Por Ander Sierra* –
La Unión Europea y China consiguen concluir las negociaciones sobre el controvertido Acuerdo Integral de Inversiones (CAI por sus siglas en inglés) tras producirse un milagroso impulso en las conversaciones en los últimos días del año.
“Es un hito importante en nuestra relación con China” porque establece “compromisos significativos que van en la dirección correcta”, aseguraron Ursula von Der Leyen y Valdis Dombrovskis, presidenta y vicepresidente de la Comisión Europea respectivamente, en un intento de defender el acuerdo. Pese a la oposición de Estados Unidos y otros sectores del bloque comunitario, la firma del CAI puso de relieve que ambas partes podían cooperar en materias donde sus intereses convergen. Si bien el gigante asiático es un “competidor” y “rival sistémico” para la Unión Europea, se evidenció que también hay lugar para impulsar la figura de “socio” en la relación bilateral.
Esta sintonía, no obstante, experimentó un cambio radical en apenas tres meses. En marzo de 2021, Bruselas añadió a la lista negra, en una acción coordinada con Estados Unidos, Reino Unido y Canadá, a un organismo y cuatro funcionarios chinos por ser responsables de “las violaciones de los derechos humanos de la minoría étnica Uigur en Xinjiang”. Fueron las primeras sanciones europeas impuestas contra China desde el embargo de armas adoptado en 1989 -en vigor en la actualidad- tras los sucesos de la plaza Tiananmén. Beijing respondió sancionando a cuatro entidades y diez individuos europeos, entre ellos cinco europarlamentarios, por “dañar gravemente los intereses nacionales y difundir maliciosamente mentiras y desinformación”.
El cisma se acentuó cuando el Parlamento Europeo aprobó casi por unanimidad una moción que paralizaba la ratificación del CAI. El documento sostenía que el gobierno chino debía “levantar sus sanciones antes de considerar el acuerdo” y advertía a la Comisión Europea que “tomarán en cuenta la situación de los derechos humanos en China a la hora de decidir si respaldar el acuerdo o no”. El prerrequisito establecido por la Eurocámara situó al CAI en un punto muerto puesto que el gigante asiático no tiene la intención, al menos hasta la fecha, de retirar las sanciones para no ser considerado como una muestra de debilidad.
El próximo año (2022), por tanto, se presenta crucial para comprobar hacia dónde se dirigen las estancadas relaciones sino-europeas. A nivel discursivo, existe una voluntad política de llevar a cabo un acercamiento. La directora general de comercio de la Comisión Europea, Sabine Weyand, declaró recientemente que “la UE se está dando cuenta cada vez más de que es necesario volver a comprometerse con China” desde un enfoque “multifacético”. “Creo que se puede argumentar que tenemos que seguir colaborando multilateralmente con China porque es un gran beneficiario del sistema”, concluyó Weyand. Bruselas siempre ha considerado que una ruptura diplomática con el gigante asiático resultaría perjudicial para los intereses europeos y por este motivo ha promovido la celebración, a la mayor brevedad posible, de una cumbre entre los 27 estadosmiembros y Xi Jinping.
La parte china también ha transmitido el mismo mensaje, aunque de una forma menos directa. Según informa Politico, Wu Hongbo, enviado especial del ministerio de Asuntos Exteriores para la Unión Europea, planteó durante su visita a Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo la retirada de las sanciones impuestas en marzo siempre y cuando Bruselas de el primer paso. La propuesta, pese a que fue rechazada, “es la señal más clara hasta el momento de que Beijing esté reconsiderando su régimen general de sanciones contra la UE”.
No obstante, el comportamiento conciliador europeo ha de analizarse desde una perspectiva más amplia. La Unión Europea está desarrollando simultáneamente una estrategia más asertiva para hacer frente a los desafíos que supone una China “competidora y rival sistémica”, intentando mantener un equilibrio entre ambos enfoques -cooperativo y asertivo-. De hecho, en el último mes la Comisión Europea ha presentado dos iniciativas que reflejan esa política que considera al gigante asiático no tanto como un socio sino como un contrincante:
- El borrador del Instrumento de la lucha contra la Coerción que permitirá a Bruselas “aplicar restricciones comerciales, de inversión o de otro tipo a cualquier país no perteneciente a la UE que interfiera indebidamente en las decisiones políticas de la UE o de sus Estados miembros”. Valdis Dambrouskis reconoció que esta propuesta estaba vinculada a las medidas económicas y diplomáticas adoptadas por China contra Lituania.
