Soldados de las Fuerzas Militares de Ucrania caminan a lo largo de tramos en su posición la aldea de Novognativka, región de Donetsk, en febrero 21, 2022. (Photo Anatolii Stepanov / AFP)
VLADIMIR ACOSTA22 FEBRERO, 2022
Podríamos decir que pese a la indiferencia y pasividad que lo dominan, el domesticado mundo en que vivimos ha quedado atrapado en estos últimos cuatro meses en la grave crisis desatada y nutrida por la prepotencia de Estados Unidos (EU) y por la seria amenaza de guerra nuclear que esa crisis tiene desde un principio como su más seria y letal implicación. El objetivo concreto de EU ha sido agredir y provocar a Rusia usando de instrumento a una servil Ucrania a la que maneja a su antojo, y la crisis parece ser la obsesión de Biden, el irresponsable personaje que hoy gobierna a ese imperio decadente y genocida que es EU.
Las groseras mentiras y amenazas de EU reiteradas a diario por su gran prensa se desgastaron pronto porque fueron refutadas por la diplomacia rusa que, basada en propuestas y declaraciones válidas y en hechos reales, buscó bajar la tensión y discutir sensatas propuestas suyas para lograr la paz y la convivencia. Sin embargo, ese esfuerzo terminó fracasando por la virulencia de EU que ante el hecho de que no se producía la invasión rusa de Ucrania que Rusia negaba y con la que Biden y sus funcionarios venían mintiendo a diario, le dio entonces protagonismo al servil gobierno de Ucrania para iniciar en ella una guerra civil en la que el gobierno de Kiev atacara con armas y tanques a las dos proclamadas repúblicas autónomas del Donbass. Y en eso estamos. Por ello creo difícil y hasta un poco aventurado intentar hacer un balance de esa crisis cuyo resultado final aún está por verse. No obstante, hay cosas que sí es indispensable analizar ahora porque han estado y siguen estando en el centro de la crisis, entre ellas lo relativo al gasoducto Nord Stream 2.
Habría que empezar preguntando de qué clase de derecho exclusivo y arbitrario goza EU para poder dedicarse sin parar durante cuatro meses (había hecho ya antes algo parecido, pero con intervalos, como en Irak) a mantener al mundo en suspenso mediante una amenaza esta vez nuclear y un imparable bombardeo diario de mentiras burdas y otras amenazas, todas compartidas por organismos y gobiernos cipayos de su imperio. Mentiras y amenazas que se convierten en mensaje reiterado y único aceptado como válido por los medios escritos y audiovisuales del planeta, mientras ignoran por completo toda información verídica y fundamentada, en este caso procedente de Rusia, el país atacado y calumniado, que cuestione o desmienta con hechos y argumentos sólidos esas burdas y obsesivas mentiras. Lo sabemos: es su propiedad, dominio y control de los grandes medios del planeta y la forma en que mantiene sujetos a organismos y gobiernos que le sirven de criados, como Ucrania, de siervos, como la vergonzosa Unión Europea, o de capataces, como la indigna y corrupta Gran Bretaña. Es esa una de las claves centrales de su dominio y su poder.
Lo de la invasión rusa de Ucrania alcanzó niveles de ridículo que avergonzarían a cualquier gobierno que se respete. Pero ese no es el caso de Biden y su combo de cínicos mentirosos, hoy jefes de ese imperio decadente, criminal y enfermo que es EU. Rusia, que sí se cuida y se respeta, se cansó de dar pruebas de que no había ningún proyecto suyo de invadir Ucrania porque, a diferencia de EU, no invade países y porque en el caso de Ucrania sería un verdadero disparate. Pero Biden y su combo chapucero no solo siguieron repitiendo lo de la invasión porque mentir sobre ello era y es parte de sus planes, sino que difundieron al respecto falsos mapas de invasión, llegando hasta a publicar, como hizo Bloomberg el 15 de febrero, que esta había ocurrido, o a anunciar que sería el 16 de febrero a las 3 am, como fue el caso de dos diarios británicos, Sun y Daily Mirror, mientras el New York Times anunció que ya venía. Y como nada ocurrió, el combo de Biden dijo que si no era en febrero sería en marzo. Semejante ridículo llevó a que María Zajárova, la bella y brillante vocera de la Cancillería rusa, se burlara de esa payasada y rematara preguntándose cómo ese país podía ser líder del mundo libre actual. “Biden, dijo, debería avergonzarse de mentir como lo hace.” Pero EU es impenetrable a la crítica, y Biden y sus funcionarios siguieron repitiendo que la invasión ocurriría pronto.
