Por Carlos Lanz y Bartolomé Vielma Hernàndez, para que nadie olvide

Por: Eligio Damas 

Este trabajo lo publiqué unos años atrás, como un reclamo por un viejo y gran compañero desaparecido por la Digepol, en la IV República, de quien salvo sus familiares y algún otro amigo y compañero, pocos se acuerdan, cuando se habla de quienes se les dio ese destino infame.

Lo repongo para recordarlo porque nunca voy a olvidarlo; fue mi amigo entrañable en las buenas y en las malas. Lo fuimos en aquellos días alegres de la juventud, en mi ciudad natal y lo seguimos siendo en las duras circunstancias de la lucha clandestina, donde se fortalece la amistad y el cariño. También lo vuelvo a poner, recordando que, aún de él nada se sabe, salvo que fue desaparecido y porque espero que Carlos Lanz no tenga el mismo destino.

Uno sabe a ciencia cierta que, la policía política de Raúl Leoni, controlada por agentes externos, desapareció a Bartolomé, como sabemos que, quienes aquella infamia consumaron, no pagaron sus culpas; y por saber esto, nos preocupa que, tantos años después, volvamos a vivir la misma experiencia. Y pensando en la familia y los amigos de Carlos Lanz, uno retoma el dolor por la ausencia y el no saber nada del destino dado a nuestro amigo y que aquel abominable hecho quede sin pena y ahora se vuelva a repetir.

Por supuesto, quien esto escribe, descarta, pese lo que cualquiera prejuiciado pueda pensar que, en lo concerniente a Carlos Lanz, salvo me demuestren lo contrario, en esto esté metido el gobierno. Pensar, decir lo contrario, sería una hipótesis sin sustento. Cuando eso escucho, suelo imaginar a quien lo dice como uno de esos políticos para quien cualquier cosa sirve con tal de hacer daño y contrarrestar al adversario.

Pero si no descarto, pudieran estar metidos personajes que estuvieron muy cerca de él y también del gobierno. Es pertinente elaborar una hipótesis en relación con eso. Pudo Lanz, acucioso como es, acceder a informaciones que le volvieron peligroso para un individuo o un grupo. Como son válidas las otras hipótesis que parten de la idea que pudo haberlo secuestrado un cuerpo ligado a la conspiración habida en Venezuela, incluso de origen extranjero. Todas ellas son válidas.

A la memoria del compañero Bartolomé Vielma Hernández

Era, en gran medida, talentoso, exageradamente bondadoso, valiente y solidario, pero por encima de todo, desbordante en alegría. Para todo, aún en las circunstancias más difíciles, tenía una sonrisa amplia y fácil.

Es uno de los desaparecidos del Pacto de Punto Fijo y específicamente del gobierno «civilista y noble», como falsamente dicen algunos, de Raúl Leoni, quien inauguró el vil procedimiento, por lo menos en América Latina y alcanzó su mayor nivel de atrocidades en Argentina y Chile. Era una de las brutales formas de «dialogar» con quienes se opusieran a sus políticas, por recomendaciones del Departamento de Estado y la «Escuela de las Américas», donde se adiestraba a terroristas y torturadores. Los venezolanos combatientes fueron como conejillos de indias.

Un tribunal de Valencia, por gestiones adelantadas de su esposa Haydee Ríos, le declaró legalmente muerto, cumplidos los procedimientos del caso. Pero hasta allí llegó la cosa. Pues falta por determinar quiénes entre los policías adecos de la época, empezando por la alta jefatura, tienen esa responsabilidad y cuál destino dieron a su cadáver. A Leoni no le salvaría nadie, como de alguna forma no se salvó Pinochet. Pero no debemos permitir que se quede sin la condena de la historia, por éste y tantos otros delitos de extrema gravedad.

