Por: Vladimir Acosta | Miércoles, 24/11/2021
¿Por qué esta humanidad actual es tan dócil y complaciente con los crímenes, masacres y asesinatos que cometen uno tras otro tanto el imperio estadounidense como los países europeos que le sirven? ¿Por qué ese imperio y su sirvienta Europa no solo cometen esos crímenes, sino que en la mayor parte de los casos los celebran impunemente; y en otras ocasiones los gozan en secreto y los ocultan a la prensa mundial y complaciente que lo acepta porque les pertenece? ¿Y por qué se sigue aceptando que Estados Unidos (EU) y Europa, manchados por todos esos crímenes, se sigan presentando ante el mundo como modelos y ejemplos inalcanzables de países libres, democráticos y defensores de unos derechos humanos que pisotean a diario? ¿Por qué, en fin, dejamos que sean ellos nuestros jueces, que nos evalúen, que nos califiquen o descalifiquen como democracias o dictaduras y que sean los árbitros para decidir si nuestras elecciones son o no libres y si respetamos o violamos esos derechos humanos que ellos predican de palabra y aplastan a diario con sus hechos, con su cinismo, su hipocresía, sus guerras y sus crímenes?
¿No sería acaso justo y necesario revisarle, tanto a Europa como a EU, sus terribles prontuarios criminales y difundirlos, para recordarles lo que son en verdad y así ponerlos en su sitio?
Empiezo por Europa, cuya historia es más larga. Quiero dar una rápida mirada a momentos claves del curriculum histórico en libertad, democracia y derechos humanos con el que cuenta, empezando por los viejos tiempos medievales de su ascenso como continente ambicioso de dominio, tiempos en que no se tomaban en cuenta esos temas y derechos, pero en los que un continente como Europa que se dice democrático, libertario y defensor de los derechos humanos debió ser al menos precursor. Tomaré sólo unos pocos hechos o momentos claves, suficientes para dar base a lo que intento mostrar, como son las cruzadas, la Inquisición, las guerras de religión, la caza de brujas, el racismo, el colonialismo, sus guerras coloniales, las dos Guerras mundiales, y sus guerras recientes al servicio del imperialismo yankee.
De las cruzadas bastan dos palabras sobre la primera, que inició el plan europeo de colonizar el Cercano oriente, y la cuarta, dirigida contra cristianos, que se dedicó a saquear Bizancio. De la inquisición medieval diré algo más. Instrumento de poder de la Iglesia con complicidad del Estado, era clara negación del derecho de todo ser humano a expresar con libertad su pensamiento. El proceso inquisitorial castigó esa libertad con la tortura y la muerte, pues lo que contradecía el dogma religioso era punible. La acusación de herejía podía hacerla la Iglesia, pero a menudo era anónima. El acusado carecía del derecho a saber quién lo acusaba y a tener un defensor, pues la Iglesia lo tacharía de hereje y lo convertiría también en acusado. La tortura era obligatoria porque nadie era inocente y la Iglesia solo aceptaba que el acusado reconociera su culpa después de ser torturado. Y entonces, como decía odiar la sangre, entregaba al descoyuntado culpable al Estado, que se encargaba de quemarlo vivo.
Luego surgen las guerras de religión y la caza de brujas. Las primeras son el choque brutal de dos inquisiciones cristianas, duelo a muerte de intolerancia religiosa que incendia el continente por dos siglos dejando miles y miles de muertos, papistas y reformados, todos cristianos asesinados por otros cristianos en nombre de Dios. Otro bello espectáculo civilizatorio. Pero peor aún es la caza de brujas, locura irracional y criminal como ninguna, mediante la cual la Iglesia y el Estado europeos de diversos países deciden que las mujeres son todas instrumento de Satán y que éste las posee y las utiliza para destruir a la Iglesia cristiana. Iglesia y Estado se dedican a perseguir mujeres, a acusarlas de brujas, a torturarlas sin piedad y a quemarlas vivas. (Los ingleses, más civilizados, las ahorcaban.) Esta increíble monstruosidad se mantuvo en la Europa que llamamos racional. moderna y renacentista por casi tres siglos.
