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JOSE M. RODRÍGUEZ
Un economista, José Manuel Hermoso y un periodista Modesto Emilio Guerrero, ambos marxistas, escriben cada uno por su lado sobre nuestro fracaso económico. Me llamó la atención que coinciden en señalar que lo único que evitaría un final desastroso es rescatar aquel Golpe de Timón del 2012. Ambas argumentaciones son lucidas, y contundentes. No se amilanan por el temor de quedar señalados como “desleales con la revolución”, que es lo más barato que le cuesta a uno disentir del accionar gubernamental.
El economista es directo: Lo que se ha reafirmado en Venezuela no es socialismo sino capitalismo puro y duro, y de paso, rentista petrolero, burocratizado y paternalista… El periodista tampoco se anda con remilgos al dejar claro que la defensa ante las agresiones externas no justifica nada, pero sirve para separar la desolación del fraude interno de la comprensión científica del fenómeno… Rematando con la advertencia de ambos sobre el precipicio que tenemos a nuestros pies.
Cualquier pensamiento crítico, es decir, que tome distancia del acto de fe, observaría la caracterización similar que hacen, no sólo del momento que vivimos, también de la dirección a la que apuntan: La única salida diferente a las propuestas neoliberales, tiene que orientarse hacia el fortalecimiento del poder popular y la democracia participativa y protagónica -señala el economista, y el periodista remata- se podía prever en 2013 que si no se realizaba el golpe de timón ordenado por el Comandante en 2012, el resultado sería el colapso…
Luego de leerlos me he preguntado (evitando la tesis de conspiraciones internas) por qué resulta tan cuesta arriba, aceptar el axioma de Marx, de sustituir la competencia individual por la voluntad colectiva, que es la razón de las comunas. Por qué insistir en esa combinación de la torpeza soviética del Estado productor con la fantasía de la incorporación de empresarios “bien intencionados” al mercado existente. Por qué, a pesar de Chávez haber señalado el nuevo modelo organizativo político y económico, ese que debía nacer desde las bases, con el saber del pueblo y capaz de dar respuesta a las necesidades en el propio territorio… no se le hace caso.