Por: Roland Denis |
El espacio de la lucha de clases y las liberaciones nacionales dentro de los propios estados –hoy fallidos, consulares o imperiales- se ha expandido por el mundo entero. Dando entre otros resultados el fracaso una y otra vez de las irrupciones representativas de las izquierdas radicales y socialdemócratas que pretenden en el mejor de los casos buscar equilibrios imposibles entre el capitalismo invididualizado de las fantasías de los emprendedores y los programas tradicionales de la izquierda de igualdad y justicia patrocinados por el Estado. La izquierda más radical se rinde ante la necesidad de alianzas liberales y por encima de todo de una globalización comandada por los grandes capitales sin alternativas (ni siquiera allí donde todavía, dentro de su formato institucional, rigen los partidos que aún asumen la condición de comunistas, ofrecen más bien fuerza de trabajo barata dentro de un esquema interno hiperautoritario de control sobre las sociedades a un mundo aplastado por riquezas globales fenomenales que constituyen un poder profundo, militarizado e invisible) la alternativa es copiar las fórmulas de corrupción que desbaratan las economías nacionales mientras van cediendo los recursos del ser de la tierra y el subsuelo. Por ello no paran de hacer experimentos de descomposición de los espacios nacionales y la desterritorialización y emigración de sus fragmentadas poblaciones. Es el caso venezolano donde el experimento ha sido un completo éxito para el poder corporativo y profundo frente al desastre de un gobierno que solo busca perpetuarse sin ninguna opción de liberación, por el contrario se deshace como representación y conducción de la realidad nacional…una nación sin salario, emigrante, desesperada en medio de una imparable hiperinflación donde hacen juego la corrupción y la venta de la riqueza nacional bajo un estúpido lenguaje socialista que juega el juego de las luchas geopolíticas imperiales entre occidentales y poderes orientales liderizados por la China y Rusia.
De que se trata por ejemplo la pandemia mundial del Covit 19 sino de una fabulosa estrategia para callar y encerrar a los pueblos, mientras el uno por ciento de la población mundial se enriquece sin parar?. Las protestas contra la vacuna anticovit emergen como puntos de resistencia que no logran parar el diabólico complejo farmacéutico que ha hecho millonadas de riqueza en una magnífica combinación de control social, miedos colectivos, manipulando mediáticamente esta estrategia combinada de acumulación y opresión. No obstante a pesar del fracaso puntual de las resistencias sociales ellas muestran el empuje y comienzo de una izquierda no estatista que también se globaliza siguiendo el ritmo histórico de la globalización que en este caso juega el papel de la mundialización necesaria de la lucha popular. Esa izquierda hoy tiende a no establecer metas que refieran a la toma de gobiernos y control de Estados o se atrapa en las simbologías nacionalistas sino en los diseños de un poder posible que se centran en la recuperación del autogobierno colectivo o al menos en la recuperación derechos dentro de un «nosotros» que reinventa el mundo. La experiencia en armas y la recreación de poderes comunales inspirados en la madre tierra y la mitología de la mujer libre y paridora de vida del movimiento de liberación kurdo, los indígenas mapuches en Chile y Argentina que no reconocen la autoridad de Estado donde andan enclaustrados, los movimientos de resistencia europeos que no han parado de llenar las calles, van dictando la pauta de esa reconceptualización de la izquierda en lucha que los intelectuales como Bataille y Kloseski, Foucault, desde finales de los años 40 avisoraron creando el alma de las revoluciones culturales de los años 60, inspiración básica de las resistencias callejeras de hoy. De allí en opuesto absoluto a este espíritu poco a poco naciente el antiguo presidente francés Sarkosy produce una frase clave para los entornos reaccionarios del mundo: «la revolución del 68 ha terminado», en otras palabras regresamos a la barbarie, fenómeno intencional que en la invasión a Libia a principios de siglo liderizada por Francia probaron con sangre y la cuasi desaparición de la nación, al igual que harían los norteamericanos y la OTAN en Irak, Afganistan, Yemen, Siria, Palestina, etc. Un grito de guerra de la derecha europea en contra de su temible enemigo; la recuperación de espíritu de comunidad libre e igualitaria y junto a ellas la utopía comunista presagiada por Ernest Bloch hace cerca de cien años.
