Vladimir Acosta
Tendremos pronto como venezolanos la excepcional ocasión de celebrar los dos siglos de una fecha histórica tan importante para nuestra patria como es la de la victoria militar que en el campo de Carabobo y bajo el mando del Libertador Simón Bolívar hizo realidad nuestra Independencia de España, proclamada en Caracas 10 años antes. Lo celebraremos venezolanos y venezolanas el próximo 24 de junio.
Como es de suponer y como corresponde, la preparación de esa fiesta patriótica, pese a la crisis que vivimos, se ha venido adelantando en grande. Y se ha visto acompañada de artículos y ensayos dirigidos a recrear distintos temas relativos a esa fecha. Son muchos, en general valiosos. Pero como venezolano, patriota, historiador y conocedor de nuestra historia, quiero también exponer unas ideas sobre el cuadro socio-histórico y el proceso político-militar que dieron forma y llevaron a esa victoria. Dedicaré a ello tres artículos, comenzando por este.
Empiezo por señalar tres rasgos que creo esenciales para evaluar el triunfo de Carabobo. Carabobo es una batalla excepcional. Me refiero por supuesto a la segunda batalla, no a la primera, la de 1814, también victoria patriota en ese campo, pero sin incidencia en invertir la marcha de la Segunda república hacia su total derrota, que ocurre a fines de ese año.
Esa excepcionalidad la encuentro en que: 1. es la batalla que da la independencia a Venezuela, aunque se debió liberar luego Puerto Cabello y en toda esa década subsistieron en el centro del país guerrillas realistas; 2. en que es una batalla en toda regla, en la que se enfrentan por primera vez en el terreno dos verdaderos ejércitos, ambos disciplinados, vestidos, uniformados, bien armados, internacionales, uno de mando español y el otro de mando venezolano y cuyo declarado objetivo es dirimir en el campo de batalla el tema de la independencia de Venezuela; y 3. en que no se trata del encuentro casual y sorpresivo entre una guerrilla insurrecta y mal armada o una cabalgata de heroicos llaneros semidesnudos esgrimiendo lanzas contra un ejército español, como ocurriera en la mayor parte de los valientes choques de años anteriores, sino de un encuentro preparado por ambas fuerzas, inevitable, frontal, necesario, y que persigue en forma clara dirimir ese objetivo.
Con Carabobo la lucha venezolana por la independencia, que en esa batalla culmina, muestra que ha cambiado, que su ejército se ha transformado en una poderosa y disciplinada fuerza militar cuyo apoyo popular ha crecido y cuyo mando, encabezado por un infatigable y lúcido Bolívar que también ha crecido, está militarmente a la altura del mando y de la disciplina del ejército español al que se enfrenta para definir de una vez la lucha por liberar la patria del dominio de España.
Carabobo es producto central de esos cambios y del proceso que mencioné antes. Cubren un período de varios años. Y creo que el punto de arranque debe situarse hacia mediados de 1818, después de la batalla de Semen o Tercera batalla de La Puerta y del atentado del Rincón de los Toros.
En realidad, debería iniciarse la cuenta un año antes, en 1817, con la liberación de Guayana, que marca una neta ruptura con el pasado y convierte al fin a la lucha independentista en una causa con futuro. Liberar Guayana no fue idea de Bolívar sino de Piar y de los orientales, que le dieron inicio con las victorias de El Juncal y San Félix. Pero quien da forma a ese logro, al comprender su enorme alcance estratégico es Bolívar, que la convierte en inexpugnable base de operaciones, pues la enorme Guayana, separada de la mitad norte del país por el Orinoco, se abre por el este en su delta al Atlántico y por el oeste, gracias al Apure, a los llanos occidentales y los Andes tachirenses.
Pero prefiero ubicar el punto de partida del rumbo a Carabobo en 1818 porque es entonces que comienza a ganar espacio en la mente de Bolívar una visión estratégica distinta a la que mantenía hasta entonces y porque es esa nueva visión la que sí lleva, por un camino enrevesado pero prometedor a Carabobo.
