sociales. Defendiendo siempre las causas de las mayorías. Y lo hace muy bien.

Roberto Malaver

¿Por qué las redes sociales se han convertido en el reino de las Fake News?

Existen varios factores que se observan a nivel mundial y que explican el crecimiento exponencial de las Fake News en redes sociales. Por un lado, las Fake News se han convertido en un modelo de negocio. En paralelo a la guerra de información ha crecido una industria de las noticias falsas que invaden nuestra cotidianidad con materiales amarillistas y falsos que tienen como propósito manipular e influir en las opiniones de las personas. Los objetivos más frecuentes que tienen estas empresas son: la desestabilización de los gobiernos, influir en electorados e, incluso, alterar -para bien o mal- la opinión de consumidores sobre productos, de modo que también actúan en el ámbito de lo comercial. Business Insider publicó que es una industria que mueve 212 millones de euros anuales. A mí, en particular, me parece un referente el estudio de Trendmicro titulado Fake News Machine: cómo los propagandistas abusan de internet y manipulan al público en la medida que simplifica el entendimiento de la noticia falsa. En primer lugar, ese negocio tiene una motivación: existe pleno conocimiento de que lo que se difunde es falso. En segundo lugar, tiene acceso herramientas para masificar la mentira y, por último, se apoya en la dinámica de las redes sociales. Ahora, esta industria puede actuar en connivencia o apelando a medios tradicionales para barnizar a la mentira como si de información se tratara. Otro elemento importante, y disculpa que me extienda, es el tema de las comunidades online. Hay una gran cantidad de estudios académicos que comprueban que en las redes sociales nos asociamos a grupos con opiniones e intereses similares a los nuestros.

Digamos que es un acto prácticamente inconsciente y que una vez que lo razonamos, probamos “romper” con ese confort.

Añade un factor adicional: así funcionan los algoritmos de las redes sociales. Los algoritmos también nos “juntan” con perfiles con los que vamos a empatizar más y mejor. Entonces, así sea en contra de nuestra voluntad, las redes nos “encierran” virtualmente en una burbuja. Y la confianza al recibir la información es clave para compartirla también. Todas las personas tenemos la tendencia a dar por cierta una información por empatía.

Eso favorece a la transmisión de Fake News porque no solemos poner en duda lo que recibimos.

Argumentando una supuesta preocupación por las Fake News, las redes sociales más populares, como Facebook y Twitter, han creado una especie de “grupo editorial” y que de “verificación de noticias”, pero, imagínate: es tan confiable que Alexandria Ocasio-Cortez en la Cámara de Representantes interpeló al CEO de Facebook porque dentro de este conjunto de “verificadores” se hallaba The Daily Caller, un medio asociado a extremistas blancos, forjadores de una serie de estrategias para posicionar noticias falsas. Otros verificadores de mayor renombre tampoco es que sean muy fiables.

De hecho, se ha convertido “en moda” para las agencias de noticias los proyectos FactCheck. Pero ¡por Marx!: ¿no se dan cuenta que si tienen que contrastar la información de políticos, agencias, medios, de todo el mundo vivimos en un mundo
de mentiras? Esas corporaciones trasnacionales de la información son las principales fuentes de noticias falsas a nivel mundial y las que mayor influencia ejercen sobre las personas.

– ¿Ahora es más fácil tumbar gobiernos o llegar al poder a través de las redes sociales creando miles de cuentas falsas?

Lo mediático influye en la percepción política de las personas, eso ocurre desde la imprenta. El problema es político y cómo hemos aprendido estas generaciones sobre política. Sobre todo las generaciones posteriores a la desintegración de la Unión Soviética, crecimos en el mundo de la postmodernidad, sustento filosófico del neoliberalismo. Chávez rompió ese modelo y recuperó para nosotros y nosotras la historia que resultó que no estaba muerta, la política, la democracia como instrumento de participación protagónica y, muy importante: la conciencia de clase. Eso tuvo impacto en la
relación que los venezolanos y venezolanas tenemos con los medios. Es un debate que recién se abre en el mundo y Venezuela lleva 20 años dando.

Los ciudadanos del mundo se sienten espectadores de un concurso de poder que no sólo no los representa desde el punto de vista de clase, sino que es obsceno. El reality constante de la farándula política tiene eco en las redes sociales y el libreto del show está nocivamente influenciado por miles de cuentas automatizadas que buscan darle sentido a la parodia.

