Filósofo y profesor universitario. En la Escuela de Comunicación Social de la UCV dio cátedra en la materia Problemas Filosóficos Contemporáneos. Sus libros, Notas negativas y Escritos de Filosofía y Política, son de permanente consulta. El 19 de mayo de 1980 tuvo un encuentro histórico con Hugo Chávez.
— ¿Ya dio por cancelado el periodo de la lucha armada?
— Por período cancelado no quiero que se entienda, por favor, no repetible. Lo que quiero decir es que en esta época la tarea no es soplar las brasas que quedaron del incendio, sino reunir la leña para el incendio que viene. Quiero decir que estamos en una especie de interregno de la violencia anterior y la siguiente. Y ese tipo de paréntesis que pretende prolongar la violencia anterior lo que hace es caricaturizarla y desgastar fuerzas, agotar el oxígeno de futuros y probablemente inevitables choques. Este tipo de desvalencia creo que es usual, sin embargo, en el curso de las revoluciones: estos períodos de paz relativa después de un periodo de violencia relativa. Por eso lo primero es considerar el período como cancelado.
— ¿Cayeron en la provocación de Rómulo Betancourt?
— Betancourt buscó conscientemente la situación que sobrevino. El conocía la debilidad política de la izquierda y realmente no se necesitaba ser muy inteligente para reconocerla. Era una izquierda que había perdido la oportunidad histórica del 23 de enero, que venía de la falacia de la unidad nacional, una izquierda que reaccionaba frente al excluyente pacto de Punto fijo en la manera que lo hacía, en especial de actitud mendicante, esa era una izquierda débil. Además, era una izquierda que Betancourt conocía desde los años 30. Una izquierda sobre la cual le sobraban razones para suponer que, en definitiva, no iba a hacer nada en serio. ¿Qué importaba provocarla entonces si no iba a hacer nada en serio? La provocación podía ser una buena ocasión para quitarle posibilidades por décadas. Y eso fue lo que pretendió.
— Pero entonces fue un error caer en la provocación y hay que asumirlo.
— Mira, si de lo que se trata es de asumir la cuota de errores o asumir la responsabilidad de los errores en conjunto, yo los asumo. Mi pasado está allí, lo bastante explícito como para que no pueda escurrir el bulto, pero mi presente también.
— ¿Entonces la izquierda está derrotada?
— ¿Derrotada? Yo no las veo derrotadas. Las veo gozando un mundo, y las veo felices. Lo que sí es que se han degradado, que es otra cosa. Es una izquierda degenerada, pero no derrotada. La izquierda tiene ahora mucho más poder del que tuvo en su mejor hora, y lo tuvo sin pelear.
— Siempre dijo que hay que gobernar con los mejores, ¿y dónde están los mejores?
— Tenemos que convocar a los mejores, y por la situación nacional los mejores son pocos, son escasos, hay que descubrirlos así como le pedimos a Venezuela que descubra nuestra existencia, estamos obligados a descubrir en la existencia de Venzuela los agentes del cambio futuro, y así serán las cosas. No de mal a regular, ni de regular a bien, y de bien a mejor, sino de mal, muy mal, a muy mejor abrupta y rápidamente. Los hitos de la historia son de lenta, difícil y laboriosa preparación, pero de rápida y explosiva ejecución. Estamos ahora en el periodo de la preparación pero estamos seguros de que nos esperan tiempos mejores.
Nota:
Las siguientes respuestas de Alfredo Maneiro fueron tomadas de la entrevista que le hizo el profesor Agustín Blanco Muñoz en su libro: Hablan seis comandantes. Testimonios violentos. No 3 Faces UCV. Caracas 1981. Y de su discurso en el lanzamiento de la candidatura de Jorge Olavarría. Parque Central Agosto 1982. Alfredo Maneiro nació el 30 de enero de 1937 en Caracas, y murió el 24 de octubre de 1982.