Aquí es donde comienza, dándole certeza a las líneas fundadas en la relación entre verdad y acontecimiento promovidas por el filósofo Alain Badiou (solo la idea acontecida en los hechos internos a la lucha y los sujetos que nacen de ella producen las verdades necesarias de toda existencia liberada) a esa izquierda que necesita fomentar un nuevo mundo por fuera de los canales políticos tradicionales centrados en la «forma Estado». Insistimos en el arrastre del movimiento de liberación Kurdo que por más de 40 años ha resistido y afrontado desde su espacio cultural y nacional en oriente medio una guerra global que occidente y la OTAN han fomentado utilizando los poderes autoritarios y fascistas consolidados como es el caso del gobierno en Turquía. La resistencia y victoria kurda es un acontecimiento para el mundo. Desde la liberación de Rojava en las fronteras con Turquía contra un ejército mucho mejor armado de las lacras del ISIS encabezada principalmente por mujeres, el «otra pensamiento de izquierda», en síntesis «la otra política», surge con fuerza años después del primer gran ejemplo en esta línea de la insurrección neozapatista del EZLN en México. Algo que desde la fuerza de la lucha sin cuartel y el pensamiento-verdad nacido en ella se convirtió en capacidad de guerra y resistencia rompiendo todo el mármol asesino del fundamentalismo islámico apoyado por occidente y sus aliados árabes. Lo que seguimos llamando «izquierda»y lo es, rompe con todos los contornos de la individualización y el globalismo imperial para dar pie y renacimiento al espacio autogobernante liderizado por hombres y mujeres como estandartes de un nuevo mundo que acaba con el patriarcado que miles de años previos, dio orígenes a los imperios, el Estado, las guerras y las bases del capitalismo.
Lo cierto es que el mundo nuevo anunciado por la izquierda que desde épocas de la revolución francesa se situó a la izquierda del parlamento revolucionario de entonces dando pie a los movimientos insurreccionales del siglo XIX hasta llegar a la revolución soviética de comienzos del siglo XX ya no es funcional a las luchas insurgentes del siglo XXI. Desde la aparición y envoltorio paradigmático del stalinismo y la izquierda vacía, obligada a actuar como auténticos neoliberales, que ha asumido la socialdemocracia hasta el desarrollo de la gigantesca estructura capitalista centrada en China y nacida de él en los días de hoy. Esa izquierda muere incapacitada en tanto alternativa frente al globalismo infame. Más bien se involucran de lleno a él jugando la partida de nuevos imperios, extensiones de él o agentes consulares menores dentro de la batalla geopolítica posmoderna –muy pocos gobiernos izquierdistas se salvan de este destino-. El desarrollo de las fuerzas productivas entran en este siglo en su cuarta revolución técnica, llegando en los países de mayor desarrollo al borde del sueño de un mundo completamente deshumanizado, sin trabajadores asalariados y creadores, un mundo robotizado, guiado por máquinas que tienden a superar la inteligencia humana (al menos en los movimientos maquinales) motorizado por la cibernética y la «nanotecnología». Una carrera de muerte y nuevas esclavitudes que concretiza consigo el logro del desespero capitalista soportado en la sepa soñada del control total de una humanidad que según la advertencia de Marx ya no se comporta como trabajo vivo creador de valor, sino como una animalidad fragmentada en permanente huida emigrante, sucumbiendo en su desdichado camino en ellas, al menos en una buena parte, sirvientes de ocasión allí donde los necesiten en el mejor de los casos. No nos referimos al trabajo manual solamente sino incluso el uso de la sapiensa intelectual que se siembra en las pedagogías tradicionales y virtuales contemporáneas pero sin capital propio.
Se regresa al punto cero de las utopías izquierdistas y solo las resistencias sociales no manipuladas por el ciclope financiero global, permiten que ese cero vaya añadiendo un nuevo uno desde donde comienza a rearmarse un nuevo adversario anticapitalista que confronta el simulacro globalizante: la tierra viva, las biodiversidades sobrevivientes y las profundidades de la conciencia libertaria redescubren su camino. El cero no es la fatalidad del vencido, es un nuevo comienzo donde las comunidades se reinventan en su resistencia, por ello novedosos movimientos hoy denigran de las pragmáticas izquierdistas tradicionales y desesperadas por su llegada a gobierno y renace una suerte de frente mundial esencialmente libertario, del «querer gobernar» desde la libertad de base por fuera de las lógicas burocráticas del Estado.