Cuando su hija Barthide Vielma Ríos, le declaró vía telefónica a una periodista de «Ultimas Noticias», en julio del 2007, que su «padre era muy cariñoso», dio una excelente definición del personaje. Quienes le conocimos y tratamos, en la mayoría de los casos menores que él, en aquellos días siempre calurosos de Cumaná, en medio de grandes debates, complicados, hasta excesivamente adornados, meticulosos y muy olorosos a tinta, pudimos percibir el cariño y la bondad que prodigaba. Además de su talento, puesto de manifiesto en esas discusiones, desbordaba alegría y el don para no dejarnos perder la calma. Aquellas no fueron discusiones para pedir canonjías, puestos en el gobierno, candidaturas, contratos, sino sobre filosofía, marxismo, hegelianismo, existencialismo, keynesianismo, capitalismo, socialismo, el pensamiento de los clásicos. Y aún en el intermedio, podíamos hablar de literatura. Como filósofo y literato Jean Paul Sastre, gozaba mucho de nuestro aprecio. Los cumaneses nos dividíamos entre quienes preferían a Andrés Eloy o a José Antonio Ramos Sucre. Y éramos unos chamos. Pero con todo y eso, no estoy diciendo, como expresó ahora Fidel Castro, hablando de otro asunto, que aquel grupo de muchachos, tuviésemos «los pies sobre la tierra». Y Bartolomé, en aquellas discusiones, era factor importante también por su formación cultural, pese su corta edad.

Bartolomé Vielma Hernández, nació en Puerto Cabello, en 1935. A los 23 años, egresó como abogado de la UCV, de la llamada Promoción La Libertad, por haber sido la primera después de la caída de Marcos Pérez Jiménez en 1958.

Acabándose de graduar aparece en Cumaná, mi ciudad natal, desempeñando el cargo de jefe de la delegación de la extinta PTJ (Policía Técnica Judicial). Para aquellos días, Rómulo Betancourt era presidente de la república y Bartolomé, como nosotros, un joven militante de AD.

En aquella ciudad, prontamente se incorporó al grupo que conformábamos la llamada ala izquierda del partido; una agrupación mayoritariamente de jóvenes profesionales, intelectuales, estudiantes, obreros, campesinos, que concebíamos que la vieja y heroica organización, que en definitiva habíamos mantenido en los últimos años de lucha contra la dictadura, debía estar destinada a la liberación del pueblo venezolano y las luchas antiimperialistas.

La clandestinidad urbana impone un estilo de vida, disciplina y rigurosidad en las relaciones que hace poco propicio que los compañeros lleguen a conocerse en detalle. Incluso impone que mientras menos sepamos del compañero mejor. Tanto que en muchos casos los clandestinos sólo se conocen por seudónimos. Pero como le conocí en la legalidad y tuve con él relaciones cercanas y frecuentes, cuando en Caracas nos veíamos de manera furtiva, en los avatares clandestinos, fueron momentos, pese las dificultades, propicios para incrementar la amistad y el afecto mutuo.

Aparece como firmante, como el suscrito, del documento de los «Jóvenes de AD a la Dirección Nacional y militancia del Partido», el 8 de abril de 1960, hace 48 años. Ese documento, en cierto modo, marca el rompimiento público, de aquella luminosa ala izquierda con quienes controlaban al partido, con éste y el gobierno. Pese a que el triunfo electoral de Betancourt, en gran medida se debió a aquellos disidentes. El nuevo grupo político, en los primeros meses, dejó a Betancourt, AD y al gobierno, huérfano de apoyo popular. Esa podría ser la primera explicación a la política de ensañamiento que se desató desde Miraflores contra el movimiento popular, que se expresó en la consigna «disparen primero y averigüen después».

Pocos días después, en aquel retumbante entonces mitin de Maracaibo, nace la organización ADI (Acción Democrática de Izquierda), que casi inmediatamente, en el 1er. Congreso fundacional, realizado en Caracas, cambia al nombre de MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). Partido que en ese mismo evento se definió como marxista leninista, después de un intenso, profundo y largo debate que determinó, que ese mismo día, un personaje vinculado a la radiodifusión y por entonces muy conocido, decidiese apartarse del recién nacido movimiento. Pero también uno de los proponentes de la definición, el Ingeniero Celso Fortoul, de los destacados y nombrados entre el grupo dirigente allí reunido, no tardó mucho en retirarse de la organización y volver al partido de gobierno. Lo que al parecer, nos ratificó la idea que no es bueno el discurso si las acciones no lo confirman y hasta que es en veces mejor el hacer que las definiciones, como de nada sirve hacer buenos diagnósticos y proceder sin concordancia.

En aquel congreso, entre los delegados por el Estado Sucre, mi estado natal, estuvimos con Bartolomé Vielma, como dirigentes jóvenes que éramos en esa entidad federal. Por supuesto, esta toma de posición, determinó que nuestro compañero, como solíamos llamarnos, fuese despedido del cuerpo policial investigativo. Además, también estuvo entre quienes firmamos el acta fundacional del MIR, que sirvió para que se le registrase como partido político.