Mantener esa mentira era esencial para Biden, que necesitaba seguir amenazando a Rusia y anunciando la invasión de Ucrania. Ya había dicho que de darse esta, EU destruiría el Nord Stream 2. Por eso se orientó a provocar la guerra entre Kiev y el Donbass (que le daba la posibilidad de destruir el gasoducto). Ese objetivo lo ha logrado a medias. No hay por supuesto invasión rusa de Ucrania, pero armando hasta los dientes al gobierno de Kiev, fomentando su rusofobia y garantizándole su apoyo pero manteniéndose en la retaguardia, EU ha logrado que el gobierno ucraniano empiece a atacar a con armas pesadas y modernas a las dos proclamadas repúblicas rusas de Donetsk y Lugansk para buscar por esa vía torcida y criminal la intervención de Rusia que ante una nueva masacre de las poblaciones de esas dos Repúblicas se vería obligada a intervenir en defensa de quienes son ciudadanos y súbditos rusos. Así podría acusar a Rusia de invasora y cumplir lo que ha dicho antes: que, si Rusia invade, EU destruiría el Nord Stream 2.
¿Y Alemania? Como afirma Mike Whitney, Alemania es tema central de esta crisis por el Nord Stream 2, que apenas se ha tocado en los recientes artículos que hablan de la crisis y de Ucrania. El gasoducto es esencial para Alemania, para su poderosa economía y su alianza comercial con Rusia, que está en marcha y apunta a cambiar el cuadro de la Europa actual ayudando a liberarla a de su aplastante sujeción a EU. Para este es vital romper esa alianza y poder eliminar el gasoducto. Lograrlo le permitiría golpear a Rusia, reducir su peso e influencia en Europa y separarla de Alemania. Esto es, mantener y fortalecer su dominio sobre Europa, garantizando su servilismo, e imponiéndole su gas de esquisto, menos limpio y más caro que el gas ruso. Para imponerlo, EU necesita destruir ese gasoducto; y la crisis de Ucrania lo ayuda a ello. Así, golpea a Rusia y arma a Ucrania para que la enfrente, apoyándose en dos cosas: en el odio ucraniano contra Rusia y en que Ucrania es el otro enemigo del Nord Stream 2, pues le conviene solo el Nord Stream 1, que atraviesa su territorio y por el que le cobra a Rusia 3.000 millones de dólares al año.
Al acusar a Rusia de querer invadir Ucrania, EU busca acabar con el Nord Stream 2. EU y Europa han armado a Ucrania, pero como Rusia no invade, hace que esa Ucrania armada hasta los dientes ataque el Donbass, lo que ha logrado en estos días y como Ucrania es su sirvienta y no quiere el Nord Stream 2, nada más fácil en medio de esa guerra, que montar un falso atentado ruso que le permita volar en respuesta el gasoducto, lo que Biden ha prometido varias veces.
Esta es la razón final de la guerra que Kiev acaba de iniciar contra el Donbass, guerra que puede agravarse porque Kiev quiere destruir esas Repúblicas y cuenta para ello con el batallón neonazi Azov, experto en masacrar rusos.
Rusia debe defender la vida de los habitantes del Donbass, que hablan ruso, tienen nacionalidad rusa y exigen desde hace años ser reconocidas como Repúblicas independientes que quieren unirse a Rusia. Pero por lo pronto, Putin, sabiendo las consecuencias de una intervención militar rusa, así sea para parar la matanza, está buscando con Alemania, Francia y otros países europeos, que se logre un nuevo acuerdo de paz, como el de Minsk, para detener esa absurda guerra. Si se lo logra, se derrota el tramposo belicismo de EU y se salva el gasoducto. Si se fracasa, se impone EU y el desastre puede ser grande.
En el próximo artículo hablaré de un tema diferente.