Sigue el racismo moderno y la clasificación de los humanos en razas jerárquicas.
Ambos son creaciones europeas. El racismo moderno, basado en el color de la piel, se perfila desde el siglo XVI, cuando el moderno colonialismo europeo comienza su expansión americana y asiática. Temas: el indígena americano y el negro africano, victimas del colonialismo capitalista que se inicia. El negro es inferior y por eso es esclavo, el indio es inferior y por eso es siervo. Y en el siglo XVIII, cuando el expansivo colonialismo europeo cobra perfiles ideológicos, Europa crea y difunde su clasificación de los humanos en razas. En la cúspide, el blanco europeo, pronto llamado ario, superior, de inteligencia inalcanzable, único ser humano pleno. Debajo, el amarillo, esto es, el chino, el japonés y el indio de la India, buenos solo para administrar y comerciar. Mucho más abajo, el negro, inferior, duro de educar, pero alegre y sensible al ritmo y a la música. Yen el fondo, triste y servil, rondando la animalidad, el rojo o cobrizo, el indio americano. No hay una humanidad, son cuatro, formando una inmodificable jerarquía. Esa negación europea de la unidad de la especie humana, de su igualdad y sus derechos, pervive todavía en muchas mentes y conductas actuales. ¿Cómo olvidarla?
El resultado es el colonialismo de Europa, impuesto sobre el mundo mediante guerras brutales, genocidas y racistas que masacran asiáticos y africanos y someten los países de esos pueblos a su dominio colonial a lo largo de los siglos XIX y XX. Los británicos se apropian de la India, de Ceylán y de casi toda África, sometiendo y masacrando pueblos por doquier. África es suya desde Egipto hasta Sudáfrica y Cecil Rhodes pone un pie en El Cairo y otro en El Cabo mientras Rudyard Kipling celebra lo que llama «la carga del hombre blanco». Pero hay rebeldes; e ingleses con fusiles masacran a heroicos zulúes que luchan con lanzas por sus tierras, mientras por su parte los franceses masacran y queman vivos a los argelinos rebeldes, lo que Tocqueville celebra; y luego masacran a los vietnamitas, lo que le cuesta a Pierre Loti ser destituido de la marina de su país por describir con objetividad la matanza que las tropas francesas hacen en Hué. Leopoldo, déspota rey belga, que es dueño personal del Congo, corta manos negras a granel como castigo mientras se apropia del caucho de ese país de congoleses inferiores. Cierto que algunos colonialistas moderados protestaron, pero ¿dónde estaban para los gobiernos europeos de entonces, todos colonialistas, la igualdad racial y los derechos humanos de asiáticos y africanos?
Y en el recién pasado siglo XX, la insaciable Europa provoca dos terribles Guerras mundiales, que violan todas las libertades y derechos humanos, masacran en masa civiles, destruyen países, y se desarrollan sobre todo en su propio territorio causando millones de muertos (más de 10 en la primera, unos 60 en la segunda), todo acompañado de una destrucción descomunal que deja a Europa en ruinas. La primera fue una guerra imperialista para decidir sobre escombros y montañas de cadáveres cuál de esos imperios europeos aplastaba y sometía al otro para robarle sus colonias. La segunda fue obra del revanchista nazismo alemán y la cobarde complicidad de Gran Bretaña y Francia que querían, como el nazismo, destruir a la Rusia socialista. Esta triunfó. Y la guerra terminó con EU, que había entrado en ella, lanzando 2 bombas nucleares al Japón.
Tocaré las ultimas y recientes guerras europeas, que no son suyas sino de EU, que se las impone, en el próximo artículo al dar una rápida mirada al oscuro prontuario criminal de éste para ver si es posible sacar de todo ello algunas conclusiones.
Tomado del diario Últimas Noticias.