Parte de esta historia es conocida por las nuevas generaciones. El proceso que lidera el comandante Chávez, ha hecho eso posible. Betancourt, quien gobernó todo el tiempo con las garantías suspendidas, curiosamente en nombre de la democracia, no tardó en ilegalizar al recién nacido partido y al comunista. La decisión no fue más que darle un formato legal a lo que venía sucediendo en la práctica, sin que ninguna ONG u organismo internacional, se percatase de aquello.

Aquellas organizaciones políticas venezolanas, particularmente sus dirigentes, recién salidos de la lucha clandestina contra el pérezjimenismo, volvieron a ella, esta vez por la ilegalidad y ferocidad represiva del gobierno «de la democracia del puntofijismo o de AD y COPEI».

Ya para entonces, Bartolomé Vielma Hernández, por circunstancias mismas de la lucha clandestina, se había residenciado en Caracas, en donde formó parte dirigente de los cuadros más activos y combativos del MIR.

Cuando «desapareció», como dijo su hija Barthide, al periódico antes citado, ella sólo tenía seis años y su hermana Vilma Vielma Ríos, apenas tres meses. Es decir, es poco lo que sus hijas pueden recordar de él, aparte de lo que le haya evocado la familia. Y esto, mucho tiene que ver con las angustias familiares tratando de localizarle, tal como expresó la primera en aquella entrevista telefónica.

Cuando se habla de desaparecidos, en esos actos que organizan para denunciar aquella vileza, además de los fusilados y asesinados conocidos, presos y torturados, por ser tantos, es poco frecuente que alguien mencione a aquel excelente muchacho de Puerto Cabello. Incluso, hasta algunos que trabajaron junto a él en los años del MIR clandestino y luego pasaron a formar parte de otras organizaciones, no suelen recordarle con énfasis.

Tampoco sus compañeros de la Escuela de Derecho de Cuando los integrantes de la promoción «La Libertad», entre ellos Aníbal Rueda, quien fuese por años profesor, decano de la Escuela de Derecho y hasta Rector de la Universidad valenciana, en agosto del año pasado (2008), se reunieron a celebrar los cincuenta años de aquel acontecimiento, según nota del diario «El Carabobeño», de ese día, se limitaron a «recordar a sus compañeros fallecidos» y entre estos mencionaron a Bartolomé Vielma.

Bartolomé Vielma, fue declarado legalmente muerto, cumplidos los procedimientos legales, en julio del año 2007, cuarenta años después que le desaparecieron. Pero aún se desconoce quienes le asesinaron, porque su desaparición empieza, como lo refiere el expediente levantado para la decisión anterior, con su detención en Valencia, por la policía política del gobierno de Leoni el 2 de marzo de 1967. De modo que es un eufemismo y proceder dudoso llamar «fallecido» a alguien, a quien después de con seguridad torturarle y luego asesinarle, ocultaron su cadáver para esconder el delito.

No obstante, a sus compañeros de promoción, quienes tuvieron la «gentileza» de recordar su nombre a los periodistas, les faltó hidalguía para en ese importante momento, denunciar a los venezolanos su verdadera situación y señalar hacia quienes ellos saben responsables.

El documento en el cual se le declara legalmente muerto, un año casi antes de la celebración de la promoción, deja muy claro qué pasó con Bartolomé Vielma, como para que sus «colegas», no le califiquen eufemísticamente de «fallecido».

Cuando fue detenido y desaparecido, como lo demuestran las declaraciones de su esposa y quienes allá en Valencia le conocieron y vieron con frecuencia en esos días, el MIR había dado un cambio en su línea política e intentaba legalizarse. Por eso, Bartolomé, habiendo sido un cuadro muy importante y con significativas responsabilidades, había vuelto a la legalidad y las actividades cotidianas de un profesional del Derecho.

Es decir, no estaba en actividades clandestinas y eso define con más claridad el carácter represivo, sanguinario y vengativo del gobierno de Raúl Leoni.

Quise escribir esto como un testimonio emocional, por el merecimiento de aquel extraordinario ser humano y para contribuir que sus viejos camaradas no le olvidemos. Y como una forma de manifestar mi solidaridad con el movimiento, las voces, que en Venezuela piden justicia por aquellos abusos de autoridad y horrendas violaciones a los derechos humanos.