Edgar Ramírez full sudor trotando en ropa deportiva por las calles de La Habana vieja. Así comienza La Red Avispa, la nueva película de Netflix (También se consigue en torrent y en los quemaditos) que ha levantado polvareda en América Latina por hablar de Cuba sin crucificar a Fidel. El thriller ha causado roncha en Miami acusado de ser propagada castrista, y en Venezuela armó escándalo por mérito propio a causa de la participación de su protagonista, nuestro actor más hollywoodense. Quienes se dan por ofendidos con el papel del compatriota olvidan que no es primera vez que Ramírez abandera a la Revolución Cubana en el cine de grandes ligas.
La pieza está dirigida por el francés Olivier Assayas, el mismo que dirigió a Ramírez en Carlos, la miniserie sobre El Chacal. El cartel se completa con un dream team del cine hispanoparlante: Penélope Cruz, Gael García Bernal, Ana de Armas, Wagner Moura y Leonardo Sbaraglia. No es una película latinoamericana pero lo disimula muy bien. Está casi al cien por ciento hablada en español, la reproducción de la atmósfera caribeña es perfecta, el acento cubano de los intérpretes es a prueba de balas. Se delata en lo dispendiosa, con escenas de combate aéreo incluidas, algo imposible de sufragar para el cine de esta parte del mundo. Los fondos que la costearon son enteramente europeos y norteamericanos.
El largometraje comienza en 1990 y narra acontecimientos que abarcan casi una decada. No obstante, la historia que retrata arranca mucho antes termina mucho después. Basada en el libro Los últimos soldados de la guerra fría, del brasilero Fernando Morais, cuenta la historia de los cubanos infiltrados en grupos de exiliados de la Florida, EEUU, durante el llamado “período especial”. Entonces, Cuba atravesaba una asfixiante crisis económica producto de la caída de la URSS y se creía que solo faltaba un tiro de gracia para dar al traste con el régimen comunista. Con ese paisaje de fondo, el filme toma como hilo conductor al personaje de René González (Edgar Ramírez), un piloto veterano de Angola que sin explicación aparente en los primeros minutos del filme se roba una aeronave en La Habana. Llegado a este punto es bueno prevenir a quien lee con un alerta de spoiler.
Una de espías
Corría septiembre de 1998 cuando Estados Unidos, con Bill Clinton como presidente, anunció al mundo una noticia insólita: el desmantelamiento de una red cubana de espionaje infiltrada en su territorio por casi una década. A la primera, el gobierno de Castro lo negó todo, pero no duró mucho ese alegato y meses después acabaron reivindicando la misión de sus agentes.
“El país más espiador del mundo, acusando de espionaje al país más espiado del mundo”, dijo a modo de ironía el propio Fidel Castro en el fragmento de una entrevista que se reproduce en la película.
Para entonces la Revolución estaba a punto de cumplir 40 años, y la mayoría de ese tiempo había transcurrido bajo el influjo del bloqueo y de la amenaza permanente.
En efecto, los detenidos por el FBI eran un grupo de agentes de inteligencia del gobierno de Fidel Castro que respondían al apelativo colectivo de Red Avispa. Buscaban enterarse e informar por adelantado de la planificación de atentados contra la infraestructura turística cubana por parte de las organizaciones encabezadas por Luis Posada Carriles y Jorge Mas Canosa.
Luego de ser descubiertos, los hombres enfrentaron tortuosos procesos judiciales y finalmente los tribunales estadounidenses les cobraron la osadía imponiendo penas exorbitantes, no solo por ser espías no declarados, sino especialmente ante su negativa de traicionar a la Revolución.
Gerardo Hernández, el coordinador del grupo, fue sentenciado a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión; Ramón Labañino a 30 años; René González a 15 años; Fernando González a 18 años; y Antonio Guerrero a 22 años. La red no estaba integrada solo por ellos, en total eran 27, pero fueron estos cinco los únicos que al ser descubiertos no aceptaron tratos a cambio de cantar en contra de su gobierno.
