A Washington le preocupa que el modelo chino para atender el Covid-19 se proyecte al mundo como una alternativa atractiva a seguir por numerosos gobiernos. Foto: Xinhua News
La Administración Trump ha difundido la teoría de la conspiración de que el nuevo coronavirus salió del Instituto de Virología de Wuhan. Esta acusación, que busca trasladar la responsabilidad de la pandemia al gigante asiático, ha sido rechazada por las autoridades chinas por no tener fundamentos.
Yuan Zhiming, director del instituto en cuestión, ha expresado que “son especulaciones sin pruebas” ya que ninguno de los “empleados ha sido infectado”. Buscan “deliberadamente engañar a la gente”, dijo Zhiming sobre la publicación del Washington Post que impulsó las acusaciones contra la República Popular China hace varias semanas.
Desde esa publicación hasta hoy, la retórica anti-China ha escalado de manera veloz. A su vez, los elogios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) al tratamiento chino de la pandemia han sido interpretados como hechos que confirman los delirios de Washington.
En consecuencia, el presidente Trump ha cortado el financiamiento de Estados Unidos a la OMS para reforzar la narrativa de que el ente multilateral está apoyando los supuestos esfuerzos de China para ocultar datos sensibles sobre la pandemia.
La Casa Blanca ha perdido los cabales, al punto de acusar al medio gubernamental Voice of America (VOA) de transmitir la “propaganda de Beijing” y dejar mal parado al presidente norteamericano en medio del caos sanitario ocasionado por la pandemia.
“Voice of America gasta su dinero para hablar en favor de regímenes autoritarios”, tituló la declaración oficial de la Casa Blanca en contra del medio, remarcando que la libertad de expresión será permitida siempre y cuando no vaya contra los intereses de quien paga la nómina.
La molestia fue ocasionada porque VOA afirmó que los esfuerzos chinos en Wuhan para contener el virus servirían como modelo para otras naciones, socavando la línea dura gubernamental de criminalizar al país asiático.
Pero esta agresiva propaganda contra China ha ido tomando otras formas más allá de la retórica, con miras a justificar un escalamiento de las presiones geopolíticas para debilitar el papel de China como líder en la gestión de la crisis internacional de la pandemia de Covid-19.
El fiscal general del estado de Missouri, Eric Schmitt, presentó una demanda civil contra la República Popular China en un tribunal federal en el distrito oriental de Missouri. Según reseñó la cadena CNN, la demanda plantea que
“las autoridades chinas engañaron al público, suprimieron información crucial, arrestaron a denunciantes, negaron la transmisión de persona a persona frente a la creciente evidencia, destruyeron investigaciones médicas críticas, permitieron que millones de personas fueran expuestas al virus, e incluso acumuló equipos de protección personal, lo que causó una pandemia global que era innecesaria y prevenible”.
Aunque no existen pruebas que sustenten la demanda del fiscal general, la maniobra en sí es un despropósito. Como indica CNN, “los expertos legales” consultados por el medio “han dicho que la demanda enfrenta una batalla cuesta arriba porque China está protegida por inmunidad soberana”.
Por primera vez Estados Unidos explora la vía judicial como un arma política para atacar a China, sumando esta munición a la guerra comercial que amenaza con recrudecerse por la pandemia.
El portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores de China, Geng Shuang, contestó la acción del fiscal general de Missouri afirmando que
“La frívola demanda del Procurador General no tiene base fáctica o legal. Realmente absurdo. Basado en el principio de igualdad soberana, los tribunales estadounidenses no tienen jurisdicción sobre el gobierno chino”.
La acusación del fiscal de Missouri, estado tomado por los republicanos, se basa en responsabilizar a China de los efectos económicos y sociales que ha traído la pandemia en el estado. Esto puede ser interpretado como un globo de ensayo para transformar en reclamos judiciales la retórica anti-China de la Casa Blanca, pero también para afianzar una narrativa que haga culpable al país asiático de la debacle económica de Estados Unidos.
Así, los banqueros y grandes corporaciones que han expoliado secularmente a los estadounidenses se lavan la cara, transfieren sus responsabilidades y blanquean una nueva operación de saqueo mediante dinero público lanzado desde un helicóptero a sus bolsillos.
