No es solo una grave crisis económica lo que en estos momentos y desde hace años atraviesa EEUU, es además una profunda crisis humanitaria la que su pueblo padece desde hace décadas.
Hay que mirar en perspectiva las recientes declaraciones de Donald Trump acerca de la propagación del coronavirus en EEUU en las que afirmó que, en el mejor de los casos, para finales de abril, estarían contando entre 200 y 300 mil vidas menos, dijo además que eso representaría un gran logro para EEUU (como si una sola vida no fuese motivo de dolor).
El que mueran 200.000 personas en EEUU a causa del Covid-19 representaría una tasa de mortalidad por coronavirus 256 veces mayor que la registrada por China y, de mantenerse la tasa de letalidad actual (2,48%) implicaría alrededor de 8 millones de personas contagiadas en EEUU.
Ya hoy se registran 245.442 personas con Covid-19 y 6.098 fallecidos en el país occidental lo que equivale a una tasa de mortalidad y una tasa de prevalencia (número de casos entre el total de la población) 8 y 13 veces mayor que la de China respectivamente a pesar de que, a diferencia del país asiático, el Covid-19 no le agarró por sorpresa a Trump.
En default
Aunque las calificadoras de riesgo no lo digan EEUU se encuentra en una crítica condición de default debido a una deuda externa impagable que supera los 21 billones de dólares. Ni todo el oro del mundo sería suficiente para saldarla, adicionalmente con las reservas que posee solo cubre el 2% de dicha deuda.
Son tan bajas sus reservas internacionales que, según el Banco Mundial, apenas le cubren 1,4 meses de importaciones, situación que hace a ese país muy vulnerable en el marco de la recesión que está ocasionando la cuarentena social.
La solución clásica de encender la maquinita que fabrica dólares y pagar la deuda ya no es buena idea porque el sistema financiero mundial se está deshaciendo del petro-dólar-papelillo, lo que explica el desplome de su valor, y más bien está buscando comprar oro que, al parecer, es más seguro.
Debemos añadir el hecho de la gran dependencia de EEUU a las importaciones que provienen de China y un agotamiento preocupante de sus reservas de hidrocarburos al punto que, siendo el mayor consumidor de petróleo a nivel mundial, incluso más que China aunque su población sea 4 veces menor, debió optar por la costosa y contaminante tecnología del fracking. En términos coloquiales, EEUU no está en su mejor momento económico, se encuentra en desventaja con China, así que el desespero por conseguir petróleo y oro es cada vez mayor.
La crisis humanitaria
La tensa calma en la que diariamente vive el pueblo estadounidense aterrorizado por las políticas represivas de los gobiernos de turno de la Casa Blanca luce cada vez menos calmada por la manifestación evidente de la crisis humanitaria interna.
La pérdida del control sobre la pandemia del covid-19 es una muestra más, aunque ahora amplificada dado el carácter exponencial del coronavirus, del fracaso del sistema de salud y de la grave crisis la cual, a su vez, es consecuencia de la instauración de un sistema económico, social y político explotador y criminal que siempre coloca al capital y a sus dueños por encima de la vida y del ser humano. Un sistema que además privilegia y orienta sus recursos a la guerra en lugar de destinarlos a la vida y la paz.
En EEUU muere 1 persona cada 15 minutos por armas de fuego. En 2019 murieron 39.052 personas por disparos. El FBI estimó 1.206.836 de crímenes violentos ocurridos en todo el país durante 2018, incluidos asesinatos, violaciones, robos y asaltos con agravantes.
Los tiroteos masivos caracterizan a los EEUU: el número de asesinatos en masa alcanzó un récord de 415 durante 2019, o sea más de 1 tiroteo diario. Es el país con más armas de fuego en manos de civiles: en promedio 120,5 armas por cada 100 habitantes.
Según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, 630.000 personas murieron por sobredosis de estupefacientes en todo el país entre 1999 y 2016. En 2017 fallecieron 72.000 por esta causa, es decir, en promedio 200 personas por día. En EEUU 1 de cada 16 estudiantes de último año de secundaria reportó un uso diario de marihuana.
Entre otros aspectos, en EEUU alrededor de 61.000 prisioneros están recluidos en régimen de aislamiento lo que constituye un acto de tortura según la ONU. Desde 2017 han sido arrestados 36 periodistas mientras cubrían protestas y desde el año 2017 las autoridades estadounidenses de inmigración han separado a más de 5.400 niños de sus padres en la frontera con México.
El 43,5% de la población estadounidense (140 millones de personas) tiene bajos ingresos, es decir, cuentan con ingresos menores del doble de la línea de pobreza y alrededor de 41 millones de estadounidenses viven por debajo de la línea de la pobreza, de los cuales 42.5% son blancos, 27.4% son latinos y 22.7% negros estadounidenses.
En 2018 más de medio millón de estadounidenses vivían en las calles y carecían de refugio permanente según el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de ese país. EEUU tiene la tasa más alta de desigualdad de ingresos entre los países occidentales según Philip G. Alston, relator especial de las Naciones Unidas sobre Extrema Pobreza y Derechos Humanos. El 10% más rico de los hogares estadounidenses es dueño del 75% de la riqueza del país según la firma financiera JP Morgan Chase.
Mientras el 44% del pueblo estadounidense sucumbe en la pobreza y la desigualdad, el gasto para la guerra aumenta. El presupuesto militar en 2017 fue de 688 mil millones de dólares y solo 190 mil millones fueron asignados a programas contra la pobreza. Actualmente 53 centavos de cada dólar se asignan a gastos militares mientras que solo 15 se destinan a los programas sociales. Según el Instituto Watson de la Universidad Brown, el costo estimado de la guerra contra el “terrorismo” promovida por EEUU desde el 2001 asciende a 6,4 billones de dólares, y se estima que alrededor de 800 mil personas han muerto en esas guerras.
La grave crisis económica, energética, militar y humanitaria que atraviesa EEUU, el inminente desplome de su hegemonía, así como sus fracasadas intenciones por derrocar la revolución bolivariana y hacerse de la mayor reserva de petróleo y oro del planeta explican el desespero por entrar en territorio venezolano.
Estemos alertas, el desespero los hace cada vez más torpes, pero también más peligrosos.