La campaña de solidaridad internacional que lograron con su caso tuvo resonancia en el mundo entero. Hoy los cinco están libres, dos de ellos luego de cumplir sus sentencias completas y los tres restantes absueltos por Barack Obama en 2014 en el marco de la recuperación de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
Volviendo a la película, esta se adentra en la historia de dos de ellos, René González y Gerardo Hernández (Gael García Bernal) y de un tercer agente, Juan Pablo Roque (Wagner Moura), que dejó Miami antes de que el plan colapsara. Sus actividades de espionaje, el funcionamiento de la red, el entrenamiento que recibieron, las dificultades de su doble vida, lo que dejaron atrás y los acontecimientos políticos que iban transcurriendo en paralelo entre EEUU y Cuba se retratan profusamente en la obra con secuencias trepidantes que se alternan con romance y escenas familiares.
- René González y Olga Salanueva, los rostros tras Edgar Ramírez y Penélope Cruz.
- El actor da vida a uno de «Los Cinco», también conocidos como «Miami Five».
- El venezolano Edgar Ramírez encarna a un piloto cubano convertido en espía.
- La película se estrenó junto a su elenco en el festival de Venecia de 2019
- El filme es un thriller político.
- Junto al mismo director, Ramírez encarnó a Ilich Ramírez.
- René González y Olga Salanueva, los rostros tras Edgar Ramírez y Penélope Cruz.
- El actor da vida a uno de «Los Cinco», también conocidos como «Miami Five».
El venezolano Edgar Ramírez encarna a un piloto cubano convertido en espía.
Al exilio cubano le dolió en el alma que Assayas no se acercara a consultarles nada. Ni siquiera la parte de la historia que los deja mal parados. Y es que de hecho el realizador ni siquiera se acercó para rodar en su territorio, porque las escenas que recrean a la Florida fueron filmadas en las Islas Canarias. Cuba, en cambio, recibió el filme con los brazos abiertos desde el mismo momento de su rodaje, facilitando equipo técnico y humano y hasta abriendo las puertas de su reputado Festival del Nuevo Cine Latinoamericano para presentarla en diciembre de 2019.
Que acusen a la película de ser una pieza de propaganda no es solo por su temática. Desde La muerte de un burócrata (1966) y Memorias del Subdesarrollo (1968), pasando por Fresa y Chocolate (1993) , y hasta la serie Cuatro estaciones en La Habana (2016), también de Netflix, Cuba tiene un amplio prontuario en lo que respecta al uso de su cine para operaciones políticas, tanto puertas afuera como puertas adentro, y cuando mejor lo hace es cuando peor se retrata. El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) fue fundado con uno de los primeros decretos de la Revolución, tan solo 83 días después del triunfo de los barbudos. No es necesaria matemática sofisticada para calcular que Cuba tiene mucho capital simbólico que ganar al apostar por La Red Avispa. Con su cine, la isla aprendió a capitalizar las críticas contra sí misma y convertirlas en promoción. En la película de Assayas se le muestra como un régimen totalitario y dogmático, pero a fin de cuentas, se le revela como una nación agredida, y en cualquier contexto histórico ya ese es un interesante punto de partida.
Los papeles de Edgar
En todo caso, en Venezuela el escándalo por la Red Avispa vino dado por la participación de Edgar Ramírez, un actor abiertamente opositor al gobierno chavista pero que en este filme se mete en la piel de un revolucionario cubano, y, dicen sus detractores, termina «lavándole la cara al régimen». Sobre todo en redes sociales el reclamo ha sido acalorado.
Su publicación es Instagram anunciando el estreno de la película en Netflix lleva ya casi 4 mil comentarios de los cuales casi todos son de venezolanos opositores que resienten su participación.
“Que vergüenza que viendo todo lo que padece Venezuela por la dominación cubana, Edgar Ramírez se preste para exaltar a ese régimen (…) Vengüenza que seas venezolano. Que triste papel”, le profirió
“Aunque me contenta mucho que tu carrera siga en ascenso, este trabajo en particular me desagradó. Es una película que le lava la cara a la dictadura cubana y hace ver como buenos al castrismo. Netflix está lleno de trabajos que le lavan la cara a Fidel y a su dictadura. Se nota que la izquierda mundial se ha hecho con esa plataforma mediática”, le dijo @danieleduardocaceres.
