Pedro Calzadilla
A través de los siglos -como sabemos- las clases dominantes han ejercido su dominación a través de una eficiente maquinaria ideológica y cultural compuesta por un selecto grupo de piezas que le son esenciales. Una de ellas es la memoria colectiva, la conciencia histórica.
En Venezuela a partir de 1830, el proyecto histórico de la clase dominante -de la burguesía- estableció una representación de la historia que legitimó un orden excluyente; sexista, racista, clasista, y paremos allí para no atosigar. En esa representación, en ese relato histórico, a las mayorías humildes no se les reconoce ni su protagonismo, ni su participación y en caso de figuración, ésta ocurre de manera distorsionada. No hay excepciones a esta regla: un pueblo excluido en/de su historia es también pueblo dominado en su presente.
Chávez comprende que debe propiciar el reconocimiento del pueblo en su propia historia. Una poderosa operación descolonizadora abre las puertas para hacer surgir una lectura de nuestra historia que libera el presente. El proyecto bolivariano de inclusión y justicia se hace bueno primero en la memoria colectiva; memoria recobrada. Late la fuerza de las luchas pretéritas en el presente como historia insurgente. Somos porque fuimos: allí el Comandante da la vuelta de tuerca. Con Chávez irrumpen los millones que estuvieron antes.
Dimos como pueblo un paso inédito cuando hicimos figurar en nuestra Constitución Bolivariana, en su artículo 99, la obligación del Estado a responsabilizarse por el patrimonio y por la memoria histórica: “El Estado garantizará la protección y preservación, enriquecimiento, conservación y restauración del patrimonio cultural, tangible e intangible, y la memoria histórica de la Nación”. Buen punto de arranque.
Durante 21 años de revolución el pueblo venezolano, en pleno ejercicio de la V República y de la mano de nuestro Chávez, desarrolla una conciencia excepcional sobre una manera nueva de vivir y entender el pasado, sobre la significación de la historia en la vida colectiva y sobre cómo cada uno de los ciudadanos deviene en protagonista del tiempo presente a través de la vivificación y dignificación del desempeño de sus antepasados. Menuda convicción: cada una de las venezolanas y los venezolanos a su manera, han participado, protagonizado y construido la patria en su largo recorrido.
La patria no la hicieron solo hombres, no solo los blancos, ni letrados, ni tonsurados, ni grandes empresarios adinerados, ni solo generales ni líderes políticos. No primordialmente lxs caraqueñxs, no solo importan los hechos ocurridos en los cuarteles y palacios. No solo vale para el proceso histórico lo ocurrido a partir de 1492. No cuenta únicamente la “gran historia” la nacional “nacional” y canónicamente importante. Cuentan lxs cimarronxs, lxs mestizxs, lxs negrxs, como parte del contingente de constructorxs del país. Deben figurar como protagonistxs lxs campesinxs, analfabetas, obrerxs. Cuenta tanto la historia reciente como la más antigua, cuentan lxs vencedorxs y también lxs vencidxs. Tienen derecho a figurar lxs que profesan todas las religiones y la diversidad de las opciones sexuales.
La ciudadanía -en este nuevo tiempo histórico de nuestra República- es en la medida también en que pueda ser, sentirse y verse reflejada a plenitud en el relato histórico nacional. Mientras un pueblo reafirma su identidad desarrolla también nuevas dimensiones de sus derechos culturales: el derecho a la historia, el derecho a la memoria.
Como ciudadanxs acercamos nuestra sensibilidad, nuestra conciencia, al derecho a disfrutar de la historia y de la memoria. Pero… ¡atención! No cualquier historia, no cualquier memoria histórica. Una democrática, justa, humanista, no racista, sin chauvinismo, sin supremacías regionales, raciales, sexuales ni religiosas. Es decir, una historia que tenga la misma tesitura de espíritu, la misma sensibilidad y los mismos valores que soportan nuestra Constitución Bolivariana de 1999.
Sin embargo… esto -cierto y potente- es apenas el comienzo. Un ciudadano, una ciudadana tiene también el derecho democrático y socialista de contar su propia historia cuando se trate de construir el relato histórico nacional. Pueblo-historiador, el pueblo cuenta su historia.
Todx niñx venezolanx tiene el derecho a crecer imbuídx de una historia, de una memoria, de un relato histórico que lx incluya, lx dignifique. Por lo tanto en los libros, en los espacios de organización popular, en los actos oficiales, en los monumentos, en las festividades patrias, en los museos, en la escuela, universidades, etc. debe estar expresada con nitidez esa nueva realidad.
La historia es una materia sensible. Puede ser una herramienta de liberación popular o un arma de dominación, de destrucción masiva del alma de los humildes y de pérdida de identidad de los pueblos. En manos de quienes sostienen y fomentan el capitalismo troca en lubricante de su dominio y en pócima para la resignación. En Venezuela tenemos la dicha de ver a un pueblo liberarse de la mano de su historia insurgente.
Ahora cuando despunta el Congreso Bicentenario de los Pueblos luce pertinente traer otra vez a escena el complejo desafío: el derecho a la historia y a la memoria histórica. ¿Qué hace falta para hacer bueno ese mandato? Se vislumbra desde ya una buena agenda para el debate: el patrimonio, los archivos, las bibliotecas, los museos, los lugares de las memorias, los símbolos, el “pueblo cuenta su historia”, la historia y las comunas… y paren ustedes de contar. ¡Aquí nadie se rinde! ¡Historia Insurgente, historia para el combate!