Bolívar ha quedado marcado desde 1813 por esa brillante Campaña Admirable que lo lleva de triunfo en triunfo de Cúcuta a Caracas para crear la Segunda república, que se pierde en 1814. Y cuando invade con éxito a Venezuela en 1817 y es liberada Guayana, solo piensa en una campaña exitosa para liberar Caracas, esta vez desde Angostura o de los llanos. Sus intentos fracasan, no solo porque una campaña similar es irrepetible sino porque los españoles disponen de un poderoso ejército que no lo dirige el mediocre Monteverde sino un verdadero líder militar como es Pablo Morillo, vencedor de las tropas napoleónicas invasoras de España. Y es sólo la costosa derrota de Semen en marzo de 1818, cuyo único éxito es que Morillo resulta herido de un lanzazo, y el sorpresivo atentado del Rincón de los Toros, del cual sale vivo de milagro, lo que empieza a hacerle pensar a Bolívar que la ansiada liberación de Caracas va a ser más difícil de lo que creía y que para lograrla habrá que resolver problemas claves y hacer cambios sustanciales en su lucha, su estrategia, sus rutas, y en la estructura misma de sus tropas.
La tarea que asume Bolívar: definir y resolver esos problemas esenciales de los que depende el logro de la Independencia y hacer para ello los cambios necesarios, no es nada fácil pues es algo que debe resolverse en medio de una guerra que exige prontas decisiones y que, como todo conflicto armado, está llena de rivalidades, crisis internas y amenazas enemigas. Por eso los problemas se mezclan, se cabalgan, y las ideas y posibles soluciones solo se perfilan en medio de ese cuadro. Pero se logran. Y es gracias a ello que es posible precisarlas y ordenarlas como intentaré hacer en lo que sigue.
En una primera fase, la más urgente, son cuatro los problemas principales de deben ser resueltos: 1. Definir el vital asunto del liderazgo, que solo puede ser el del propio Bolívar; 2. Disponer lo más pronto posible de un verdadero ejército, capaz de enfrentar la batalla definitiva que ya viene y de vencer en ella; 3. Legitimar la guerra independentista dotándola de un poder central electo y de objetivos aceptados por todos, definidos en forma democrática; y 4. Dotar a ese poder legítimo de instrumentos y medios de propaganda. A esos cuatro se unen luego otros problemas claves y urgentes que habrá que definir apenas surjan y que examino luego.
El liderazgo era un tema conflictivo. El de Bolívar había sido ya cuestionado. Perdió Puerto Cabello en 1812, lo que pesó en la derrota de la Primera república. Hizo la Campaña Admirable en 1813, pero perdió la Segunda república en 1814. En 1816, al prepararse en Haití la invasión de Los Cayos, hubo resistencia a que fuera el líder y su ausencia en Ocumare pesó en la pérdida de esa invasión. Se preparó otra desde Haití, Petión exigió que la encabezara Bolívar y esta vez todo funcionó. Desde entonces ha sido el líder, organiza Guayana y se reúne con Páez, que acepta su liderazgo. Pero hay problemas con los orientales: Mariño, Piar y Arismendi. Este había liberado Margarita rechazando a Morillo. Mariño era el Libertador de Oriente y su invasión por Paria precedió en 1813 a la de Bolívar, liberaron el oriente del país y vencieron primero a Monteverde. Bolívar hizo fusilar a Piar, hecho extremo, pero necesitaba convencer de su liderazgo a Mariño y a Arismendi. Y también a Páez, que lo aceptaba como líder, pero hacía lo que quería. Sus llaneros peleaban en los llanos donde eran invencibles y hasta vencieron a Morillo, pero se negaban a pelear en áreas montañosas que afectaban a la caballería y porque sabían que en ellas la invencible era la infantería española. El problema era tan urgente como difícil de resolver y Bolívar tenía que resolverlo.