Por el contrario, venezolanos famosos pero también de conocida militancia antichavista, le escribieron a Ramírez para reconocerle su buen trabajo en el largometraje y felicitarlo. La ex miss universo Alicia Machado le escribió en IG: «Muy buena, me la vi anoche. Penélope Cruz está magistral como cubana y su increíble acento! Lo que más me gusta a mí como actriz, manipular los acentos. Buena trama! felicidades!». Ruddy Rodríguez, por su parte, le dijo: «bravo, éxito total». Lo propio hicieron otras figuras venezolanas como los actores Eduardo Orozco y el comediante David Comedia. En el ámbito internacional, el escándalo ha estado centrado en el corazón del exilio anticubano de Miami, pero la obra ha circulado libre y con éxito en distintos festivales internacionales como Venecia, San Sebastián y Nueva York. Ramírez no ha dejado de hacerle promoción a esta película, incluso por encima de las otras dos en las que participa y actualmente se exhiben.
Sobre si la actuación de Ramírez es buena o no, el propio René González dijo al portal Cubadebate: “Me sorprendió, porque nunca tuvimos un contacto personal. Evidentemente él estudió el personaje y sí, se pareció bastante a mi forma de ser. Incluso hay escenas en que la tensión me llegó de cerca. Igualmente, los encuentros con Gerardo para intercambiar información me recordaron cuando teníamos que reunirnos en Miami para estos menesteres”.
Al encarnar al espía, no se trata de la primera vez que el otrora Cacique de Cosita rica aborda a un personaje de este universo políticamente controversial.
En 2008, cuando todavía era un recién llegado en Hollywood, el actor encarnó al revolucionario Ciro Redondo – uno de los lugartenientes de Ernesto Guevara durante la guerrilla en la Sierra Maestra, tripulante del yate Granma- en la película Che, de Steven Soderbergh. El filme narraba la biografía del “Guerrillero heroico”, con la caracterización de Benicio del Toro.
Esta película fue presentada en Caracas por el propio actor puertorriqueño, quien vino a reunirse con el presidente Hugo Chávez en 2009 a propósito del filme. Ramírez, único venezolano en ese elenco, no asistió al encuentro. De hecho, este no es un trabajo que él precisamente reivindique ni al que le dé mayor propaganda a pesar de haber sido bajo la dirección de uno de los más reputados cineastas norteamericanos.
Aunque insiste en mostrarse como opositor, los personajes vinculados con el chavismo parecen perseguirlo. En 2010 interpretó a Ilich Ramírez en una miniserie donde hasta aparece cantando canciones de Alí Primera, y en 2013 encarnó a Simón Bolívar en el filme venezolano Libertador, de Alberto Arvelo, obra de tono épico y heroicista donde entre los diálogos del Padre de la Patria se intercalan frases antiimperialistas que nadie sabe si Bolíva profirió alguna vez pero que dos siglos después sí fueron dichas por Hugo Chávez. Hasta el presidente Nicolás Maduro calificó a este largometraje como “la película más chavista” que había visto.
En el caso de la Red Avispa, Ramírez ha limitado sus comentarios referentes al trasfondo político de la obra pero ha celebrado la oportunidad de ser parte de ella y así lo ha manifestado públicamente y en sus redes sociales. Trascendiendo la diatriba, o quizá justamente por ella, el papel le ha regalado al intérprete mucha publicidad gratis.
Trascendiendo algunas subtramas que no llegan a cuajar, su calidad como obra audiovisual es incuestionable, también su construcción técnica y estética como thriller político. Los cubanos celebran que la obra haya puesto en circulación temas censurados por décadas en los grandes medios. En Miami, por su parte, recogen firmas para que Netflix la quite de su catálogo. Muchos críticos que ven más allá aseguran que es uno de los mejores papeles de Penélope Cruz y también le lanzan su florecita al propio Ramírez, el doble agente venezolano en los grandes platós.