- Global Gateway, un proyecto que movilizará hasta 300.000 millones de euros entre 2021 y 2027 para financiar proyectos digitales, energéticos y de transporte en el extranjero. El plan se presenta como una “verdadera alternativa” para competir con la Nueva Ruta de la Seda promovida por China. “Los países necesitan mejores ofertas [que las del gigante asiático]”, declaró Ursula von Der Leyen.
Cabe destacar, del mismo modo, el papel del Parlamento Europeo, el órgano más crítico con China, en la ecuación de las relaciones sino-europeas. Los eurodiputados han aprobado en varias ocasiones mociones que denuncian las violaciones de los derechos humanos en Xinjiang, Hong Kong y el Tíbet, acusan a China de llevar a cabo una política agresiva en la región Asia-Pacífico o exigen a la Comisión Europea que desarrolle una estrategia “más asertiva, completa y coherente” hacia el gigante asiático, impulsando los vínculos con Taiwán y fortaleciendo la cooperación transatlántica.
Crisis diplomática con Lituania
Lituania, de apenas tres millones de habitantes, se ha convertido en el mayor obstáculo para el acercamiento sino-europeo. Vilna ha endurecido radicalmente su postura hacia China gracias, en parte, al reducido comercio bilateral existente y al apoyo estadounidense. La muestra más fehaciente del nuevo enfoque se produjo el pasado mes de noviembre, cuando se inauguró en la capital la oficina de representación de Taiwán, la primera embajada de facto que usa “Taiwán” en lugar de “Taipéi” en su nombre.
“El gobierno chino advirtió repetidamente a Lituania que no actúe de mala fe. Lamentablemente, ha optado por ignorar los intereses más amplios de las relaciones bilaterales y las normas básicas que gobiernan las relaciones internacionales”, declaró el ministerio de Asuntos Exteriores. Para Beijing, el país báltico había cruzado la línea roja permitiendo abrir la oficina de representación utilizando el nombre de “Taiwán”, una acción considerada como una incitación a la independencia taiwanesa. “Vilna debe asumir todas las consecuencias subsiguientes”, concluyó el ministerio.
Dicho y hecho. Una semana después China anunció que rebajaba sus relaciones diplomáticas reduciendo su representación en Vilna a “encargado de negocios”. También cambió el nombre de la embajada de Lituania en Beijing a “oficina encargada de negocios”, provocando la evacuación de los diplomáticos lituanos por la incertidumbre sobre su estatus legal. Días después, el gigante asiático eliminó al país báltico de su sistema aduanero, impidiendo a sus empresas procesar las exportaciones e importaciones bilaterales.
China ha estado amenazado a varias empresas extranjeras con represalias en su mercado para que dejen de usar componentes fabricados en Lituania y reduzcan sus inversiones en el país báltico. En este contexto, la Cámara de Comercio Germana-Báltica ha advertido al gobierno lituano que los inversores alemanes podrían cerrar sus fábricas en el país si no se “encuentra una solución constructiva para reestablecer las relaciones”. La Federación de Industrias Alemanas, aunque denuncia la “coerción económica”, ha criticado a Vilna por no coordinar sus políticas con sus socios europeos. Si bien el impacto directo de la ruptura comercial será limitado, dado el reducido volumen, involucrar en el conflicto a las compañías europeas sí podría perjudicar a la economía lituana.
El gobierno de la primera ministra Ingrida Šimonytė también está siendo presionada a nivel doméstico. La asesora del presidente Gitanas Nausėda lamentó que “no hubo un debate con él hasta el mismo momento en que estalló el alboroto público”. Representantes de la oposición han mostrado su preocupación al considerar que la apertura de la oficina taiwanesa ha sacrificado las relaciones con el gigante asiático. La opinión pública tampoco parece muy satisfecha, con solo el 33.66% de los lituanos apoyando la política nacional hacia China y Taiwán, según una encuesta de LRT realizada en noviembre.