Buscan que nosotros los espectadores en el aforo de las redes tomemos partido en el circo. Estas cuentas automatizadas crean un supuesto consenso, serían algo así como las risas enlatadas o los aplausos grabados de un sitcom. En la campaña presidencial de EEUU del 2016, por ejemplo, todos los actores políticos desde las primarias apelaron a bots. Los medios tradicionales le brindaron miles de dólares en publicidad gratuita con la cobertura de cada una de sus polémicas que estaban fríamente calculadas en la estrategia electoral. Twitter fue el escenario por excelencia.

Suma a esto el factor de la propaganda persuasiva. A mi juicio, ese es el mayor desafío que enfrentamos. Hoy es común al marketing, electoral o no, diseñar el mensaje para cada perfil de público de la red. Distribuirlo y que sea visible solo para ese perfil, sin que aparezca, si quiera en la página pública del emisor de la propaganda. De modo que la noticia falsa se cuela. Por ejemplo, de cara al 23 de febrero y los acontecimientos en la frontera, el departamento de Estado diseñó una campaña exclusiva para persuadir a los venezolanos en Facebook de que el gobierno nacional es una dictadura.

Veamos cómo se blanquea una dictadura de verdad y recientemente instalada. Julián Macías Tovar, responsable de la comunicación digital de Podemos, realizó un estudio de las cuentas Twitter y las etiquetas que intentaron “enjalbegar” el golpe de Estado en Bolivia. Crearon más de 68 mil cuentas falsas para alimentar los perfiles de las caras visibles del golpe: Luis Camacho y Jeanine Áñez.

Esas cuentas sirvieron para contaminar la discusión en redes sociales promocionando etiquetas que favorecían a estos grupos supremacistas en Bolivia.

No es que sea más fácil dar golpes. Ni que las revoluciones de colores se logren gracias a Twitter y Facebook. Es que las redes sociales le brinda al imperialismo una herramienta para enjuagar sus crímenes contra la humanidad. Ahora ¿en qué medida sí sirven las redes sociales para la acción colectiva? Para lo que W. Lance Bennett ha llamado la acción conectiva, como un modo de describir las nuevas formas de organización de movimientos sociales y participación que han surgido a partir de las redes sociales. Un ejemplo que vemos en “pleno desarrollo”, con el permiso del maestro Walter Martínez: Los chalecos amarillos en Francia.

¿La comunicación por Twitter ha desplazado la comunicación por otros medios?

No lo creo. Lo que si estamos es viviendo, para bien y para mal, es un cambio integral de las formas y los esquemas de la comunicación y la manipulación. Antes te manipulaban con un titular sensacionalista en primera plana. Ahora, existe la ilusión, al menos, de que no somos receptores pasivos y los emisores han tenido que jugar cada vez más sucio para persuadirnos de mensajes frente a los cuales antes habríamos estado indefensos. El uso de los datos psicométricos para alterar la visión política de las personas o persuadirlas de comprar productos es jugar sucio. Otro elemento que está cambiando la comunicación no es sólo el formato de producción, sino la distribución de los mensajes. Ahora tenemos miles de formatos y redes para comunicarnos. A mí me gusta mucho el término transmedia, porque creo que condensa el concepto. La comunicación fluye en diferentes redes y múltiples formatos, se hace “líquida” (dicen los autores).

Incluso es un cambio radical el hecho de que generamos más información que nunca antes en la historia de la humanidad y que tenemos mayor capacidad de interpretar y darle sentido a esos datos. La relación con los medios no sólo ha cambiado en la capacidad de emitir y recibir mensajes. Sino que ha cambiado también en cuanto a la información que decidimos recibir. Ver televisión en plataformas streaming, por ejemplo, cambia esa relación porque el espectador elige qué contenido ver y cuándo verlo. No es sólo cambiar el canal, es que ahora programamos nosotros. Incluso, la TV en señal tradicional ha incorporado a las redes sociales y se retroalimenta de ellas.

¿Una etiqueta en Twitter es más efectiva que la calle?

No. Vuelvo al caso Bolivia. Ellos alimentaron sus etiquetas a punta de bots y el pueblo boliviano está en las calles. Yo creo que en Venezuela, además, la etiqueta está sobrevalorada y se subestima el contenido. Sin contenido, sin argumentos, sin datos, sin información no hay discurso.

¿Por qué defender el gobierno de Nicolás Maduro?

Porque fue electo para cumplir con el Plan de la Patria que es el mapa de navegación que el Comandante Chávez nos dejó.

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