Por Fernando Bossi
El 31 de enero se cumple un nuevo aniversario del martirio del General José Félix Ribas. Los españoles lo atraparon –gracias a una traición–, lo fusilaron, lo descuartizaron y luego de freír su cabeza en aceite, la expusieron en una jaula para escarmiento de los patriotas.
José Félix pertenecía a las familias de la oligarquía caraqueña. Por haberse casado con una hermana de la madre de Simón Bolívar se había convertido en tío de éste. Era apenas 8 años mayor que el Libertador con quien compartió, desde el comienzo, las ideas republicanas y patrióticas.
Las autoridades colonialistas lo tenían catalogado como un personaje subversivo, díscolo y peligroso. Fue uno de los principales impulsores de la Sociedad Patriótica y también representante de los pardos, sector de la sociedad poco amigo de la oligarquía mantuana.
Todavía muchos historiadores siguen caracterizándolo como un exaltado, vehemente y temerario personaje… en una suerte de descripción que lo ubica como un hombre más pasional que racional. Un juicio bastante apresurado si se analiza la trayectoria de Ribas, quien era, sin duda, un cabal revolucionario, un patriota de profunda convicción, consecuente con su pueblo, de ideas sólidas, democráticas y conducta recia como exigía la guerra.
Fue protagonista de todas las jornadas que llevaron a la Primera República, uno de los principales comandantes de la Campaña Admirable, tenaz defensor de la Segunda República y artífice de triunfos como el de La Victoria, contra las tropas de Boves y Morales, donde quedó grabada en el recuerdo de todos los venezolanos su famosa frase: “No podemos optar entre vencer o morir: ¡Necesario es vencer!â€.
“Vencedor de los Tiranosâ€, lo llamó Bolívar, con quién tuvo encuentros y desencuentros. Ribas supo ser un verdadero conductor de pueblos. Un sector importante de los pardos de Caracas y de los Valles del Tuy lo seguían, como también pudo convencer a los estudiantes y seminaristas de las clases encumbradas que lo acompañaron decididamente en su heroico triunfo de La Victoria. Recordemos siempre al revolucionario Ribas, sable en mano, con su gorro frigio rojo y su verbo encendido.