No obstante, Lituania no es el principal objetivo. Las medidas del gigante asiático están dirigidas a mandar una advertencia al resto de países europeos, como República Checa o Estonia, que también se han acercado a Taiwán en los últimos años. Como explica el Financial Times, Praga y Tallin podrían tener mayores problemas si sufren una coerción económica porque “están profundamente arraigadas en las cadenas de suministro de automóviles alemanes”.
Beijing también busca poner a prueba a Bruselas, que se encuentra en una encrucijada: actuar en defensa de Lituania para no exponer la división interna existente en el bloque comunitario o enfrentarse a China con el riesgo que eso podría conllevar para la relación comercial. Hasta la fecha, está intentando solucionar la crisis por vías diplomáticas y ha amenazado con presentar una denuncia ante la Organización Mundial del Comercio, una acción que podría durar años en dar sus frutos. La Unión Europea ha demostrado que, al menos hasta la entrada en vigor del instrumento anti-coerción, no tiene la capacidad para hacer frente a una crisis de tal envergadura. Tampoco ayudará el hecho de que en el seno de la Unión Europea hay quienes consideran que Vilna ha ido demasiado lejos con la apertura de la oficina de representación taiwanesa.
Nuevo gobierno en Alemania: agresivo, pero no mucho
La retirada de Ángela Merkel deja a China sin su mayor aliado en la Unión Europea. La canciller alemana, en sus dieciséis años en el poder, siempre ha preferido anteponer las relaciones económicas a las políticas, buscando una mayor cooperación en materia comercial con el gigante asiático y siendo muy prudente con las críticas. De hecho, Merkel aprovechó que Alemania ostentaba la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea para impulsar la firma del CAI.
El nuevo gobierno alemán, formado por socialdemócratas, verdes y liberales, ha hecho mucho ruido desde que asumió el poder a finales de noviembre. Los dos últimos partidos han presionado por una política más asertiva hacia China y ese enfoque fue el dominante en el acuerdo de coalición que menciona cinco puntos sensibles para Beijing: Taiwán, derechos humanos, cooperación transatlántica, trabajo forzoso y el CAI. “Estamos en una competencia sistémica con un régimen autoritario como China. En este sentido, es importante buscar la solidaridad estratégica con los socios democráticos, defender juntos nuestros valores e intereses. El diálogo es el componente central de la política internacional. Pero eso no significa que tengas que pasar por alto las cosas o mantenerte callado”, declaró Annaela Baerbock, la nueva ministra de Exteriores que aboga por endurecer las relaciones con China.
Baerbock, sin embargo, encontrará en su camino un gran obstáculo: la poderosa industria alemana. Las empresas germanas han sido las que más se han beneficiado del crecimiento económico chino en las últimas dos décadas y no parece que quieran perder los lucrativos negocios en el gigante asiático. Desde que Merkel se convirtió en canciller en 2005, las ventas a China se han quintuplicado hasta rozar los 100.000 millones de dólares en 2019, representando el 48.2% de las exportaciones europeas al gigante asiático. Asimismo, China es un importante mercado para numerosas compañías germanas. El grupo Volkswagen, por ejemplo, vendió en el país asiático 4.2 millones de coches en 2019, aproximadamente el 40% de sus ventas. China también ha sido un actor relevante en los ingresos totales de otras multinacionales como Puma (28.3%), Infineon (26.9%), Basf (12.3%) o Siemens (9.7%).
El propio Olaf Scholz no parece muy convencido con endurecer en exceso el enfoque hacia China. En su primera conversación telefónica con Xi Jinping, el nuevo canciller mostró su intención de profundizar los lazos comerciales con China y declaró su deseo de que el CAI entrase en vigor “lo antes posible”. La lectura por la parte alemana tampoco mencionaba ninguna reprimenda sobre la situación de los derechos humanos en China o el deterioro democrático en Hong Kong. Dado que la cancillería tiene un gran poder en la elaboración de la política exterior, es poco probable que Berlín haga cambios sustanciales pese a la voluntad de Baerbock.
*Ander Sierra, periodista.
Artículo publicado en Descifrando la Guerra.
Foto de portada: Reunión virtual entre Xi Jinping, Ángela Merkel, Emmanuel Macron, Urusla von der Leyen y Charles Michel para concluir las negociaciones del CAI, el 30 de diciembre de 2020. Fuente: ReutersAcuerdo Integral de InversionesCAIChinaEuropaParlamento Europeorelaciones sino-europeasUnión Europea