Dentro de la propuesta de reconceptualización tenemos al menos tres elementos básicos fundantes: el primero es la desaparición del Estado burgués como lugar y objetivo principal de la lucha política de izquierda con el fin de conjugar «otro poder-otra política». Hablamos del retorno digamos nitzscheano a una eternidad nunca acabada de la lucha de base contra el globalismo y poderes profundos por el logro de una gobernabilidad desde la base colectiva misma. Es nuevamente la lección entre tantos del movimiento de liberación kurdo, el grito mapuche, el autogobierno zapatista. La reconceptualización decimos a nuestros límites, comienza entonces con el abandono del deseo de representación afiliada a la maquinaria burocrática de Estado, lo cual supone el abandono de programas de gobierno que se estrellan en su propia demagogia cuando no de absurdo político.
La otra línea de reconceptualización tiene que ver con la relación entre organización, creación y guerra. Hemos entrado en una nueva etapa de guerra que empieza a componerse en la lucha sobre el terreno espiritual del nihilismo (el no reconocer verdades solo las convenientes) de la llamada posverdad, tan ligada a los monopolios tecnológicos comunicacionales las cuales nos individualiza hasta llegar a la desaparición de la colectividad soberana. Las guerras antiterroristas generan una espectacular diversidad de control social y muerte e colectividades. Pero esto no acaba allí, la muerte como final de la vida y a esto agregamos «la buena y libre vida» se perpetua en el cuerpo vivo mediante el control absoluto de la mente que aparece poco a poco en la inserción de chips mentales que modelan la infinita inteligencia dejándola completamente vacía de memoria y por tanto controlada, es el papel de la nanotecnologías en manos de estos imperios comunicacionales. La guerra tiende con los años a convertirse en infinidad de microguerras o una guerra multiplicada contra los biopoderes. Por supuesto que la lucha de clases sigue el ritmo de su universalización dentro de un mundo tan desigual donde perdura la confrontación entre trabajadores y capital, pobres y ricos, pero asume formas infinitamente diversas de lo vivo y libre en contra del aparataje que maneja el estado profundo. Se desmadran las naciones soberanas y se constituye paso a paso la guerra propia contra esta nueva generación técnica en manos de transnacionales que se van fundiendo ellas mismas siguiendo un mismo objetivo hiperdominante. En definitiva esa izquierda que se reconceptualiza y produce «otra política» aún en las inconsistencias de eventos y acontecimientos que la empujan, se abren y desembocan en nuevas subjetividades y de allí nuevas verdades que van superando el corroído mundo burocrático y los poderes anónimos que lo manejan.
Un tercer boquete de la reconceptualización tiene que ver con las guerras proambientales. La necesidad de una «economía verde» para los capitales los forza a encontrar alternativas que mantengan su dominio y eviten apocalipsis que ellos mismos fomentan al llenar la tierra de carbonos, acabar con las aguas, faunas y bosques verdes. Ahora ya no solo hablamos de nuevos conceptos sino de estrategias de lucha en función de salvar lo que el estado profundo y sus caretas transnacionales jamás harán nada «verde y salvacionista de la vida» si va contra ellos mismos. Las grandes estrategias por salvar las grandes cuencas y el verdor terrestre, entre ellas la del Orinoco, el Amazonas, La Plata, en lo que respecta a nuestramérica es una batalla que puede ser parte de la salvación de la humanidad y la vida: «otra ecología» incluso con armas en mano está en camino, alejadas de las conferencias de Estados imperiales y su desesperado acuerdoentre el fomento de la «verde» y la conservación del mundo de la explotación capitalista centenaria.
Se acabó el juego paraestatal de las decadentes instituciones que se dicen representativas, o sencillamente impositivas, decae con ellas la modernidad burguesa y renace el mundo en sus nuevas verdades a la izquierda. En síntesis la idea rescate viejas consignas como la de «no queremos ser gobierno queremos gobernar», bajo un nuevo destino completamente ajeno atodoslos terrores apocaplíticos que flotan por el mundo virtual que nos maneja.
Roland Denis
Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012). jansamcar@gmail.com