Era urgente desarrollar el país y brindar condiciones dignas a sus ciudadanos, por eso era necesario nacionalizar la tierra y hacer que esa riqueza se pusiera al servicio del pueblo guatemalteco. Eso era lo que comprendía Jacobo Arbenz en 1951, cuando asumió la Presidencia de la Nación a través de elecciones democráticas.
Había dicho el Presidente: “Los campesinos nos apoyan porque no son un apéndice, porque el Gobierno no es un instrumento de represión al servicio de los enemigos de Guatemala (…) por el programa de reforma agraria y porque le hemos puesto los puntos sobre las íes a la compañía frutera, que trata de apretarnos el cuello porque la reforma agraria es el primer paso para nuestra independencia política y económicaâ€.
Pero nacionalizar la tierra implicaba tocar los intereses de la estadounidense United Fruit Company y de otras empresas imperialistas que remachaban las cadenas de la dependencia. Para desgracia de los guatemaltecos, el Secretario de Estado yanqui, John Foster Dulles, y el director de la CIA, Allen Dulles eran, nada más ni nada menos, que altos accionistas de la Fruit Company.
El presidente estadounidense Eisenhower consideró una agresión contra su país las medidas que soberanamente tomaba el gobierno guatemalteco, y da la orden a la CIA para comenzar las acciones para derrocar al “gobierno comunista†que ponía en “peligro a toda la región centroamericanaâ€.
Con el apoyo de los gobiernos títeres de Nicaragua y Honduras, Estados Unidos armó tropas mercenarias que, al mando del cipayo Carlos Castillo Armas, invadieron Guatemala hasta hacer renunciar al presidente Jacobo Arbenz el 27 de junio de 1954. Entre los militantes que defienden al gobierno democrático, estuvo el Che Guevara, quien debió dejar el país ante el triunfo de los imperialistas.
El 27 de enero de 1971, el patriota guatemalteco Jacobo Arbenz, murió en el exilio en México. Su sueño, constituir una Guatemala independiente en el seno de una Federación Centroamericana, aún sigue vigente.