El medio chino Global Times ha calificado esta maniobra como “vandalismo” y cree que puede escalar a un punto de tensión inédito en las ya debilitadas relaciones bilaterales entre ambas potencias, marcadas por la guerra comercial y tecnológica en ascenso.
En su editorial sobre el tema, Global Times advierte que el gobierno federal de Estados Unidos podría respaldar la demanda de Missouri e impulsarla nacionalmente. Dibuja como un paso probable que el gobierno federal intente cancelar
“la inmunidad a la soberanía de China tal como se define en la Ley de Inmunidades Soberanas Extranjeras (FSIA) de 1976. Dicha medida tendría que ser aprobada por el Congreso y firmada por el presidente Donald Trump. Si Estados Unidos realmente actúa de esa manera, abriría una caja de Pandora y daría como resultado el colapso del sistema de inmunidad a la soberanía mundial”.
Además, el medio afirma que este medida para socavar el orden mundial de igualdad entre Estados podría ser contraproducente para Estados Unidos:
“Significaría que cualquiera podría demandar al gobierno de los Estados Unidos en sus propios países; un paciente con SIDA podría demandarlo por compensación, por ejemplo”.
Por último, el editorial expone los intereses de fondo de Estados Unidos en su campaña para responsabilizar a China por la pandemia:
“Estados Unidos ha actuado en el pasado como un gamberro en las esferas de la opinión política y pública, y el vandalismo ahora se ha expandido al ámbito judicial. Los hooligans son tramposos que voluntariamente rompen las reglas cuando no pueden ganar. Los actos de los Estados Unidos son un buen ejemplo de esto”.
En las últimas horas, el secretario de Estado Mike Pompeo ha subido aún más en el tono de confrontación acusando a China, sin pruebas nuevamente, de destruir pruebas sobre el coronavirus. El delirio ha escalado tanto que se reproduce a sí mismo.
En las últimas horas, el secretario de Estado Mike Pompeo ha subido aún más en el tono de confrontación acusando a China, sin pruebas nuevamente, de destruir pruebas sobre el coronavirus. El delirio ha escalado tanto que se reproduce a sí mismo.
Pero la declaración no se trata de un acto aislado de Pompeo, sino más bien de una política consensuada dentro de la élite del Partido Republicano.
Reporta el medio especializado en temas militares Defense One que los republicanos en el Congreso
“están sugiriendo castigos que incluyen sancionar a los líderes chinos, eliminar a los fabricantes chinos de medicamentos de la cadena de suministro de Estados Unidos, retener los pagos de la deuda y lanzar una investigación internacional dirigida por Estados Unidos sobre la propaganda de Beijing”.
Aprovechando la pandemia, los republicanos apuestan a un enfoque más directo para canalizar represalias contra China, país calificado por la Estrategia de Seguridad Nacional de 2018 como una amenaza existencial para Estados Unidos, pues ha socavado su hegemonía internacional.
Incluso algunos congresistas han introducido una legislación “que autorizaría al presidente imponer sanciones a funcionarios extranjeros por la ocultación o distorsión deliberada de información sobre emergencias de salud pública de interés internacional”.
Mientras el republicano Tom Cotton orienta la línea de represión judicial hacia el liderazgo chino, el senador Marco Rubio busca aprovechar la situación para introducir un marco jurídico que permita sancionar directamente a empresas del país asiático.
Lo que empezó con una guerra comercial con el objetivo de reducir el poderío económico de China, en tiempos de pandemia ha escalado a una modalidad de lawfare que puede desembocar en una competencia geopolítica más aguda.
La crisis financiera-económica, la caída del petróleo WTI, el caos sanitario generalizado y el desempleo rampante en Estados Unidos ha obligado a Washington a buscar fuera de sus fronteras a un chivo expiatorio que asuma las culpas.
Son pocas las opciones para zafarse de una crisis social que ha desvelado la ineptitud de Trump y la quiebra sistémica del paradigma “American Way Of Life”. Hoy la cumbre del capitalismo mundial es el epicentro global de la pandemia con 855 mil 250 casos detectados y 48 mil 974 muertes por coronavirus, superando las cifras de España e Italia juntas.
Como indica Global Times en su editorial: “Si consideramos la batalla como un partido, Estados Unidos está perdiendo el juego”.