JOAQUÍN JOSÉ DA SILVA XAVIER, TIRADENTES.

Fernando Bossi· 

Cuando murieron sus padres quedó a cargo de su padrino, que era cirujano. Con él aprendió algunas cuestiones relacionadas al manejo de fármacos y otras de odontología. La práctica y la necesidad lo llevaron a la profesión de dentista. La gente lo comienzó a apodar “Tiradentes”. Pero no fue esa su única profesión; fue también técnico en minería y llegó a alcanzar el grado de Alférez en su breve carrera militar.

Fue en ese período donde comienzó a tener conciencia del saqueo colonial. Como comandante de patrulla de Caminho Novo, fue testigo del transporte de oro que salía desde Minas Gerais hacia Río de Janeiro. “Este país de Minas Gerais es riquísimo, pero todo lo que produce se lo llevan para fuera”, dirá luego.

Joaquín José da Silva Xavier, Tiradentes, había nacido en un pueblito de la región de Minas Gerais el 16 de agosto de 1746, cuando comenzaba la curva descendente de la extracción de oro y se iniciaba la curva ascendente de las cargas tributarias.

Luego de abandonar la milicia en la capital, se traslada a Villa Rica, hoy Ouro Preto, comenzando a participar en los círculos conspirativos que abrazaban ideas republicanas e independentistas. Dicen que solía decir en esas épocas: “Si todos quisiéramos, podríamos hacer de este país una gran nación”.

Magistrados, militares, sacerdotes, hacendados y mineros componían el núcleo de los “inconfidentes” (falta de lealtad al rey). Tiradentes, era quien más baja posición social tenía entre todos, y era, a la vez, quien mejor expresaba las ideas del grupo. Fue por eso que quedó como cabeza incuestionable de la conspiración. La exorbitante suba de los impuestos reales radicalizó las posiciones de los revolucionarios.

Pero el movimiento fue traicionado por Joaquim Silverio dos Reis, propietario de minas, quien entregó a sus compañeros a cambio del perdón de sus deudas. La conspiración fue abortada.

Los principales líderes fueron detenidos y enviados a Río de Janeiro en 1789, donde fueron juzgados por el delito de Inconfidencia. Tres años duró el juicio y cada uno de los once compañeros de Tiradentes declararon acusándose unos a otros. Sólo Joaquín Xavier defendió los ideales republicanos e independentistas, haciéndose único responsable de la conspiración. Todos fueron condenados a la pena de muerte, pero el rey la conmutó por destierro a todos, menos a Tiradentes.

El 21 de abril de 1792, el revolucionario brasileño fue ahorcado y descuartizado.

El gran intelectual y revolucionario brasileño, Darcy Ribeiro, en 1992, al cumplirse el bicentenario del martirio de Tiradentes, dirá: “Sobre sus pensamientos y sus hechos pesan doscientos años de silencio, de calumnia y durante los cuales sólo se intentó esconder la extraordinaria hazaña de soñar y luchar para crear en el mundo real una nación brasilera feliz, libre y soberana”.